sábado, 3 de noviembre de 2018

Carta al Cielo (A la atn. de Juan Carlos Martín Aparicio) / Por Juan Miguel Núñez Batlles

Juan Carlos Martín Aparicio recibe un premio del Bolsin de Ciudad Rodrigo de manos de Miguel Cid

¿Y sabes lo más bonito, lo mejor? Pues que, según el cura, por tu fe cristiana, comparable en grado a la taurina, ya estás con el Señor. Ahí seguro que te portarás bien. Incluso nos harás algún quite a los que andamos con tropiezos por aquí abajo. 

Carta al Cielo 
(A la atn. de Juan Carlos Martín Aparicio) 



Juan Miguel Núñez Batlles
Publicado en La Gaceta de Salamanca
 Querido Juan Carlos que estás en el Cielo:
nunca hubiera imaginado esto de escribirte ahí, pues siempre me ha costado creer que las cartas puedan llegar al destino divino. Y no porque ponga en duda la existencia de ese lugar, reservado en mi fuerte creencia religiosa para santos, ángeles y bienaventurados. No. Mis sospechas no iban por ahí. Es posible que te enfades, pero en esto desconfiaba de ti, qué quieres que te diga. No te incluía en el grupo de los destinatarios. Y me remito a las ocurrencias que jalonan tu paso por este mundo terrenal.

Tus "hitos", tan personalísimos, llevan la marca "made in Juan Carlos", que es una especie de distintivo entre el señorío y la travesura. Y anda que no tiene que ser difícil, me pregunto, conjugar esa dualidad, con el mérito de salir indemne de tantos trances en el límite en los que te has visto.

Vida de jaranero y galán en palabras de Antonio Machado, que en estas mismas páginas de "La Gaceta" nuestro ínclito Alberto Estella invocó tan oportunamente "antier" (vocablo rescatado por ti del delicioso acervo que inspira lo más rural de lo más charro) para hacerte un canto de urgencia que resultó una muy bella loa a tus virtudes y, por la extrema confianza entre vosotros, también con insinuaciones a algún despropósito.

No sé porqué cuento estas cosas, que deberían ser, y de hecho son, tangenciales en la hora del elogio póstumo. Además en tu caso con mayor razón. Pues los que te conocíamos en la distancia corta, te amábamos, yo diría que sin reservas, y para eso de antemano disculpábamos tus "gracias".

Pero a ver si me centro. Con estas letras que te envío a tu nueva dirección, en la seguridad de que el Paraíso existe, trato de dejar claro algo que nos estremeció en tu funeral, cuando dijo el sacerdote que fuiste un "cristiano viejo". Menuda definición para acogernos todos a la salvación. Pues, según él, significa que el hombre convencido de su fe y religiosidad, no lo exterioriza, como parece que fue tu caso.

Qué homilía, Juan Carlos, como esas faenas de inspiración y gracia que tanto te han gustado, con elocuentes referencias a tu pasión e ilusión por el toreo que ha sido tu vida. Quedó claro que fuiste un hombre de fe.

¿Y sabes lo más bonito, lo mejor? Pues que, según el cura, por tu fe cristiana, comparable en grado a la taurina, ya estás con el Señor. Ahí seguro que te portarás bien. Incluso nos harás algún quite a los que andamos con tropiezos por aquí abajo.

Amén, que es una manera de despedirse, no del todo muy torera, pero con un mensaje definitivo de credo y esperanza.
  

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