sábado, 8 de diciembre de 2018

Ganan el Real Madrid y Florentino; esperemos que pierdan los canallas / por Juan Manuel Rodríguez



Así las cosas, con una bomba de relojería que pasaba de mano en mano y que ojalá no nos acabe estallando a todos este domingo, España y el Real Madrid se ofrecieron como solución y la Conmebol aceptó. Al estadio Santiago Bernabéu sólo le quedaba por albergar una final posible, que no era factible hasta la desgracia acaecida el otro día y transmitida en vivo y en directo a todos los países del mundo.

Ganan el Real Madrid y Florentino;
 esperemos que pierdan los canallas.

Mañana se jugará en Madrid, y en el estadio Santiago Bernabéu, la primera y, salvo monumental sorpresa, última final de la Copa Libertadores fuera de América del Sur, donde lleva disputándose desde el año 1960. No es de extrañar, por lo tanto, que aficionados de River y Boca afincados en España hayan salido escopetados para tratar de conseguir una entrada, ni tampoco lo es que los socios madridistas hayan querido estar presentes en un hecho histórico que no volverá a repetirse. Esta vuelta de la Libertadores es doblemente única puesto que, por primera vez, enfrentará a los dos grandes rivales argentinos; de hecho dicha rivalidad mal entendida por los mismos cafres de siempre ha sido justamente la que ha arrancado del continente americano uno de sus trofeos deportivos más emblemáticos.

El gran fracasado es el fútbol argentino. La imagen que, no sólo del deporte rey sino del país en general, se está trasladando al exterior es terrible, dantesca, abracadabrante. Aquí, en Europa y en España, también vivimos y sufrimos el fenómero ultra, cada día que pasa afortunadamente más desterrado de nuestras vidas. En Madrid y Barcelona, Florentino Pérez y Joan Laporta se empeñaron en eliminar cualquier vestigio de violencia de sus estadios, y al final lo consiguieron aunque soportando una tremenda presión personal, que aún hoy persiste. Aún así, quien conoce el fenómero de las barras bravas argentinas, recuerda a la menor ocasión que no hay punto de comparación posible y que allí estos individuos tienen al fútbol, y a la política, en un puño. Me hace gracia cuando escucho a Mauricio Macri hablar de que van a trabajar para arreglar el problema cuando él mismo fue presidente de Boca y no lo pudo solucionar.

Así las cosas, con una bomba de relojería que pasaba de mano en mano y que ojalá no nos acabe estallando a todos este domingo, España y el Real Madrid se ofrecieron como solución y la Conmebol aceptó. Al estadio Santiago Bernabéu sólo le quedaba por albergar una final posible, que no era factible hasta la desgracia acaecida el otro día y transmitida en vivo y en directo a todos los países del mundo. El club blanco, y por supuesto su presidente, Florentino Pérez, aparecen como los grandes triunfadores de la crisis; y todo ello a pesar de que los mismos de siempre, los antimadridistas más recalcitrantes, estén tratando de manchar por todos los medios posibles una iniciativa, la de ofrecer el templo del fútbol mundial como refugio seguro de la Libertadores, que es buena en sí misma y que a nadie se le pasó por la cabeza hasta que fue anunciada en rigurosa primicia mundial por Josep Pedrerol en Jugones. Gana el Real Madrid, gana Florentino Pérez y esperemos que pierdan de una vez por todas y para siempre los canallas que manchan el fútbol.

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