lunes, 18 de febrero de 2019

Picar con fundamento / por Carlos Bueno



Los picadores son quienes mejor conocen la medida del castigo que cada toro requiere. Saben que hay astados que apenas necesitan ser picados, pero están supeditados a la categoría de la plaza y a la voluntad del matador. Son “los malos de la película”, cuando su función debería ser tan necesaria como emocionante. Sólo hay una forma de que su labor recupere el interés que merece, y es que el toro suba enteros en casta.


Picar con fundamento

La charla no pudo ser más franca y no por ello dejó de ser  distendida a la vez. En torno a una paella y después de dos copas de vino de El Pasmo la sinceridad afloró de forma natural. Éramos un grupo de aficionados y dos picadores de postín. Uno de ellos francés, el otro español. Dos almas gemelas de acuerdo en su forma de entender la profesión y de ver los problemas de la Fiesta. Se torea como se es, y se trataba de dos toreros a caballo comprometidos con el toreo. Por eso estos dos personajes pican de frente y por derecho, echando la puya por delante, señalando antes de que el astado se estrelle contra el peto. Pero ambos saben que no todos los toros necesitan el mismo castigo y que, por tanto, su función es medirlo para que el matador pueda luego expresarse con la muleta.

Apuramos la botella de El Pasmo y hablamos del tercio de varas, ¿de qué si no?, y convenimos que cada vez saltan al ruedo menos toros que necesiten una condena severa desde arriba del caballo. “Hay animales que ya salen de chiqueros pidiendo clemencia”, aseguró uno de los varilargueros. En las plazas de primera categoría hay que darles a todos los astados dos puyazos sí o sí. Da lo mismo que quieran guerra o demanden piedad. Les pregunté por el invento de Manolo Sales, una puya que penetra como todas pero que impide que se pueda girar y barrenar una vez clavada en la anatomía del toro, lo que obstaculiza que se incremente la herida en el mismo encuentro. No parecían muy convencidos los piqueros con el artificio. “Valdría para muchos toros, pero ¿y para los que necesitan severidad?”. Visto así no parece fácil la solución.

Porque es verdad que, afortunadamente, continúa habiendo toros con casta y poder que serían ilidiables sin su justo castigo. Además, suprimir el tercio de varas o hacerlo más light sería perder parte de la emoción que debería impregnar la lidia completa de un astado. En las corridas el malo de la película siempre es el picador, aunque el toro venga con la falta de fuerzas desde el campo. La solución no es otra que subir el nivel de casta y que los montados hagan su trabajo con fundamento, sin falsas apariencias. El francés y el español asintieron, y quiero creer que no fue porque ya no quedaba vino en la botella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario