jueves, 7 de noviembre de 2019

Rodrygo se fichó a sí mismo



Al término del partido se llevaba el balón a casa y nos parecía que estaba en la calle con otros meninos y que el balón era suyo, pero no. Estaba en el estadio del mejor equipo del mundo y acababa de meter tres goles.


Rodrygo se fichó a sí mismo

Buenos días. Os sentíais desde hace tiempo mohínos y oxidados, como si el alma no fuera capaz de reverdecer más ilusiones. Pensabais que la ilusión, de hecho, ya no era susceptible de insuflar en vuestro corazón un ápice de frescura, de fe, de novedad. They are writing songs of love, but not for me, cantaba Gershwin en la garganta de Ella Fitzgerald. Esta canción de amor sí es para ti, madridista que creía la pasión anestesiada, una canción de amor que se llama Rodrygo.


Al término del partido se llevaba el balón a casa y nos parecía que estaba en la calle con otros meninos y que el balón era suyo, pero no. Estaba en el estadio del mejor equipo del mundo y acababa de meter tres goles. Estaba en el estadio del mejor equipo del mundo, al que acaba de llegar para dejarlo (al mundo) con la boca abierta. Un hat-trick y una asistencia, desmarques, regates y remates de toda índole, además de dejarse la piel en el campo. La gente andaba comparándolo con Romario, con Pelé. E incluso, tal vez de manera demasiado ambiciosa, con Ansu Fati. Tampoco hay que pasarse.

La ilusión se llama Rodrygo. El verdadero madridista no necesita estímulos para sentarse a ver al Madrid partido tras partido, pero sí los necesita para hacerlo con alegría. Y la alegría (como la ilusión y la canción de amor) hoy se llama también Rodrygo.

Este chico tiene la facultad de hacer que parezca fácil lo difícil, de entender el juego como un compromiso colectivo sin que ello le reste un ápice de brillantez individual, de hacer uso ante el portero rival de una cualidad quirúrgica imposible en un chico de su edad. Ha nacido una estrella y es nuestra.

El partido, por supuesto, no fue solo Rodrygo, como podéis comprobar leyendo la crónica de Quillo Barrios. Benzema fue el socio de todos y marcó dos. Valverde se consolida por minutos como un Pogba implacable y hecho en casa, secundado por unos Casemiro y Kroos que parecen decididos a escribir las mejores páginas de sus ya extraordinarias carreras.

Nada de esto, no obstante, importa un ápice si atendemos a los programas de TV y las radios nocturnas, para quienes lo único que cuenta es la hora a la que Gareth Bale abandonó el estadio. Hemos agotado ya nuestros calificativos respecto al acoso que sufre Bale por parte de los medios. Nosotros no podemos hacer más, en nuestra inmensa modestia. Si quieren, que hagan algo el interesado y/o su entorno y/o su club.

También se nos agotan los calificativos para el diario As, a quien solo se le ocurre decir esto sobre la aparición prodigiosa de Rodrygo.


Sí, amigos. “Caído del cielo”. A Rodrygo lo trajo la cigüeña, no lo fichó Florentino. Rodrygo se fichó tal vez a sí mismo, no fue Florentino quien tuvo el ojo de atarlo en Brasil cuando aún no era mayor de edad. Rodrygo ha surgido por generación espontánea, ha brotado en el bancal de manera aleatoria, como aquellos hombres de Amanece que no es poco. En su afán por negar el pan y la sal al presidente del Real Madrid, esta gente puede llegar a sugerir que los rodrygos pertenecen a una fauna acuática que se reproduce por esporas. Es un fenómeno inexplicable que Rodrygo esté aquí porque nadie del club (ese club sin estructura y cuya política de fichajes es un verdadero desastre) ha hecho nada por traerlo.

“Caído del cielo”. Apoteósico, As.


Cómo será lo de Rodrygo que hasta Mundo Deportivo admite que “deslumbra”, bien es cierto que en un faldón inferior. Son términos que la prensa cataculé suele escatimar, como bien sabéis, para referirse a un jugador del rival. Sport, por su parte, sigue erre que erre con Ansu Fati, que se quiere quedar toda la vida en Barcelona y que no es Rodrygo pero no juega mal al fútbol.

Pasad un buen día.

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