jueves, 14 de febrero de 2019

Salvador Távora, en los ruedos y en los cielos / por Enrique Amat



Salvador Távora, en los ruedos y en los cielos


Con la muerte de Salvador Távora la escena española pierda a uno de los más grandes referentes de los últimos tiempos. No sólo la escena, sino asimismo el flamenco y la tauromaquia, artes a las que consiguió unir y fundir en sus producciones teatrales.

Salvador Távora Triano nació en Sevilla en 1930. Director teatral, cantaor y autor, quiso ser torero. Aprendió a torear junto a Rafael el Gallo y actuó en los ruedos entre los años 1952 y 1960, prodigándose en plazas andaluzas como la Real Maestranza de Sevilla, Utrera y Camas. Anunciado con el apodo de Gitanillo de Sevilla, llegó a presentarse como novillero con picadores en Madrid. Fue el 30 de agosto de 1953. Ese día se lidiaron novillos de Alicio Tabernero de Baz y uno de Julia Cossío y alternó con Morenito de Córdoba y Alfredo Leal. Resultó herido de pronóstico reservado y sólo mató un novillo.

Se retiró el 21 de agosto de 1960 en la plaza de Palma de Mallorca, tras dar muerte al toro que acabó con la vida del rejoneador Salvador Guardiola, en cuya cuadrilla actuaba aquel día como sobresaliente. Guardiola falleció por las lesiones sufridas al caerse del caballo.

Retirado de los ruedos, creó el grupo de teatro popular La Cuadra, que apareció en el panorama escénico español a finales de 1971. Apoyándose en las manifestaciones del vivir cotidiano del pueblo andaluz, fue capaz de elaborar un lenguaje peculiar que introducía muchos elementos extra teatrales, y que supuso una auténtica revolución en la escena española. De esta forma, con el montaje de Quejío, fue el primer dramaturgo en utilizar el arte flamenco como vehículo de la expresión dramática. Posteriormente, creó los espectáculos Carmen y Don Juan de los ruedos. En ellos, la novedad consistía en que se lidiaban o rejoneaban toros dentro del desarrollo de la representación, lo que produjo admiración, aunque el hecho ni estuvo exento de polémicas.

De esta forma, el día 25 de julio del año 2000 en Peralada, con el aditamento de toreo de salón, y el inmediato 3 de agosto en Fuengirola, en esta ocasión ya en la plaza de toros de la localidad, Salvador Távora estrenó su obra Don Juan en los ruedos. Una ópera popular de caballos y cantes. En ella se propuso fundir dos ceremonias: la del teatro y la de la corrida. Dos liturgias y una ritualidad iconográfica. Este Don Juan recoge el flamenco, los toros y Andalucía como argumento. El arte de la seducción y la muerte. El toreo y don Juan, el toro y la conquista. El juego con el toro y la lucha con la atracción del sexo. Don Juan, según la propia compañía La Cuadra en la presentación de la obra: “es una apuesta por la modernidad llena de contenido, por la tradición abierta y, naturalmente, por los supuestos estéticos y éticos de La Cuadra”. En el proyecto se contó con el rejoneador Ángel Peralta, a quien se encomendó el primer Don Juan y las exhibiciones ecuestres de salón, aunque la parte real del rejoneo corrió a cargo de Álvaro Montes.

Y hubo otro don Juan de a pie, que fue el torero Javier Conde. En la organización de la parte taurina de la obra colaboró el empresario y apoderado Paco Dorado. Al espectáculo se sumaban otros cincuenta y cinco artistas más, entre actores, bailarines y la banda de músicos, que interpretaba obras de Granados, Chueca, Ravel y Mozart, entre otros.

El hecho de que se programase la lidia de los toros dentro de la representación levantó una gran polémica. De esta forma, en su estreno en 2000 en Peralada, hubo que sustituir a los animales por actores, debido a la prohibición catalana de las corridas de toros. Finalmente, el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña acabó dando la razón a Távora. Pero el daño ya estaba hecho. Los espectáculos fueron puestos en escena en muchas plazas, como la Maestranza de Ronda y la de Sevilla, e incluso en América.

En esta representación, como en la titulada Carmen: ópera andaluza de cornetas y tambores, basada en el personaje creado por Merimé. El objetivo era reflejar el estremecimiento que le producen a Távora las corridas de toros producto de su experiencia en los ruedos. “Mi propuesta era el resultado de la unión de una corrida de toros sin tiempos muertos y del teatro sin fingimientos. No jugamos al cartón piedra, la muerte nos ronda de verdad. No se sabe dónde empieza el ritual taurino y dónde el teatral”, aseguraba.

Con todo y, aunque defensor de las corridas de toros, llegó a manifestar que “podría quitarse la muerte del toro en los festejos, tal como ocurre en Portugal. Y aunque el toro no muriese en la plaza, la muerte seguiría presente en las corridas, entre los pitones del toro, rozando los muslos de los toreros.”

Salvador Távora seguirá, ahora desde el cielo creando arte con el teatro, los toros y el flamenco.

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