jueves, 21 de febrero de 2019

Arcadi da arcadas / Editorial de Eduardo García Serrano

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 ...vomita su crueldad rupestre sobre los más débiles, y apela a su alma fenicia para exigir que los gastos sanitarios que originan los niños con Síndrome de Down y demás discapacitados los paguen sus padres por haber cometido el imperdonable delito social de traerlos al mundo, en vez de haberlos asesinado en el lugar en el que vivieron y habitaron los primeros nueve meses de su existencia: el vientre de sus madres.


Arcadi da arcadas

El Correo de Madrid, 2019-02-21 
Arcadi Espada es un intelectualillo de casino decimonónico y ateneo republicano, esas madrigueras escleróticas en las que huele a pies y a absenta. Juega a ser Max Estrella, pero le sale el payés con cuatro lecturas y tres latines que vomita su crueldad rupestre sobre los más débiles, y apela a su alma fenicia para exigir que los gastos sanitarios que originan los niños con Síndrome de Down y demás discapacitados los paguen sus padres por haber cometido el imperdonable delito social de traerlos al mundo, en vez de haberlos asesinado en el lugar en el que vivieron y habitaron los primeros nueve meses de su existencia: el vientre de sus madres. 

Para Arcadi Espada esos niños son reos de muerte por no ser (¡afortunadamente!) como él y sus padres son reos de un crimen de lesa Hacienda y de lesa Seguridad Social.

Arcadi Espada, fundador de ese conglomerado de la nada ideológica y del marketing de pasarela de niñas monas sin llegar a tías buenas que es C,s, es un ejemplar vulgar, aunque él se crea excelso, de la abundante especie de miserables que infestan los Medios de Comunicación españoles y que, a cambio del jornal, se mimetizan con sus amos políticos hasta el punto de llegar a creerse genuinos y originales, transgresores, rompedores y epatantes. Ese es el altísimo nivel de miseria moral de Arcadi Espada. Y cuando uno cae tan bajo se convierte en la peor especie de miserable: el miserable que no sabe que lo es y, por lo tanto, se siente investido del poder de arrebatarle la dignidad a los débiles, a los frágiles, a los discapacitados y a los enfermos. Y, encima, espera y reclama el aplauso de los gilipollas que le leen, le siguen y le admiran.

Arcadi Espada no lo sabe, pero lleva tatuada una esvástica en el lugar en el que alguna vez tuvo un alma. Ese lugar es el vientre de su madre quien sin saberlo, pobrecilla, parió un desalmado. Lleva tatuada la esvástica a cuya mayor gloria, a los primeros que exterminaron los nazis fue a sus compatriotas alemanes “reos” de cualquier discapacidad física o mental, por los mismos argumentos, mira por donde, que esgrime Arcadi Espada: porque su inutilidad era una rémora económica para el Estado Nacionalsocialista y porque su existencia era un insulto para la raza aria. Arcadi, das arcadas. Si tuvieras dignidad te arrojarías sobre la punta de tu apellido.

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