sábado, 30 de marzo de 2019

Ni Theo era Caín ni Lucas es Abel / por Juan Manuel Rodríguez



Ni Theo era Caín ni Lucas es Abel 


Tal y como adelantó Marca el pasado 19 de diciembre, este miércoles se confirmó el fichaje de Lucas Hernández por el Bayern de Munich, que pagará 80 millones de euros por él, aunque la cifra final podría llegar hasta los 96, el traspaso más caro de la historia del Atlético de Madrid. Cuando, insisto que en diciembre y gracias a Marca, supimos que Lucas se iba, la incredulidad dio dos pasos al frente; y cuando, debido a que Simeone movió sus hilos y a que el Bayern cedió finalmente a la súplica colchonera de quedarse con el jugador hasta ver cómo iba la temporada, Lucas no se fue en enero tal y como estaba inicialmente previsto, entonces se habló del irresistible y magnético poder de seducción del Cholo. Pero, salvo casos muy raros como el de Totti, que no salió jamás de la Roma, el poder de seducción que entienden hoy en día los futbolistas es el de los billetes de 500 euros encadenados uno detrás de otro.

Lucas se apellida Hernández. Comparte apellido con otro futbolista de Primera División, Theo, que también se apellida Hernández y que juega en la Real Sociedad. Se apellidan igual porque ambos son hijos del mismo hombre, el ex futbolista, que también jugó en el Atlético de Madrid, Jean-François Hernández, un buen central; probablemente habría sido más sencillo empezar diciendo que Theo y Lucas son hermanos, aunque el trato que recibieran fuera tan diferente, tan distinto, tan radicalmente opuesto que, aún siendo hermanos, uno pareciera falsamente Caín, Caín Hernández, y el otro Abel, Abel Hernández. De Theo se sugirió, cuando no se afirmó directamente, que no sentía los colores, que había pesado en él más el poder del dinero que el corazón deportivo, y se precisamente puso como ejemplo de comportamiento a su hermano Lucas; Lucas era el bueno, y no sólo moralmente hablando sino también desde el punto de vista deportivo; en realidad, al Atlético de Madrid no le importaba que Theo volara, que Theo abandonara el nido, porque Simeone no contaba con él; lo de Lucas, que además era mucho mejor que Theo, era distinto: Lucas era el defensa del futuro, Simeone le iba a dar galones, era el sustituto de Godín; Theo no, Theo no valía y por eso le habían dejado escapar; el club comprador, al que el Atlético de Madrid le había metido en el fondo un gol, se llevaba al hermano "flojo".

La diferencia entre Theo, que no tuvo suerte en su primera temporada en su nuevo club, y su hermano Lucas no era, por supuesto, el de la lealtad; Theo no era Caín y Lucas tampoco era Abel. La diferencia entre uno y otro fue el destino elegido, como lo fue también en su día en el caso de Julen Lopetegui. El destino escogido por Lucas sí es aceptable, incluso es un destino bien visto y nadie tiene empacho en reconocer, eso sí por lo bajinis, que, yéndose al Bayern, el mayor de los Hernández acierta y mejora notablemente tanto económica como deportivamente hablando; el destino de Theo era de todo punto inadmisible porque lo que sucedió es que a Theo, que tuvo que enfrentarse incluso con su propio representante, que a puntito estuvo de sucumbir a las presiones, se le puso entre ceja y ceja fichar por el Real Madrid, y eso sí que no, por ahí no se podía pasar.

Aunque sin él pretenderlo, las declaraciones de Lucas, que adora a su hermano, tampoco le ayudaron porque hubo quien interpretó que su amor era incondicional, que su cláusula de rescisión de contrato era emocional y no tenía nada que ver con los millones y que, a diferencia de otros que sí se iban por el vil dinero, él permanecería en el barco hasta el final. Pero el final fue el miércoles. Hace menos de un año Miguel Ángel Gil viajó hasta la concentración de la selección francesa en Rusia para anunciar la ampliación y mejora del contrato de Lucas, el fiel Lucas, Lucas el bueno, hasta 2024; ayer, cinco años antes de la finalización de dichoi contrato, Lucas dijo "hasta luego", o sea "hasta Luego, Lucas". Lo dijo con pena, por supuesto, pero lo dijo, y lo dijo después de hacerlo, tal y como adelantó Marca en diciembre. No lo hizo por maldad, no, como se sugirió que lo hizo Theo, sino exactamente por el mismo motivo que el menor de los Hernández, para progresar, para mejorar, para evolucionar... como Fernando Torres en su día. En el caso de Theo, pecado mortal; en el caso del honrado y fiel Lucas, un paso lógico y razonable: las puertas del Atlético de Madrid permanecerán siempre abiertas para él.

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