jueves, 14 de febrero de 2019

Fausto en su laberinto (“Hispania no paga a traidores”) / por Laureano Benítez Grande-Caballero

Pedro Sánchez, Begoña Gómez y el Falcon

Hey, «perfectus detritus», que cruzaste el Rubicón con tu «vini, vidi, vinci», ciñéndote tú mismo los hediondos laureles de la traición: por el portillo de una logia quieres vender a España como un Bellido Golfos cualquiera, tú, que te crees lo de «Bellido», narcisista ebrio del onanismo del poder.


Fausto en su laberinto 
(“Hispania no paga a traidores”)

Después de la apocalíptica conflagración, el general se asomó y, viendo la tierra totalmente arrasada hasta el horizonte por la devastación nuclear, gritó eufórico: «¡Hemos ganado!».

Y entonces, Pedrito, el pertinaz perdedor de elecciones, descendió de la tribuna con aire triunfal después de la moción de censura, proclamando «urbi et orbe»: «¡He ganado!». Hey, Castejón, que bombardeas España con bombas-NOM desde tu «Falcon», Ícaro que te despeñarás al inframundo en un crepúsculo de los dioses como no hubo otro igual, generalote que pretendes reinar aunque sea como el escarabajo que impera sobre sus estercoleros, como el anélido que reina en las charcas más putrefactas.

Hey, Pedro, y sobre esta piedra el NOM pretende fundar su España, trasvistiéndola de reserva espiritual en luciferino barbecho para las alimañas y los carroñeros de calavera y compás. ¿Qué te quedará, Ramasanta incubado en un poltergeist de barraca, si con tus maravillosas manos llevas a nuestra Patria al globalismo federalista, a las Taifas redivivas? Entonces dirías «He ganado», mientras contemplas impávido y baboso las cenizas de Troya, la tierra devastada por los orcos del Averno. ¿Qué te quedará para solazarte con tu juego de tronos, sino Mojácar y Zugarramurdi?

Hey, Sánchez, siniestro Fausto urdiendo con Mefistófeles morados y cuatribarrados la solución final para gloria de Soros y el señor de las Moscas: la incineración en los crematorios del NOM de los muros de la Patria mía, de los cadáveres de nuestros héroes, de nuestras gloriosas banderas, bajo un cielo de buitres carroñeros puño en alto.

Hey, «perfectus detritus», que cruzaste el Rubicón con tu «vini, vidi, vinci», ciñéndote tú mismo los hediondos laureles de la traición: por el portillo de una logia quieres vender a España como un Bellido Golfos cualquiera, tú, que te crees lo de «Bellido», narcisista ebrio del onanismo del poder.

Hey, mefistofélico felón, que venderías tu alma al cancerbero del Hades si tuvieras alma, que paseas hechizado por los salones versallescos de Europa, que planeas sobre los cielos del mundo al compás de «¡Volad, volad, malditos!», para darte el gustazo de ver desde las alturas los paisajes que arrasaste, las torres que desmochaste, los cadáveres que desenterraste. Salve, reyezuelo de feria, rey desnudo que un día tendrás que experimentar el tremendo amargor de ver cómo tus carrozas se convierten en calabazas, cómo tu princesa se transmuta en una horrible Circe, en una gárgola de cualquier santuario negro…

Hey, presidente de vertederos y escombreras, señor de aquelarres y ciénagas inmundas donde chapotean indepes y bolivarianos…

Fausto en su laberinto, Pedrito, que ya has visto el lobo de la España que se echa a las calles para liquidar tu funesto mandato, y que muy pronto verás cómo el Gran Capitán de Cuelgamuros te devorará con su maldición, aquella que dice: «Hispania traditoribus non praemiat». O sea: «España no paga a traidores».

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