viernes, 9 de agosto de 2019

La larga historia del imperio de la Casa Chopera hasta llegar a la alianza mexicana


Manolo Chopera y su último gran sueño: la plaza de Illumbe

Eran otros tiempos. También eran otros empresarios. Pero don Pablo Martínez Elizondo y luego su hijo Manolo, levantaron todo un imperio empresarial, que abarcaba a la totalidad de la geografía taurina. Pero en todos los tiempos Bilbao tuvo un gran peso, como su mascarón de proa. Y también resolvieron no pocas papeletas. Pero aquella gran empresa, verdaderamente multinacional en cuanto a su implantación. luego devino a menos sobre todo con la desaparición de Manolo Chopera, hasta entrar en su última etapa, basada en una alianza con el magnate mexicano Alberto Bailleres.

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Más de 60 años consecutivos en Bilbao
La larga historia del imperio de la Casa Chopera hasta llegar a la alianza mexicana

Ya en los tiempos de don Pablo Martínez Elizondo, la Empresa originaria creció y se diversificó, hasta legar a sus hijos un gran grupo empresarial, que se había ganado el respeto del mundo del toro, bajo la consigna de la seriedad en la gestión, que era como su emblema. En la empresa  figuraban, junto a dos figura del momento –Paco Camino y El Cordobés--, un gran número de plazas y de toreros. 

En buena medida el artífice de todo ello fue Manuel Martínez Flamarique, Manolo Chopera (San Sebastián 1927-2002), un licenciado en Ciencias Químicas, que tenía como un eficasísimo  hombre de los números a su hermano Jesús, técnico de primer nivel en el Ayuntamiento y un taurino muy poco dado al protagonismo, pero que era esencial para la buena marcha de los negocios. Partiendo de lo heredado, entre ambos construyeron un verdadero imperio, al que se podía aplicar la vieja frase histórica: donde ”no se ponía el so!”. 

Tan sólo en Venezuela gestionaba seis plazas: Caracas, Maracay, Valencia, Barquisimeto, Mérida y San Cristóbal, mientras en Colombia gestionaba otras 4: Manizales, Medellín, Cali y Bogotá. A todas ellas hay que sumar el trabajo desarrollado en  Quito (Ecuador), en Lima (Peru) y en distintos cosos mexicanos.

En Francia fueron empresarios de Bayona, Mont de Marsan, Nimes, Eauze, Vic Fezensac, Floirac y Tolousse. En España regentaban todas las plazas del Norte: Burgos, Vitoria, Bilbao, Santander, Tudela y Logroño, a las que unían, entre otras, Almería, Salamanca, Talavera de la Reina y Palencia y, ocasionalmente, Sevilla --asociado con Canorea-- y Zaragoza. Pero contaban además  con  una ganadería en España –que aún hoy continúa lidiando--  y otra en Colombia –que fue vendida en el año 2000--.

Pero la consagración le vino cuando en 1981 se le adjudicó la madrileña plaza de Las Ventas, tras el inmenso batacazo de Martín Berrocal y Canorea,  donde en 8 años pasó de ser una inmensa ruina a colocarla en sus números máximos de abonados: pasaron de escasamente 4.000 hasta los 18.000. Ni con recomendaciones se conseguía un nuevo abono.  Para culminar una trayectoria espectacular, en 1998 Manolo Chopera consiguió su sueño: que San Sebastián tuviera de nuevo una plaza de toros, la de Illumbe, aunque luego los políticos enredaran en lo que siempre fue y sigue siendo un gran proyecto.

Aunque poco le afectó la separacion de sus primos, los Martínez Uranga, luego aquel imperio que tanto hizo por la Tauromaquia, se fue resquebrajando. Se notaba demasiado la ausencia del gran gestor que fue Manolo. El número de plazas a gestionar comenzó a decaer a partir de la década de los años 90. Se desmoronó la fuerte presencia en Francia y en América, abandonan la gestión de Burgos, luego de Vitoria --que nunca se ha recuperado--, para más tarde abandonar Córdoba y Málaga, de las que se bajaron en marcha y antes de tiempo como consecuencia de las pérdidas. 


Los representantes de Chopera y Bailleres, en Salamanca

Y así hasta llegar en nuestros días a la firma de un acuerdo salvador con el monopolio mexicano que comanda Alberto Bailleres, que ha ido comprando porcentajes --en algunos casos mayoritarios-- de las plazas que históricamente estuvieron en la Casa Chopera. Y cuando la nueva alianza hispano-mexicana  trató de abrirse un nuevo horizonte con el concurso de Las Ventas --aquella que décadas antes Manolo Chopera salvó de la ruina--, apareció Simón Casas y les ganó por goleada el concurso.  Pero con posterioridad tambien perdieron otros concursos, como recientemente ocurríó en Burgos y en Íscar ante empresas de mucha menor importancia.

En la actualidad, cuando parece que el protagonismo de Oscar y Pablo Chopera ha ido cediendo terreno a la cuarta generación familiar, que personifica Manuel Martínez Azcárate –en la actualidad Secretario del Consejo de Administración de la sociedad BMF, formada por su familia con el Grupo de Bailleres--,  el viejo imperio se centra en las plazas de Salamanca, Logroño, Almería y  Palencia, tiene un contrato temporal en la de San Sebastián y  ahora con toda probabilidad se afianzará por 20 años en  Bilbao. 

Los Chopera en Bilbao 

La Casa Chopera llegó a Bilbao a raíz de la crisis de espectadores y de ingresos que sufren las Corridas Generales en la última parte de la década de los años 40. Cuando en 1949 la Junta Administrativa entra en pérdidas  --150.000 pesetas de las de entonces--, para las dos temporadas siguientes acuerdan con don Pablo Martínez Elizondo la organización del abono. Remonta en algo la captación de espectadores, pero no lo suficiente, entre otras cosas por la climatología adversa del año 1951.

Tras la etapa del conocido como Grupo Club Cocherito y de la entonces empresa de Madrid, fue a partir del concurso privado convocado en otoño de 1955 cuando ya la plaza pasa a estar gestionada por los Chopera. De forma ininterrumpida han estado desde 1956 hasta este 2019, cuando ahora abren una nueva etapa nada menos que por 20 años, pero ya en una alianza con un monopolio mexicano. 

Pues bien en ese concurso de naturaleza privada que convoca la Junta  Administrativa, surgió una gran polémica. Para la adjudicacion para las temporadas de 1958-1959, no fue precisamente como el de hoy; entonces se presentaron 12 plicas diferentes y la propiedad no elige a la que ofrecía una cifra más alta –que era la de Grupo Club Cocherito--, sino que decide otorgársela a los Chopera, aunque su oferta era inferior en 380.378 pesetas y se había calificado como 4ª entre todas las ofertas. La decisión generó una sonora polémica en la prensa local, encabezada por La Gaceta del Norte, mientras su entonces competidor silenciaba el asunto. 


Hay que tener en cuenta que en aquellas fechas la plaza bilbaína era de titularidad privada, por lo que las entidades propietarias  tenían una gran libertad a la hora de contratar la gestión: no estaba  obligada a cumplir las normas de la contratación pública, ni a conceder la plaza a la plica más alta.

A partir de la temporada de 1956 las Corridas Generales han sido ya cosa de la Casa Chopera, cuya gestión pasó mediados los años 60 a manos de los hijos de don Pablo,  Manolo y Jesús Chopera, que en una primera etapa estuvieron acompañados por sus primos José Antonio y Javier Martínez Uranga, hasta que ambas ramas familiares separaron sus negocios.

Pero llegó la crisis. No era  nada particular de la Casa Chopera: era la crisis y la inestabilidad que afectó al conjunto de la Tauromaquia de la época.  Cambiaron las circunstancias en América y Francia, pero sobre todo en España, donde  se vive una etapa compleja a partir de mediados de los años 70, que si políticamente tuvo el gran acierto de la Transición, para el mundo del toro trajo no pocos  motivos de preocupación, luego acrecentados en la última década.. 

Cuando llega la crisis y los cambios

Aunque de forma algo más tardía, en esa dinámica la crisis se agudizó en Bilbao coincidiendo con la nueva etapa política, que entre otros efectos provoca que la Plaza de Vista Alegre pase a ser propiedad en un 50% del Ayuntamiento, que hereda la propiedad el antiguo Hospital Civil --de naturaleza privada y copropietario del coso con la Casa de Misericordia--, que había entrado en trance de desaparecer, entre otras cosas por unas inversiones de alto riesgo, que acabaron por no poder asumir. Para evitar semejante pérdida, que para la vida de Bilbao era y es muy principal, la titularidad del centro hospitalario se traspasa a la Corporación municipal, que sin habérselo propuesto se encuentra con esa propiedad compartida.

Modificada en su mitad la Junta Administrativa, a quien correspondía desde que los promotores de la plaza la donaron a finales del siglo XIX, pierden en gran medida su influencia los representantes de la sociedad de Neguri –que hasta entonces eran mayoritarios--; lo que queda de los antiguos gestores pasan a tener que trabajar conjuntamente con los representantes políticos del Ayuntamiento.

No es cosa de entrar aquí  en la memoria histórica de todo aquel proceso, que no resultó ni fácil ni siempre acertado.  Pero ya las cosas no podía ser como hasta entonces: la mitad de la Junta Administrativa quedaba ya pendiente de las sucesivas mayorías municipales que fueran saliendo de las urnas. Con todos ellos se fue entendiendo la Casa Chopera, para mantener la gestión.

Sin embargo, coincidiendo con este cambio de orden institucional, a finales de los años 70 las Corridas Generales habían entrando en crisis. Lo que antes eran beneficios ahora se convierten en número rojos. Todo ello era fruto no sólo a las nuevas circunstancias políticas, sino sobre todo a lo que la historiadora Laura del Rey definió como “el  decaimiento social” de la afición a los toros en la villa vizcaína.

Por entonces regía el último contrato suscrito por Manolo Chopera y la Junta Administrativa, según el cual en 1976 la empresa abonaba a la propiedad un canon de 13 millones de pesetas, más el 33% de la recaudación bruta que excediera a los 30 millones. Se firma para cinco años, con un sucesivo incremento del canon, que para la temporada última, la de 1980, alcanzaba los 14 millones, además del referido 33%.



Pero los números no terminaron de cuadrar. Por eso, las condiciones del acuerdo de la Junta Administrativa con la Casa Chopera se modifican: la Junta pasaba a ser la entidad mercantilmente responsable a todos los efectos de las actividades taurinas, en tanto los Chopera pasaban a ser los asesores externos –con distintas denominaciones según las etapas-- de la Plaza, por lo que se les retribuye con un % variable en función de los ingresos registrados en taquilla. En la práctica, esta nueva fórmula de gestión discurrió ya bajo la responsabilidad de los hijos de Manolo Chopera, Oscar y Pablo Martínez Labiano, que se hicieron cargo a comienzos de los años 2000 de los negocios familiares cuando  enferma el mítico empresario. 

En el contrato vigente hasta finales de 2018, que comprendía inicialmente las cinco temporadas de 2014-18, pero luego fue prorrogado por un año más --el actual de 2019--  por los líos y retrasos del concurso público, la Empresa Chopera tenía estipulado por su labor como asesores  un ingreso suelo mínimo de 72.000 euros, en el caso de que el porcentaje que le corresponde sobre los beneficio de explotación de los toros  no llegara a alcanzar esa cifra.  Pero se incluyen los posibles incrementos sucesivos en función de resultados. 

Se trata del contrato del que años más tarde el entonces y hoy alcalde de Bilbao, Juan María Aburto, se lamentará, porque contiene una cláusula indemnizatoria a percibir por la empresa Chopera en caso de una resolución anticipada. Aunque no se ha hecho pública la cantidad, el edil bilbaino aseguró que se trataba un importe tal que financieramente no podía afrontarse. Es por lo que la decisión del cambio de gestión se tuvo que demorarse en más de dos años, hasta dejar que expirara aquel contrato hasta la temporada de 2018. Pero se trata también del contrato que más años coincide con la grave crisis de la plaza, con la conmtinuada disminución de espectadores.

Para ya a mediados de 2017 la corporación municipal ya tenía preparado el primer borrador de la convocatoria del nuevo concurso público. En un primer momento,  del concurso tan sólo se conocían dos factores importantes: que se iba a  regir por la Ley de Contratos Públicos y que la empresa que resultara ganadora se debería hacer cargo de los gastos de reparación y mantenimiento de las instalaciones del coso. Pero, además, se trataba de  establecer algunas salvaguardas sobre la prioridad que se concede a la explotación taurina de la Plaza y sobre el mantenimiento de las tradiciones de la capital vizcaína. El resto quedó pendiente de la readaccion final y luego del contenido de las plicas que concurran a esta convocatoria pública.

Aquel jardín del concurso superó con creces a los responsables municipales y tardaron casi 3 años en elaborarlo y en negociarlo con el otro copropietario, la Casa de Misericordia. Finalmente, aprobado el pliego y convocado el concurso, cuando en la fecha prevista se cerró el plazo de presentación de ofertas, resulta que en la ventanilla electrónica sólo había una; precisamente la que encabezaba la Casa Chopera, ahora en compañía de su socio mexicano. Tantas gestiones y tantas idas y venidas para llegar luego a la casilla inicial que se firmó en noviembre de 1955.

Las condiciones y pormenores de oferta de Chopera y su socio mexicano se conocerán a partir del próximo día 7, cuando se abran los sobres. Pero salvo que contenga errores invalidantes --una probabilidad que se acerca muchísimo a 0--, lo normal es que sea aprobada por la Mesa de Contratación y se traslade al plenario municipal para su aprobación, donde la mayoría de gobierno lo sacará adelante, diga lo que diga la oposición, un sector de la cual ha venido siendo muy crítica con los Chopera y con la Junta, pero también con la propia Tauromaquia. Por delante les queda la tarea de recomponer sus deterioradas relaciones con buena parte de la afición bilbaina, que había puesto su confianza en un cambio de gestores, no en un "más de lo mismo".

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