domingo, 10 de noviembre de 2019

En día de elecciones... / por Antolín Castro



El ‘pueblo’ taurino es democrático cien por cien, asume y acepta pacíficamente el derecho de voto de cuantos acuden a la plaza, no generando disturbios ni dentro ni fuera. Todo un ejemplo para estos políticos que padecemos y que podrían ser mucho mejores si les hubiera dado por ser aficionados a los toros.

En día de elecciones...

En un día de elecciones como el de hoy en España, que repetimos con demasiada frecuencia, me acuerdo siempre de la Fiesta Brava.

Por supuesto que pienso en cuál puede ser la mejor opción política para la defensa de la Tauromaquia, llegando a la conclusión que no es precisamente nuestra querida Fiesta algo que contemplen en sus prioridades ninguno de ellos.

Habría que decir que elecciones ha habido muchas en los últimos cuarenta años y que solo es ahora, cuando los toros están denostados por tantos, cuando pensamos en ello. Antes no existía el miedo a que nos lo hicieran desaparecer, pero lo cierto es que ahora son muchos, incluidos los políticos, quienes activamente les ha dado por prohibir la celebración de una fiesta que lleva siglos entre nosotros. En principio solo eran las corridas de toros, ahora lo son también los toros en la calle, propios de tantas fiestas populares.

Precisamente ahora es cuando están los toros protegidos por ley, pero también es cierto que es cuando más se pasan por el forro todas las leyes en este país. Por lo tanto, no es de extrañar esta situación caótica que vivimos. De hecho, deberemos preocuparnos mucho más por otras libertades y derechos en peligro que por los toros, ya que desde dentro se ha hecho mucho más daño que desde fuera.

Pero siendo cierto todo lo expuesto, de lo que más me acuerdo en el día de hoy es que las plazas de toros representan, mucho mejor que los parlamentos, la libertad y la democracia activa.

En las plazas de toros ejercemos este derecho de elecciones cada día que acudimos. Las urnas son cambiadas por pañuelos o por aplausos, pero de igual modo se decide qué es lo bueno o malo de cuanto sucede. Es decir, se da ejemplo de comportamiento democrático, aceptando o asumiendo que las mayorías son las que valoran los méritos. Un congreso popular se da cada tarde de festejo.

Naturalmente, sucede todos los días, no se está de acuerdo prácticamente en nada entre todos los asistentes, pero el respeto asegura la normal convivencia. Nunca se da que se diriman a botellazos las discrepancias o que se llegue a las manos. Para nada hacen falta las fuerzas de seguridad pues está garantizada la sensatez y el ambiente de paz que reina en esos escaños.

El ‘pueblo’ taurino es democrático cien por cien, asume y acepta pacíficamente el derecho de voto de cuantos acuden a la plaza, no generando disturbios ni dentro ni fuera. Todo un ejemplo para estos políticos que padecemos y que podrían ser mucho mejores si les hubiera dado por ser aficionados a los toros.

Lo mismo ese era el gran secreto mejor guardado para que reinara la convivencia entre todos. Tiempo atrás existía una mayor proporción de aficionados, los políticos entre ellos, a los que no les importaba que les vieran en una plaza. Como ahora sabemos que no es precisamente esa afición la que les adorna, nos toca padecer esa falta de valor. La educación democrática que se recibe durante el conjunto del periodo de aprender y ser aficionado a los toros, debería ser obligatorio en las prácticas de acceso a la carrera política.

Resumiendo; Qué poco se puede esperar de aquellos políticos que no tienen ese aprendizaje hecho.

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