martes, 10 de septiembre de 2019

Aritmética / por Jorge Arturo Díaz Reyes


Ureña cogido en Las Ventas el15 de junio.

Los números no mienten. Ojalá mintieran. El proceso de contracción de la fiesta es raudo, grave, inocultable. La pregunta del millón es si será reversible. Yo no sé. Ideas he oído muchas, resultados pocos.

Aritmética

Cali, septiembre 10 de 2019
A un mes de cerrar la temporada europea 2019, leo que El Juli, encabeza las estadísticas con 35 corridas. Cien menos de las 135 que despachó allá en su primer año completo de alternativa, 1999.

Le siguen a dos Manzanares y Perera, de ahí para bajo los demás. Con el tiempo que resta y al ritmo de la temporada, el matador que al final lidere el “escalafón”, seguramente no superará el medio centenar de contratos. Muy pocos, comparados con los 109 de Juan Belmonte hace un siglo exacto (1919), cuando no se había consolidado el transporte aéreo, los trenes eran muy lentos, las carreteras intransitables y España tenía bastante menos de la mitad de la población que tiene hoy.

Bueno y qué decir comparativamente con las 121 corridas de El Cordobés en 1970, las 161 de Jesulín en 1995 y aun las más próximas 111 de El Fandi en el 2008. Pero volviendo a El Juli, cien corridas menos al año que las toreadas por él mismo hace veinte, son mucho lucro cesante. Y también mucho menos espectadores en plaza, muchos menos toros en el ruedo, y mucho menos dinero en las ganaderías y taquillas.

Los números no mienten. Ojalá mintieran. El proceso de contracción de la fiesta es raudo, grave, inocultable. La pregunta del millón es si será reversible. Yo no sé. Ideas he oído muchas, resultados pocos. La inasistencia en Bilbao asusta, y cuando algunas pocas plazas menores dan signos de recuperación, sorprenden tanto que se les llama “milagro”. Por contra, ferias como San Isidro en Madrid y San Fermín en Pamplona resisten amuralladas en su prestigio y su toro.

Paradójicamente, fuera crece un escapismo festivalero. Cómo si a punta de amaneramientos, esnobismos, coreografías, negaciones, orejas y sobrevaloración se pudiese conjurar la adversidad.

Los toreros continúan arriesgando. Basta ver la lista de bajas causadas por el toro que los ganaderos les echan. Ahí está la reserva de credibilidad, la verdad a reivindicar. Frivolizarla no es la solución, es el problema.

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