martes, 17 de diciembre de 2019

Crédulos por creyentes / por Jorge Arturo Díaz Reyes


Foto: www.las-ventas.com

Crédulos por creyentes

Cali, diciembre 17 de 2019
¿Cuántos de los asistentes a una corrida vuelven? Muchos, aún. Así sean cada vez menos y con menor frecuencia, como indican las decrecientes estadísticas de la fiesta. Creo que los espectadores de una sola vez en la vida siguen siendo una pequeña parte del total cada tarde.

Aún en ciudades proverbialmente taurinas, Madrid, por ejemplo, donde para los turistas la experiencia de ir a los toros hace parte del paquete prepagado (sin importar que por lo abigarrado del tour sean apenas los tres primeros, o solo uno según los nervios del debutante). No tengo cifras, pero quizá ese porcentaje de visitas primerizas y únicas vaya en aumento, según el reciente interés de algunas empresas de viajes en el toreo.

Mas la otra pregunta, clave, para empresarios y en general para quienes profesamos el culto, es porqué los asiduos y aficionados ralean su concurrencia o terminan desertando. Y en progresión, a juzgar por los muchos festejos que se dejan de dar año tras año, el despoblamiento y desaparición de ganaderías, el subempleo torero… Ahí, sí hay números contundentes.

Esta es una cuestión de mayor calado, de vida o muerte, pues la pérdida de fieles, que desde lo económico se puede paliar temporalmente con el público de aluvión, marca también la pérdida de fe y el debilitamiento del credo, que por ese camino puede terminar modernizándose de rito canónico a espectáculo pintoresco, en el que cualquier histrionismo, coreografía, truculencia que atraiga la curiosidad de aquella novelería más crédula y menos creyente será bendecido por la rentabilidad momentánea.

Sí, poco a poco los de siempre se alejan, llevándose con ellos la herencia que asegura el futuro. Pero en lugar de intentar atesorarla, su abandono se saluda como una necesaria renovación. Insistiendo en la más incierta y retórica de las manidas consignas para “salvar” la fiesta: “Esto hay que cambiarlo, hay que ponerlo a tono con los tiempos que corren”.

Podrá sonar lógico, pero no. A qué quieren cambiar. En qué quieren convertirse. Cuáles son los tiempos qué corren ¿Los de la virtualidad? ¿Los de las cosas no son como son sino como parecen?

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