sábado, 28 de diciembre de 2019

El teniente coronel Area Sacristán responde a los mandos cobardes del Ejército: «General, coronel, vuestro comportamiento es repugnante»


El teniente coronel Área Sacristán

Cuando la gravedad de un comportamiento como el vuestro aparece evidente, el que lo recibe queda moralmente desligado de toda obligación de respeto hacía éste. Es en este momento en que se presenta el conflicto entre el deber de conciencia y la obligación militar, entre la claudicación, o las consecuencias de desobedecer


El teniente coronel Area Sacristán responde a los mandos cobardes del Ejército: «General, coronel, vuestro comportamiento es repugnante»

Enrique Area Sacristán* (Remitido).- 
Después de saber que he sido perseguido durante años para servir de tapadera a cobardes como vosotros cuya primera acción directa fue cesarme de la Escuela de Guerra por escribir un artículo en Alerta Digital sobre Cataluña, he de haceros unas cuantas puntualizaciones.

Parece que el problema que más os inquieta vivamente, general, coronel, es el de las exigencias del deber obedecer cualquier orden emanada de vuestra autoridad, que no la dais porque os escondéis bajo el manto del secretismo, desautorizada, por ilegal ejercicio de la misma, y de sus límites como va a quedar probado próximamente en los juzgados. Pero hay algo peor que eso: el haberos escondido bajo un manto de confidencialidad, sin dar la cara y firmando partes falsos o medio falsos contra compañeros de Armas sin desvelar vuestra identidad acogiéndoos a una falsa y repugnante defensa del Ejército que, como Institución, no correría el menor peligro si no fuera por la gentuza que vosotros representáis y no por aquellos que verdaderamente la defienden.

En el mejor compuesto de los relatos de Servidumbre y grandeza de las Armas, el titulado Laurette o el sello rojo, se plantea el conflicto espiritual que se le presenta a un militar al recibir una orden que le repugna a su conciencia como me repugna a mí vuestro comportamiento. Estamos ante el caso de que el hábito no hace al monje aunque éste sea cardenal, general y coronel en vuestro caso. Para algunos en este momento entra en juego una fuerza moral poderosísima, la abnegación, que impone inexorablemente el cumplimiento de la orden; “aquella abnegación del soldado sin compensación, sin condiciones, que conduce más de una vez a funciones siniestras”.

En realidad, dice Jorge Vigón, ni la abnegación es eso, ni siempre ha de tener el conflicto, cuando se presente, la misma solución; vosotros parece que os lo creéis y no es por otra cosa que porque el desarreglo espiritual que padecéis pone límites a vuestra imaginación.

Cuando la gravedad de un comportamiento como el vuestro aparece evidente, el que lo recibe queda moralmente desligado de toda obligación de respeto hacía éste. Es en este momento en que se presenta el conflicto entre el deber de conciencia y la obligación militar, entre la claudicación, o las consecuencias de desobedecer, si hubiera una orden manifiesta, escribiendo acogiéndome a la Ley de Derechos y Deberes del Militar de Carrera, que tampoco habéis respetado por mucho que os puedan abalar esos “jurídicos” militares que incumplen sus obligaciones de procesaros por abuso de autoridad y que se prestan a vuestros contubernios demostrando, además, el mayor desconocimiento de esas que pretenden aplicar y a quienes se les va aplicar. Los caudillos de La Legión tebana, que acertaron a resolverlo rectamente, sufrieron el martirio, pero alcanzaron la santidad.

Imagen entrañable del teniente coronel Área Sacristán con su hija.

La verdad es que no solían ser frecuentes tan graves aprietos en la vida militar cuando las normas morales y de comportamiento individual era la exigencia que imponía la mayoría de los que ejercemos esta profesión de honor al que vosotros habéis faltado. La regla de conducta fijada por el padre Francisco de Vitoria pone límites a la tentación de plantearlos demasiado a menudo como lo hacéis. “En la evidencia de una injusticia, dice, no se debe obedecer”; y la evidencia la habéis presentado muchas veces; pero no sólo se manifiesta la rebelión del corazón contra este tipo de comportamientos moralmente, sino con la aplicación de las leyes contra este tipo de personajes como vosotros.

Si se quiere ver más claro este desarreglo mental, es necesario referirse a los conceptos elementales.
Subordinación, sub ordinatio, es la disposición espiritual de quienes se someten a una ordenación superior; en este concepto debe ser una cualidad de cuantos integran un Ejército, desde su Jefe Supremo hasta el último soldado. Vosotros os habéis saltado las leyes, los Reglamentos y las reglas morales que rigen la Institución militar claramente.

La ordenación a que se ajusta el estado militar contaba, para asegurar la subordinación, con el mecanismo de la jerarquía en cuya cúspide están las leyes que no respetáis. La disciplina es el medio de hacer jugar este mecanismo al poner tensión el resorte de la obediencia. Disciplina que viene de discere, aprender, es un género de relación que supone la existencia de discípulos y maestros. Esta es la razón de que la obediencia del subordinado en grado al superior sea el principio esencial de la subordinación.

Te puedes saltar la ley pero la obediencia para quien, como el hombre español, tiene, fluente de la Historia, una concepción religiosa de la vida, trasciende a otros ámbitos de mayor intimidad. 

“El oficial, se lee en cierta instrucción militar cristiana de fines del siglo XVIII, revestido de la autoridad regia, manda de parte del Rey; el poder real procede del mismo Dios; y así, no obedecer al Rey es desobedecer a Dios; por consiguiente, el soldado no obedeciendo a su superior, digo yo, desobedece al Rey y ofende a Dios”. San Gregorio, en su carta a los soldados napolitanos, citada por Juan Ginés de Sepúlveda, les escribe: “la mayor alabanza de la milicia es ésta: el mostrar obediencia a la utilidad pública y sujetarse a cuanto para ésta se mande”; que no se manda en España nada que no se atenga a la leyes que emanan del Parlamento y del Gobierno establecido legítimamente, cosa que obviáis en vuestro comportamiento.

General, Coronel, vuestro comportamiento es repugnante; yo seguiré escribiendo muy a vuestro pesar aunque filtréis información reservada con nombres y apellidos y empleo a ciertos medios de comunicación para encubrir vuestras tropelías.

*Teniente coronel de Infantería y doctor por la Universidad de Salamanca

No hay comentarios:

Publicar un comentario