martes, 23 de octubre de 2018

Ussía mete en un lío a la mujer de Sánchez con una pregunta que la deja K.O.:¿Cuándo trabaja?



 Sería interesante analizar la agenda viajera del doctor en trance de dejar de serlo, y si doña Begoña se propone unirse al agotador periplo novembrino. Para ello, se vería obligada a pedir unas vacaciones extraordinarias en su nueva empresa. No entra en la normalidad laboral que una empleada de muy alta remuneración se largue durante treinta días con su marido con apenas un mes de trabajo cumplido. Menudo chollo de empresa. 

¿Cuándo trabaja?

Alfonso Ussía
La Razón, 23 octubre 2018
Sánchez no podrá comparecer para explicar la farsa de su doctorado en el Senado porque su agenda internacional novembrina se lo impide. Su vicepresidente Iglesias, el espeso, no estará en condiciones de aliviarle el trabajo, porque también su agenda cerrada con forajidos, golpistas, antiespañoles y terroristas no le permite echar una mano a su socio antidemocrático. El trabajo ante todo. Sea recordada la anécdota de las audiencias del Jefe del Estado del anterior régimen, el general Franco.

Sus audiencias tenían lugar los miércoles. Recibía primero a las de menor importancia institucional y la última de la sesión a la persona o corporación más representativa. La primera, presidida por un personaje muy conocido, correspondió a la «Asociación de Amigos de la Capa». Con posterioridad a los saludos y unas palabras absurdas del presidente de la asociación capera, Franco los mandó a paseo. La segunda a «Los Amigos de los Cigarrales de Toledo», que presidía el mismo personaje muy conocido, y que obviamente, saludó a Franco por segunda vez en menos de diez minutos. Concluída la emocionante disertación del presidente de «Los Amigos de los Cigarrales», Franco les recomendó lo más lógico que se puede recomendar a los amigos de los cigarrales toledanos. «Cuídadme los cigarrales». Ya en el exterior del despacho del Jefe del Estado el presidente comentó a sus compañeros cigarraleros: «Su Excelencia ha estado muy bien y ha sido muy cariñoso en sus palabras».

La tercera audiencia, por costumbre, se concedía a un embajador, al Consejo de Administración de un Banco o a un grupo laboral acompañado por Girón de Velasco o el padre de Juan Luis Cebrián. Y la última audiencia, a una institución de gran importancia. Aquel miércoles, al Instituto de Cultura Hispánica presidido por el mismo señor que habia comparecido en las dos primeras audiencias, la «Asociación de Amigos de la Capa» y la de «Los Amigos de los Cigarrales de Toledo». Con grácil desenvoltura por la experiencia acumulada en aquel día, el señor muy conocido saludó a Franco por tercera ocasión durante la misma mañana. Y al estrechar la mano del Jefe del Estado por tercera vez, Franco le preguntó con su habitual ceceo: «Tengo una curiocidad. Uzted, ¿cuándo trabaja?».

Y en esas estamos. El dudoso Doctor Sánchez, presidente «okupa» del Gobierno de España, gusta viajar con su esposa allá donde el deber lo demanda. Para mí, que es ella la que organiza los viajes oficiales y con gran generosidad permite ser acompañada por su esposo. Sería interesante analizar la agenda viajera del doctor en trance de dejar de serlo, y si doña Begoña se propone unirse al agotador periplo novembrino. Para ello, se vería obligada a pedir unas vacaciones extraordinarias en su nueva empresa. No entra en la normalidad laboral que una empleada de muy alta remuneración se largue durante treinta días con su marido con apenas un mes de trabajo cumplido. Menudo chollo de empresa. Y lo que és más grave. El continente africano no merece ser abandonado así como así, sin ser avisado o advertido previamente del temporal abandono. 
El trabajo de doña Begoña, con muy alta remuneración secreta, no es otro que ocuparse de África desde el Instituto de Empresa, y para ello tiene la obligación de centrarse en su quehacer contractual. Porque de darse la circunstancia de una ausencia prolongada de doña Begoña, los españoles, esas buenas gentes que todo lo soportan y toleran, y entre ellos, con especial motivo los Inspectores de Trabajo, harían bien en solicitar una entrevista con el marqués de la Romana o el señor Güemes y preguntarles, como hizo Franco con aquel señor muy conocido: «Y doña Begoña, ¿cuándo trabaja?».

Porque el doctor a un paso de dejar de serlo es ya mayorcito para viajar a solas con su séquito, sin poner en peligro el desarroollo socioeconómico de África. 

No se trata de romper unos agradables planes viajeros, sino de recordar a doña Begoña que de su generoso sueldo depende la estabilidad de todo un continente.

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