miércoles, 3 de abril de 2019

El San Isidro de las rastrojeras / por Paco Cañamero



Ni en las peores pesadillas se podían imaginar una Feria de San Isidro con tan escasos atractivos como la presentada días atrás por el ciudadano francés Bernard Domb, el histriónico Simón Casas. Una feria que siempre fue el volcán taurino de cada año y sin embargo, esta vez, ha quedado convertida en una rastrojera.

El San Isidro de las rastrojeras

Paco Cañamero
Ni en las peores pesadillas se podían imaginar una Feria de San Isidro con tan escasos atractivos como la presentada días atrás por el ciudadano francés Bernard Domb, el histriónico Simón Casas. Una feria que siempre fue el volcán taurino de cada año y sin embargo, esta vez, ha quedado convertida en una rastrojera. Más allá de la ausencia de destacadas figuras y de otros toreros que deberían estar, ha sido confeccionada sin interés y para salir al paso, en plan huida y ni tan siquiera en versión low cost. Únicamente se salvan tres carteles en medio un largo mes de toros.

Un ciclo lejos de aquellos que hacían saltar de alegría al aficionado desde el momento que se presentaba el serial y ya estaba loca la gente por sacar los abonos, mientras que los de provincias buscaban los carteles de su gusto para ir a Madrid. Nada que ver esta feria organizada por Simón Casas y su Plaza1 con las de Jardón, Stuyck y Juanito Martínez –la llamada entre los taurinos como empresa de Madrid-, o más tarde Manolo Chopera –quien fue capaz de volver a levantar Las Ventas y ponerla en el máximo nivel de prestigio-, al igual que la época de los Lozano –con la irrupción de Rincón y muchas cosas buenas comparadas a la actualidad-, o José Antonio Chopera, el último gran señor del empresariado. Y eso que a José Antonio al llegar no lo dejaron casi nunca hacer a su aire y Esperanza Aguirre, para pagar favores políticos, le metió con calzador a varios socios, entre ellos a Fidel San Román, quien pronto sería encarcelado por la corrupción del ladrillo conocido como Caso Malaya. O acto seguido esa rara sociedad formada por Matilla y el propio Casas, siendo una pena, porque a José Antonio Chopera de haberlo dejado, que era un viejo sabio del toreo, hoy Madrid seguiría siendo una plaza seria y con futuro, lejos de la actual rastrojera.


Y ustedes se preguntarán, ¿cómo ha llegado Simón Casas a gestionar nada menos que la plaza de Madrid? Muy fácil, en los últimos tiempos la Comunidad madrileña ha estado en manos incompetentes, prueba de ellos son tantos casos de corrupción como han aflorado, sin nadie que se haya preocupado de verdad por el prestigio y grandeza de Las Ventas, siendo uno de sus mejores activos. Nada que ver con los tiempos añejos de la Diputación de Madrid con la figura de vicepresidente representada en Leopoldo Matos, encargado de los menesteres taurinos y además un grandioso aficionado que nunca dejó meter gato por liebre en Las Ventas. O después con gente conocedora de lo que se traía entre manos y jamás dejarían el coso en manos de un ‘paracaidista’, como ha ocurrido Simón Casas, quien aterrizó en tiempos confusos y además lo hizo con un oscuro personaje, que desconocía cualquier competencia taurina llamado Rafael García Garrido, procedente del sector de viajes y de toros ha sido clara su nulidad. ¡Demasiado bien está la Fiesta con tanto zarpazo!

Además, Simón Casas, con esas palabrería propia de un charlatán aprovechó las aguas turbias para embaucar a tanto político nefasto en la  concesión la gestión de Las Ventas y previamente engañar al resto de los empresarios interesados, a quienes convenció para que no se presentasen al concurso con ese abusivo canon, mientras él la hacía la cama a todos ellos en otra jugada de su habitual modus operandi. Por esa razón ahora los políticos de la Comunidad se tiran del pelo y se ven obligados a callar para no destapar el gravísimo escándalo que hay detrás, al encontrarse en épocas electorales. Y tiemblan esperando a ver qué ocurrirá al finalizar la feria, porque no olvidemos que en 2017, al finalizar San Isidro, ya la propia Plaza1 quiso desertar de Madrid y se inventaron la falsedad de que estaba en ruina y necesitaba rápidamente la intervención en obras urgentes –cuando Las Ventas está de lujo en comparación a la mayoría de las plazas españolas-. Entonces el asunto fue de tal gravedad que los políticos afectados se unieron para alcanzar una salida hacia adelante y exigieron continuar a la empresa, aunque dañó gravemente a la afición y al prestigio de la Fiesta al dar carpetazo a las corridas del verano madrileño que siempre fueron una tabla de salvación para los modestos. Por eso ahora hay tanta inquietud a la espera de ver qué va a ocurrir el 17 de junio, una vez que se apague la luz tras la última corrida del ciclo. Porque pinta mal la cosa, muy mal por una empresa –nefasta- que tanto daño ha hecho al prestigio taurino de Madrid y a la grandeza de Las Ventas.

Simón Casas, no nos cansamos de decirlo, es un vendehúmos, un charlatán, un encanta-serpientes y que ha triunfado porque en estos tiempos reina la confusión taurina y la falta de aficionados –que es muy distinto a seguidor de un torero-, de prensa combativa, de empresarios con visión y seriedad, con el agravante de quedar las concesiones de las plazas en manos de políticos que adjudican desde el desconocimiento y únicamente buscando su propia notoriedad en los callejones. 

Luego pasa lo que pasa y de ahí que este personaje se haya hecho con el control de Las Ventas, a la que está llevando a unos niveles de miseria jamás vividos –desaparición de las corridas de verano, falta de oportunidades, disminución de público, carteles sin atractivos…-. Y todo con el añadido del gran engaño del bombo, otra soplapollez de las muchas que dice y hace.

La prueba se ha visto que él mismo se he echado toda la tierra encima cuando tuvo que llamar de urgencia a Julián López El Juli y darle todo lo que le ha pedido, para demostrar una vez más que este hombre –Simón Casas- en sí mismo es una gran mentira que padecemos los aficionados y la propia Fiesta.

Ahora, a la espera del San Isidro, las campanas taurinas de Madrid que siempre fueron del mejor bronce, ya suenan a latón, porque estamos ante la peor feria de la historia, la confeccionada de saldo, a tropezones y ya conocida como el San Isidro de las rastrojeras. Solamente falta y será bueno para la Fiesta, que en medio de esta selva triunfen toreros jóvenes para traer frescura al escalafón.

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