lunes, 5 de noviembre de 2018

Temporada 2018 (y III) Sobre las ganaderías, una cuestión tan candente como polémica / por J.A. del Moral



Temporada 2018 (y III) Sobre las ganaderías, una cuestión tan candente como polémica

J.A. del Moral · 04/11/2018
Cada año suelen aparecer estudios sobre el negocio de los toros, incluso en revistas de economía como es el caso de “eleconomista.es, en donde se publicaron datos como estos, un tanto alejados de la realidad:


“Si nos atenemos a las grandes cifras, en España hay unos 1.200 ganaderos de toros de lidia, que generan al año unos 37.000 toros para ser lidiados en más de 3.300 plazas (fijas y eventuales) y generan un negocio anual estimado en unos 2.500 millones de euros, del que se mantienen unas 15.000 familias.
De esa cantidad, unos 1.350 millones de euros proceden de la actividad directa relacionada con la fiesta (entradas, toros, almohadillas, derechos de imagen, carne, etc.), mientras que el resto se debe a toda la actividad adicional: bares, transporte, taxidermia, etc. En total, el 70 por ciento de los municipios que existen en España (unos 5.600) celebran cada año 17.000 festejos taurinos de todo tipo, tamaño y color.

Ésas son las grandes cifras. La realidad dice que la situación no es tan beneficiosa como pudiera parecer. El negocio es deficitario en la mitad de las plazas y los millones de más que se llevan medio centenar de figuras y los hierros de moda es dinero de menos para cientos de ganaderos, apoderados y matadores que viven como pueden a la espera de una oportunidad, en manos de la suerte.


Crisis Ganadera

¿Cuánto vale un toro ? El precio de un astado es volatil y depende no sólo de factores objetivos, sino también de los pasionales que genera esta práctica.
Siempre depende del hierro, la categoría, la edad, el tipo, el trapío, etc… contando con que la bravura, más o menos, se le supone. Incluso los ganaderos más prestigiosos no dan nunca el precio de un toro hasta que no se lo enseñan al cliente: si ve los fallos o no le gusta, tendrá un precio; si no los ve y se emociona con la presencia y los cuernos, tendrá otro.
Un hierro de primera puede permitirse cobrar por un toro sin defectos una media de entre 5.000 y 6.000 euros, aunque los hierros más afamados pueden duplicar y triplicar ese precio con facilidad en una plaza de primera o en cualquier otra que esté dispuesta a pagarlo.
Pero no nos engañemos, por más renombre que tengan, los que ganan de verdad dinero con sus toros de primera se cuentan con los dedos de las manos.

Tras ellos está la que puede ser la segunda división del negocio de la ganadería, normalmente ubicada en la Asociación de Ganaderías de Lidia. Los precios cambian y se colocan prácticamente en la mitad que los anteriores como media, y muy por debajo cuando se trata de vender toros de capea a los pueblos, intermediar con corridas o novilladas de otros hierros o simplemente vender toros para que los toreros entrenen y “toquen pelo” antes de temporada.
Eduardo Martín-Peñato, presidente de la Asociación, se queja amargamente de la falta de poder que en la fiesta han sufrido los ganaderos.

Hace cuarenta años, el ganadero decidía los toros que llevaba a una plaza y el orden en que se toreaban. “Por eso se decía lo de no hay quinto malo, porque era en el que más confiaba el criador; por si acaso, siempre le quedaba el sexto”, explica.
Ahora, las figuras y sus apoderados son los que marcan los toros que más le convienen a su arte. La elección es comercial.

El reflejo económico de esa pérdida de poder histórica es brutal y explica la difícil situación de las explotaciones ganaderas de lidia: sólo 60 de los 1.350 millones de euros que mueve la fiesta llegan a manos de los ganaderos.
Además, mantener este negocio en caída libre es costoso. La cría del toro de lidia se enfrenta a unos costes nada desdeñables y difíciles de aguantar si no se maneja un buen volumen de reses bravas (toros y vacas). El pienso se ha disparado y la sequía no permite buenos pastos en invierno.
Con un buen regateo, una fiesta de pueblo con seis toros y tres vacas puede sacar el lote (de segunda) en poco más de 12.000 euros, más los portes.


Si en esos precios tenemos en cuenta que criar un toro tres o cuatro años tiene un coste de unos 1.000 euros al año, cada vaquero u operario sale por un salario bruto anual de 20.000 euros (1.500 al mes), veterinarios, caballos, mantenimiento de instalaciones, tranportes, conservación de 540.000 hectáreas de dehesas, etc… , el comido por servido es muy habitual en este negocio.
La mayor parte de los profesionales de este negocio sabe que sólo se gana dinero si se compra barato y venden muchos animales, aprovechando el precio de los mejores ejemplares para sacar el margen que no permiten los de peor estampa.”


No es cierto todo lo que se dice en este “estudio” en el que incluso se dice que hay 50 figuras. ¿Cincuenta? Jamás hubo 50 figuras fácticas en ninguna época del toreo. Actualmente, no hay más de seis grandes figuras y no todas tan grandes respecto al número de festejos que torean, ni la cantidad de orejas que logran, ni al dinero que ganan los verdaderamente grandes. En la que solemos llamar primera fila, actualmente no pasan de 10. Y en la segunda lila, casi lo mismo. El resto lo compone lo que llamamos el “pelotón”.


Pero en este resumen vamos a comentar lo que aconteció en la pasada temporada con respecto al estado de la cabaña de bravo y a las ganaderías que dieron mejor juego.
Claro que, por delante, debo afirmar que el enorme influjo que sobre la crianza de ganado bravo ha venido teniendo el progresivo perfeccionamiento del toreo ha sido verdaderamente impresionante. En base a lo cual, podemos afirmar que ahora mismo estamos viendo lidiar un enorme número de toros bravos y nobles. Y no exagero si digo que cada año que pasa, los criadores – verdaderos taumaturgos de la bravura – progresan en este propósito.


Una parte minoritaria de la afición y gran parte de la critica, suelen discrepar apasionadamente sobre lo que decimos porque creen que los toros ya no son lo que fueron en sus suposiciones idealistas. Y desde luego que no porque esos toros de los que tanto hablan no permitirían el toreo de los que mejor lo practican cada vez mejor. Y que, además, es que pide la inmensa mayoría del público actual.


De tal modo así que, si volviéramos a los toros que los puristas quieren, casi nadie acudiría a verlos lidiar porque, sencillamente dicho, no permitirían el gran toreo que ahora se exige.


Además, las veces que se lidian toros de las ganaderías mal llamadas “toristas” y, sobre todo, de las más difíciles de torear, los toreros intentan torearlos como si fueran buenos. Y fracasan, claro. Porque con tales alimañas en mayor o menor grado, lo que se requiere es el toreo a la defensiva cuando no de aliño.
Por el histórico prestigio que tuvieron algunas de estas divisas, se continúan lidiando corridas “toristas” para cerrar las ferias en mayor o menor cantidad según el número de festejos que se organicen. Y punto. Ni una más. Porque si todas las corridas fueran de esta clase, la gente huiría en masa de las plazas. Y que nadie se engañe. Así acontecería sin lugar a dudas.


Precisamente por todo esto, una de las razones, si no la más, por las que llevamos viviendo años de decadencia en el negocio taurino es porque no hay tantas buenas ganaderías como sería preciso disponer como tampoco tantos verdaderamente buenos toreros capaces de aprovecharlas.


Las tardes en la que actúan los mejores toreros son las que el público demanda y a las que acuden en bastante mayor cantidad que a las que comparecen diestros mediocres. Y que nadie se atreva a decir que no hay mejores toreros porque los empresarios les cierran las puertas de sus plazas. Pues basta que aparezca un nuevo torero superdotado para que, de inmediato, se le abran todas. Y ahora mismo, tenemos un nuevo torero que está rompiendo todos los tópicos y todas los esquemas prefabricados. Pues, qué más quisiéramos todos, también los recalcitrantes, que en vez de salir uno solo, aparecieran media docena. ¿O no?


¿Por qué los más grandes toreros de la actualidad duran tanto? Pues por lo buenos que son y por la calidad de los toros que torean. Y punto. Que no nos vengan con más cuentos.
Precisamente por ello, las mejores ganaderías que hay actualmente son la mayoría de las que proceden del encaste Domecq en casi todas sus variantes en el que caben las más fuertes y encastadas, las de más clase e incluso las en el límite de entre las más débiles con tal de que sean nobles. Casi otro tanto podemos decir aunque en menor cantidad de las que derivan del encaste Núñez-Rama Rincón, “Atanasio”, Santa Coloma, Saltillo… y desgraciadamentw de muy pocas más desde que se puso de moda criar toros con bastante más de cuatro años de edad, con 100 o incluso con 200 kilos más del peso ideal y con uno o dos palmos más de alzada. Que estas sí que fueron la causa de la desaparición de otros encastes otrora predilectos y preferidos.


La conclusión de cuanto acabo de exponer es que, gracias a la gran cantidad de toros de posible lucimiento que hemos visto lidiar este año, desde los apenas aprovechables, pasando por los manejables, por los buenos en mayor o menor grado – la mayoría – y acabando por los excepcionales hasta terminar gozando al máximo gracias a los indultados, tantas y tantas grandes faenas que los mejores toreros han realizado y no solo las figuras de máximo rango y mayor capacidad, también no pocos toreros de medio pelo y hasta de mínimas casualidades, la Fiesta continúa siendo una de las manifestaciones culturales más singularmente importantes de la historia en los países donde se celebran corridas de toros. Y con esto, no hay quien pueda…

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