miércoles, 6 de febrero de 2019

¿Por qué no nos toman en serio? / por Paco Delgado



El mundo del toro sigue despreciado, la tauromaquia sigue siendo ninguneada por buena parte de nuestros poderes fácticos, de hecho y hasta supuestos o hipotéticos.

¿Por qué no nos toman en serio?

No hace falta volver al ya manido tema de los presupuestos y la miseria consignada a un espectáculo que mueve millones de espectadores, genera más millones de euros para las arcas estatales y da empleo a más de doscientas mil personas. Es sólo la punta de un iceberg que, sin que lo veamos – o no lo queramos ver, que puede ser peor- va creciendo día a día y amenaza con aplastar y sepultar una de nuestras más ancestrales tradiciones y una de nuestras más brillantes manifestaciones culturales. Y una de las más importantes señas de identidad de nuestro pueblo. Pero todo eso no importa. Lo que se busca, con un esfuerzo digno de mejor causa, es acabar con todo ello y, de paso, o con ese fin, con algo que identifica claramente y sin ambages a lo español. No se quiere ser ya español. O no con lo que muchos entienden como tal, manteniendo vivo el error de, por ejemplo identificar el término nacional que singulariza al espectáculo taurino -y que viene de mitad del siglo XIX- con un determinado régimen político mucho más posterior.

A cuenta de aquella limosna asignada no sin una mueca de asquito, el ministro de Cultura -del que depende la cosa taurina- ha dejado claro que es muy importante que se siga teniendo en cuenta al toreo en estos Presupuestos que lo desprecian, como si esos 65.000 euros no fuesen calderilla…

Un ministro que dijo que “Está tan arraigado el desprecio por los animales, tan arraigada la idea de que son algo utilitario, bien sea para comer, para trabajar o para divertirnos, que creo que el reto es cambiar esa soberbia de la especie” es para que se le mire con recelo. Y vuelvo a recordar que de él depende el espectáculo taurino…

Pero, además, algo pasa. Una, o varias, manos negras se mueven entre bambalinas y siguen haciendo invisible la fiesta nacional, sí, nacional, la fiesta de todos, la gran conquista social de los españoles.

No hay forma de que la televisión generalista dé a los toros el espacio que merece. No se pide tampoco horas y horas de programación, pero sí el ser tenidos en cuenta en los informativos con motivo, por ejemplo, de las grandes ferias, grandes faenas, grandes triunfos, etcétera. Ser tenido como algo normal, algo que sigue muchísima gente a la que se hurta información sobre su espectáculo favorito.

Y lo mismo pasa con la radio. Dos programas a nivel nacional, medio escondidos en la parrilla y uno a una hora prácticamente imposible para ser escuchado en directo… sin apenas medios, sin que se les preste la atención que merecen, sin que a los profesionales que los realizan se les eche cuentas… ni casi nada.

Otro tanto ocurre con la prensa escrita. Varios de los rotativos con tirada nacional se ocupan de lo que pasa en los ruedos cuando hay ferias, ferias importantes, claro, pero apenas hablan de toros fuera de ellas. Ya no hay sección taurina como hace unos años y mucho menos aquellos suplementos que tanto bien hacían. Parece como si a los redactores jefe les diese grima el tema y tiene que ser algo muy gordo para que den espacio a una noticia taurina.

Sólo queda al aficionado internet, y aquí sí que tan ancha es Castilla como el ciberespacio. Aunque en realidad son escasos los sitios que ofrecen sensatez, fiabilidad y buen juicio. Al tener cabida todo, no siempre es fácil separar el grano de la paja y junto a páginas que son propaganda descarada y publicidad más o menos encubierta, hay otras miles de talibanes furibundos que siembran cizaña y desconcierto, siendo esto también causa y motivo para que no se nos tome en serio y, desde instancias oficiales y oficialistas, se nos mire por encima del hombro y como diciendo que ya nos queda poco.

Victorino Martín dijo en el Senado verdades como puños a los padres -me parto…- de la patria. Ojalá que sirvan para se devuelva al mundo de los toros la importancia que en realidad tiene y merece.

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