martes, 16 de octubre de 2018

Mientras los más despreciables de la sociedad celebran la muerte de un guardia civil, crece la admiración por la Benemérita entre los buenos españoles

Momento de la detención del presunto asesino de un guardia civil en Granada; el fallecido, en la imagen recortada

Con tu ejemplo, has dejado un mensaje valiosísimo a los buenos españoles y a las personas honradas que con su trabajo y sacrificio vertebran esta gran nación. Y ese mensaje se traduce en que cuando alguien se esfuerza por servir al bien común y a la Patria, no hay nada más aborrecible como el estar saturado de satisfacciones.

Mientras los más despreciables de la sociedad celebran la muerte de un guardia civil, crece la admiración por la Benemérita entre los buenos españoles

Una vez que las crónicas de todos los medios informativos han bajado el volumen de la tragedia, creo que es el momento oportuno para dirigirse, con ánimo sereno, a quien como tú, José Manuel Arcos, has ofrecido al servicio de tus semejantes el bien mas preciado que poseías, la entrega de tu propia vida.

Hoy, que todo el mundo se enfurece y desequilibra por una frase más o menos ofensiva. Hoy, que cualquiera implora los derechos humanos hasta por un delicado pisotón. Hoy, que a tu asesino no se le puede hablar alto porque se lesionan los tan cacareados derechos humanos y hay que entregarlo intacto ante el juez ¡Sí!, a ese Juez que posiblemente sea el mismo que no hace mucho lo dejo en libertad, situación que provocó tu asesinato. A ese juez que por las leyes actuales que le otorgan tal potestad, queda exento de responsabilidad por un hecho tan sumamente grave.

Pues bien, como digo, hay que entregar a tu asesino intacto ante su Señoría, ya que de no ser así se levantarán en oleadas de improperios los falsos defensores de tales derechos con el Parlamento y el Gobierno a la cabeza. Hoy, que como digo hay tanto de lo mismo, tú nos has dejado cuando velabas por los demás garantizando el orden constitucional establecido.

Elegiste esta profesión como la más importante y la más generosa. Pusiste tu voluntad casi sin dudarlo al servicio de la disciplina. Te consagraste en cuerpo y alma a ser toda tu vida un garante de la seguridad, a ser un pronóstico feliz para el afligido, a poner la verdad ante el error, la confianza frente a la desesperación, armonía en la discordia, alegría en la tristeza, perdón en la ofensa, y, llegado el momento, a pagar con la propia vida los errores de los demás. Esto mi querido amigo, no es algo baladí, esto es lo más grande y maravilloso que puede hacer una persona a lo largo de su vida.

Nada ni nadie ha podido apartarte de la dura necesidad de sufrir. Con tu ejemplo, has dejado un mensaje valiosísimo a los buenos españoles y a las personas honradas que con su trabajo y sacrificio vertebran esta gran nación. Y ese mensaje se traduce en que cuando alguien se esfuerza por servir al bien común y a la Patria, no hay nada más aborrecible como el estar saturado de satisfacciones. Habituarse a la idea de servir a los demás, de sufrir, y aceptar ese sufrimiento e imponerse a él, es aprender a forjarse como hombre, a ser un español de primera fila, y a ser como tú, un buen guardia civil.

Solo queda despedirme. Aquí quedamos nosotros junto a tu familia, compañeros, vecinos y amigos ¡Que solos los dejas! ¡Qué vacío mas grande ha quedado en sus vidas! Pero, no te preocupes, en el fondo se sienten enormemente orgullosos por tu valentía y por el número de vidas que acabas de salvar. Todas las personas que te quieren deben saber que los españoles de buena voluntad estamos a su lado. Abraza fuertemente a todos los españoles víctimas de la delincuencia común, del terrorismo y de la barbarie.

Transmíteles por favor nuestro más humilde recuerdo, y nuestra gratitud mas sincera. Hasta la gloria, José Manuel.

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