La memoria de Franco no representa un símbolo del pasado, sino un símbolo de la España que podrá ser materialmente exhumada de una sobria tumba, pero no de nuestros corazones de acero, y en la cual se es vencido si se la considera ya acabada.
Podrán exhumar a Franco de una tumba,
pero nunca de nuestros corazones
AR.- Proponemos a los lectores un ejercicio de periodismo ficción. Imaginen que el Gobierno anunciara para el jueves el traslado de los restos de Lluis Companys, presidente de la Generalidad de Cataluña desde 1936 hasta 1939, desde el cementerio de Montjuic a un recinto privado y cerrado al público. Imaginen que el líder de los socialistas justificara la medida en un intento de «cerrar heridas» para que el cementerio de Montjuic deje de ser un lugar de exaltación de uno de los periodos más negros de la historia de Cataluña, con más de 8.400 asesinados durante el mandato de Companys.
Imaginen a la vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, subrayando la “anomalía extraordinaria que consiste en tener a un asesino en un lugar donde puede ser exaltado”. Imaginen ahora el día de autos, con cientos de miles de personas rodeando el cementerio, con los representantes del gobierno catalán al frente, para evitar la exhumación del ex presidente de la Generalidad. Imaginen a los Mossos negándose a colaborar en la profanación del hombre al que tanto debe este cuerpo armado. Ponga el lector el epílogo que quiera, en la certeza de que sería bien distinto al que se producirá el próximo jueves en el Valle de los Caídos, donde apenas un puñado de personas exteriorizaran estérilmente su rechazo a la profanación de Franco.
No hay ejemplo más rotundo sobre la cronificación de la inutilidad de la derecha social española. No hay remedio. Cuando se confunde a un trilero de Álava con el mesías redivivo, el «Viva España» de Manuel Escobar con la canción protesta y a Manolo el del bombo con el tamborilero del Bruch, no se tiene derecho a reclamar una relevancia política mayor de la que se tiene. Coincide esta derechona de sonsonete en exigirle a Casado que se tire a la piscina que los herederos políticos del franquismo dejaron sin agua desde el inicio de la transición. Con qué criterios morales podríamos exigirle a los nuevos dirigentes populares que se pronuncien contra la exhumación de Franco, en un país adoctrinado durante décadas en el antifranquismo, debido a la influencia ejercida por los líderes de opinión progresistas y que les fue dada al comienzo de la transición, cuando el PP no existía. Y quien habla de la exhumación de Franco puede hablar también de las ideologías de género o de la corrección política en sus múltiples expresiones. No estaría escribiendo hoy sobre esta terrible patología social que es la imposición de la perspectiva ideológica de la izquierda sobre cualquier asunto de la vida nacional, si una parte de la sociedad civil y de la derechona social se hubiesen comprometido a mantener una lucha sin fisuras, eficiente y sistemática contra ella.
¿Y dónde han estado todos estos años los que hoy reprochan a los dirigentes del PP que no se hagan el harakiri al defender determinados temas sobre los que la derechona social ha mantenido siempre silencio? Pues con los culos pegados a los sillones propalando charcarrilos cuarteleros en redes sociales. ¿Acaso el envilecimiento moral que sufre una buena parte de la población española no es idéntica a la de la derechona social?
Si hoy Pablo Casado se decantara en contra de la exhumación o denunciara las pandemias progresistas que ocupan un espacio cada vez más amplio en nuestras vidas, su partido rebajaría notablemente sus expectativas electorales. Los aparentes complejos ideológicos del PP no son sino el resultado de un estado latente de opinión contrario a la decencia como forma reglada de vida. Si todos estos años hubiese existido una derecha social, como existe una izquierda social desinhibida y firme, tal vez la exposición al precipicio no habría sido tan peligrosa para quienes dentro del PP se atrevieron a enfrentarse a la tiranía de la corrección política. ¿Cuántos de los que critican los complejos ideológicos del PP salieron en defensa del concejal en Palafolls Óscar Bermán cuando fue sometido a un linchamiento público por hablar bien de la España de Franco? ¿Cuántos de los que exigen gestos heroicos siempre a los demás, han colaborado con el sostenimiento de este periódico alternativo, como hace la izquierda social con sus medios de referencia? En medio de una sociedad moldeada sin oposición alguna por los alfareros de la transición, que en menos de 18 meses pasó de profranquista a ser antifranquista de forma abrumadoramente mayoritaria, pocos españoles han querido exponerse a recibir las cargas fusileras de la artillería progresista. Nosotros sí lo hemos hecho, sin embargo el sufrido coste.
Decía Dante que «los lugares más calientes del infierno están reservados para aquellos que en tiempos de crisis moral mantienen su neutralidad».
Creo ocioso tener que convencer a los lectores de Alerta Digital de que vivimos instalado en una crisis global. Padecemos no solo una crisis económica, sino también las consecuencias de los actos de una trama delictiva conjurada desde 1978 para repartirse cualquier cosa que tuviese un valor material y canjeable por votos: tu me das el voto y yo, en justa reciprocidad, saqueo los bienes públicos que te pertenecen.
Para lograr la depredación general de los recursos de la nación, los protagonistas del proceso democrático tuvieron antes que arrebatar a la población el instinto de la conservación y exorcizar un pasado histórico cuya grandeza no hace sino crecer a la luz de los dramáticos acontecimientos que nos ofrece la crónica española diaria. La defensa del legado de Franco hecha siempre por AD pretendía ser, como parece que ha resultado ser, un reencuentro con nuestro pasado, un acto de rebeldía política, moral e intelectual contra la casta responsable de nuestro declive.
Por espacio de 40 años han logrado sectariamente que las prédicas oficiales se impongan como dogmas de fe. Secundar lo que ellos han defendido -desde el crimen abortista a la desigualdad de géneros ante la ley- suponía una apuesta por la libertad y la democracia. Sin embargo, nada desde la razón democrática podía justificar la impostura de defender los ‘principios naturales’, principios que ellos transformaron en ‘pecados capitales’, gracias a una descomunal propaganda y a los eficaces programas de ingeniería social puestos en marcha.
Esta democracia ya no puede albergar esperanza alguna de cambio. La inviabilidad de esta democracia es tal que hasta algunos de sus más firmes avalistas denuncian hoy la abierta contradicción entre los principios que la inspiraron y el papel protagonista otorgado a los que se sirvieron de la política para satisfacer su instinto de rapiña. En más de una ocasión, algunos ilustres españoles, que han estado en la nómina de colaboradores de AD, pudieron predecir, con dolor punzante, que esa contradicción antes o después terminaría por destruir a la misma nación que tuvo en los principios nacional-católicos su manantial más fecundo.
Ante la tolerancia culpable, la cobardía contagiosa, la deserción masiva, la traición sin escrúpulos, la España de Franco fue borrada del guión del régimen del 78. Con ella fueron borradas también las ideas y el heroísmo que nos hubiesen permitido afrontar la actual situación de crisis estructural con mejores perspectivas.
En este panorama desolador subsiguiente a la palabra democracia, que disfrazó, para engañar a los ingenuos, el cambio y la ruptura, AD ha asumido casi en solitario la responsabilidad de defender y reivindicar nuestra verdadera memoria hstórica, enfrentándonos por igual a la izquierda y a la derechona fraudulenta de andar por casa. No importa que arrecien las críticas, las injurias y los insultos contra nosotros. La memoria de Franco no representa un símbolo del pasado, sino un símbolo de la España que podrá ser materialmente exhumada de una sobria tumba, pero no de nuestros corazones de acero, y en la cual se es vencido si se la considera ya acabada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario