sábado, 12 de octubre de 2019

La Guardia Civil, cada día más lejos de la Benemérita y más cerca de la Guardia de Asalto: impide que se celebre una Misa al pie de la verja del Valle



“El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguiente, conservarse sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Eso dice al menos el lema de la todavía llamada Benemérita. Ya se sabe que lo peor de algunos lemas es que terminen convirtiéndose en conceptos vacíos. ¿Cabe honor sin dignidad? ¿Cabe honor sin principios morales?

La Guardia Civil, cada día más lejos de la Benemérita y más cerca de la Guardia de Asalto: impide que se celebre una Misa al pie de la verja del Valle.

Basta acudir estos días al Valle de los Caídos para darse cuenta de que esa imparable degradación moral que todo lo contamina y todo lo destruye, se ha incrustado hasta en el último resquicio de lo que debería ser –y hasta ahora siempre lo ha sido-, símbolo de honorabilidad y espíritu de servicio y sacrificio de la nación española: la Guardia Civil.

Si el fundador de la Guardia Civil levantara la cabeza, si ello fuera posible, aplaudiría sin dudarlo la eficacia, la modernización y también la profesionalidad del Cuerpo, pero también imaginamos su indignada reacción ante hechos como los de esta mañana, cuando un grupo de fieles llegó al Valle con la intención de oír misa en la Basílica, escena que se ha repetido en innumerables ocasiones a lo largo de los 60 años que han transcurrido desde su inauguración, el 1 de abril de 1959.

Sin embargo, se encontraron cerrada la verja de entrada, custodiada por un contingente de la Guardia Civil, ya que el Valle se encuentra actualmente cerrado al público. Lamentable escena que recuerda las prohibiciones de celebrar Misa que tuvieron lugar durante la Segunda República ―excepto en Vascongadas―, y que tienen su más cercano antecedente en lo vivido en el Valle durante un período del maligno gobierno de Zapatero, que hizo amagos de cerrar el Valle con el pretexto de la realización de obras de mantenimiento, algunas de las cuales nunca se llevaron a cabo.

Durante esa oscura etapa, los monjes bajaban hasta la misma verja, para oficiar las misas al aire libre, uaún con frío y nieve, pero esta vez los efectivos de la Guardia Civil impidieron la celebración a un monje que pretendía hacerla al pie de la verja.

Ante este atropello a la libertad de culto, Rafael López Diéguez, presidente de Alternativa Española, partido integrado en la coalición ADÑ, presentó una denuncia en la comandancia de la Guardia Civil de San Lorenzo de El Escorial, a pesar de las trabas que se le pusieron. López Diéguez anima a que se sume más gente a esta denuncia a través de su cuenta de Twitter.

Los sucesos de hoy en la entrada del Valle son un signo claro de degradación moral de una institución, a la que le hemos otorgado durante más de siglo y medio la confianza de velar por nuestra seguridad.

“El Honor es la principal divisa del Guardia Civil. Debe, por consiguiente, conservarse sin mancha. Una vez perdido no se recobra jamás”. Eso dice al menos el lema de la todavía llamada Benemérita. Ya se sabe que lo peor de algunos lemas es que terminen convirtiéndose en conceptos vacíos. ¿Cabe honor sin dignidad? ¿Cabe honor sin principios morales? Aquí entra ya la interpretación moral de cada uno. El juez Giovanni Falcone sacrificó su vida por mantener sus principios, y el mafioso Salvatore Riina, que fue el encargado de ordenar su asesinato, también vivió conforme a los suyos propios. Y es que hay principios y principios. Como existen principios universales y leyes artificiales. Un principio natural es una verdad universal que proporciona libertad de acción a quien lo entiende y aplica. Una ley artificial es una aplicación restrictiva que promueve alguna faceta del control del ser humano. Los principios naturales describen la realidad y las leyes artificiales muchas veces se oponen a ella. Es decir, a los principios naturales.

Cuando las personas nos regimos por leyes impuestas, y no por principios, nuestra libertad se recorta. Cuando tomamos por verdades absolutas las que han sido creadas por algunas personas para imponer su autoridad sobre el resto, nuestras habilidades y potenciales se ven sistemáticamente disminuidos.

A partir de aquí, que sean los agentes de la Guardia Civil los que decidan si el honor del que presume el Benemérito Instituto debe estar basado en inclinaciones ideológicas o en principios naturales. De que decidan correctamente dependerá que sean capaces o no de conservar la virtud, entendida ésta como una disposición constante del alma para las acciones conformes a la ley moral.

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