miércoles, 20 de febrero de 2019

La Anti-España, la media-España y la España Grande / por Rafael L. Bardají



España es nuestro bien común. Que siga siendo un bien y común es lo que está en juego en las próximas elecciones. Espero y confío en que los españoles sabremos estar a la altura de las circunstancias.


RAFAEL L. BARDAJÍ
Madrid, 19 de Febrero de 2019
Con ocho meses de retraso sobre lo que prometió al desbancar a Mariano Rajoy, Pedro Sánchez ha acabado por convocar elecciones. Contra su deseo, se ha rendido y el próximo 28 de abril los españoles hemos sido llamados a acudir a las urnas. Su Gobierno lo han tumbado quienes le auparon al poder, separatistas y comunistas, al rechazar el presupuesto que había llevado a las Cortes lleno de orgullo y soberbia. Pero no es menos cierto que ha sido la otra España, la España viva, la que le ha impedido hacer más concesiones (a las que estaba sin duda dispuesto), cortándole toda tentación de aferrarse a La Moncloa y al Falcon. Es de suponer que algunos barones del PSOE también habrán contribuido, temerosos de enfrentarse a un escenario a la andaluza en toda España, sueñe lo que sueñe Tezanos.

Pues bien, lo que está en juego el 28-A no es un mero cambio de Gobierno. Es mucho más. Lo que se juega España en estas elecciones en su futuro, es el modelo de proyecto colectivo que nos queremos dar para las décadas y generaciones que vienen. Desde esta perspectiva, no son unas elecciones más. Y lo que se vote en ellas sí tendrá unas consecuencias a largo plazo.

Tres caminos al futuro están en juego. En primer lugar, está la Anti-España, esto es, el proyecto político encabezado por Sánchez, apoyado por Podemos y los separatistas de todo tipo. No creo necesario explayarme en lo que esta visión significa. Básicamente una España que permite la desmembración unilateral de una de sus regiones; una España residual subsumida por entero en las estructuras comunitarias de la Unión Europea; un pueblo español diluido por una incesante inmigración, de millones de africanos y musulmanes atraídos por la generosidad con la que el Gobierno les recibe y ampara gracias a unas cada vez más asfixiantes impuestos; una España partida y dividida, donde se impone una verdad que condena a la cuneta de la Historia a la mayoría de la población obligando al olvido y a la condena de lo que hemos sido, de nuestro pasado; una España segregada por género y tribus, donde lo normal y mayoritario sea condenable y todo lo marginal pase a ser lo central; en fin, una España irreal e irreconocible. Una España, por lo demás, condenada al fracaso económico y convertida en una nación de playas y camareros (sin animo de ofender a un gremio en el que somos excepcionales).

El segundo camino lo promueven tanto Ciudadanos como el nuevo PP, es el camino de la media España. Media porque, aunque a veces se atreven a realizar un buen diagnóstico de los males que nos aquejan, nunca llegan a desarrollar las terapias para curarlos. Se han servido tan bien del sistema actual, al que han corrompido para satisfacer sus intereses, que se niegan a desmontarlo y, por tanto, nos condenan a seguir sufriendo los males estructurales que nos han llevado a la crisis que vivimos hoy en día. Y no se trata de la desgraciada anécdota que España podría haberse evitado estos ocho meses de sanchismo si el PP de Mariano Rajoy hubiese hecho lo que debía haber hecho, convocar elecciones antes de dejar prosperar la moción de censura agazapados en un bar, como si el futuro de España no fuera con sus dirigentes, se trata de cosas mucho más graves: los nuevos líderes del PP han mamado toda clase de malas ideas sin darse cuenta y consideran natural lo que en realidad no lo es. La defensa del Estado de las autonomías es un buen ejemplo. Sabemos del despilfarro, de la sinrazón, por no hablar de la corrupción, que han alimentado y alimentan, pero el nuevo PP, al igual que el viejo PP o el PP de siempre, se aferra a ellas no porque sean buenas para España y los españoles, que no lo son, sino porque su base de poder y riqueza parte de ellas. En otros temas son tan hijos de la socialdemocracia europea, que no son capaces de ver los peligros de lo que defienden. Es el el caso de la ideología de género, donde están alegremente dispuestos a convertir al varón, al hombre, en un culpable nato por el hecho de haber nacido así. Igualmente, su globalismo y liberalismo a ultranza desdibuja el marco español y sacrifica nuestros intereses en aras de instituciones supranacionales, de la ONU a la UE pasando por la OTAN. Lo que buscan Ciudadanos y PP es una España progre, blanda, tecnocrática, eficaz en la gestión económica, pero poco más. De ahí que les resulte normal y natural sustituir la mano de obra española por la de emigrantes o que sucumban a la tentación humanitaria. No podemos olvidar que, bajo el Gobierno del PP, la población ilegal de extranjeros en España creció de manera espectacular. En la etapa de Aznar y también en la de Rajoy. Si, posiblemente menos impuestos, pero también menos España.

Y por último está la tercera vía, la que representa Vox. Una España donde el Gobierno se plante ante los separatismos con el propósito de derrotarlos con todos los instrumentos que la democracia nos otorga; una España cuyo Gobierno entienda y defienda que los españoles primero, que su obligación es, ante todo, con quienes han construido y levantado nuestro país, con su esfuerzo, trabajo y -no olvidemos- muchos impuestos; una España donde todos los españoles, independientemente del lugar de nacimiento o residencia, seamos efectivamente iguales, sin discriminación lingüística y sin trabas administrativas de recién cuño. Hay que recuperar a las provincias y desmontar el monstruo institucional de las autonomías; una España que defienda y blinde sus fronteras. Que distinga entre inmigrantes legales e ilegales y que haga caer todo el peso de la ley a quienes llegan a nuestro suelo violando nuestras fronteras; una España donde hombres y mujeres sean iguales ante la ley y todos, hombres, mujeres y niños reciban por igual la protección de la Ley; una España orgullosa de sí misma, soberana, que defiendan nuestros intereses nacionales sin venderse a proyectos supranacionales y globalistas. Una España que diga no a los intentos de eurabizar Europa; una España, en fin, donde se eduque a nuestros hijos en libertad, dignificando el trabajo, el esfuerzo, el sacrificio y la responsabilidad; una España, en suma, con un proyecto común y que funde su futuro en el mundo que realmente existe a nuestro alrededor, no en épocas doradas que no van a volver.

España es nuestro bien común. Que siga siendo un bien y común es lo que está en juego en las próximas elecciones. Espero y confío en que los españoles sabremos estar a la altura de las circunstancias.

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