lunes, 16 de diciembre de 2019

El tonto de la democracia / por Eduardo García Serrano



Hoy, los tontos de la democracia, como antes los tontos de la monarquía, están convencidos de que nada puede negociarse, pactarse o acordarse al margen de la Constitución y de la Corona. Se irán a la cama mecidos por su ignorancia y acunados por su libertad de expresión, y se levantarán con el Frente Popular en el Poder. Y lo que está por venir. Que vendrá, gracias al voto del tonto de la democracia.

El tonto de la democracia

Eduardo García Serrano
El Correo, Madrid, 2019-12-16 
El tonto de la democracia cree que más allá de sus normas y de sus reglas nada puede producirse. El tonto de la democracia se va a la cama tranquilo y duerme como un bebé mecido por las nanas de los golfos a los que ha elegido en las urnas, porque cree que están revestidos de poderes taumatúrgicos y está convencido de que su voto tiene más fuerza que un regimiento prusiano. El tonto de la democracia es un fanático de la moderación y del diálogo; como los borregos de Panurgo hace la mesta de la estupidez a la gilipollez y viceversa para reafirmar su identidad y su pertenencia, para no sentirse excluido del catálogo de solidaridades superficiales ni del decálogo de naderías transcendentes que sus pastores sociales le suministran en las consignas de los telediarios.

El tonto de la democracia cree tener derecho a opinar de todo sin saber de nada, porque la opinión sin conocimiento merece ser respetada en su calidad y cualidad de libertad de expresión. El tonto de la democracia cree que su mera condición de demócrata le capacita para cualquier afán y que basta con proclamar su genoma democrático para enmendarle la plana a la autoridad en cualesquiera de sus manifestaciones: académica, policial, judicial, histórica, profesoral… basta con sacar pecho democrático, alzar la voz y gesticular con furia para que la autoridad que osa corregir al tonto de la democracia se amilane y se autocensure.

El tonto de la democracia es como lo que Catalina la Grande decía de la igualdad predicada por los ilustrados y los enciclopedistas: “un plebeyo monstruoso que quiere ser Zar”. Las víctimas de los procesos revolucionarios son siempre los tontos del sistema devorado, que jamás creyeron que más allá de sus leyes y de sus códigos pudiese producirse nada. Hoy, los tontos de la democracia, como antes los tontos de la monarquía, están convencidos de que nada puede negociarse, pactarse o acordarse al margen de la Constitución y de la Corona. Se irán a la cama mecidos por su ignorancia y acunados por su libertad de expresión, y se levantarán con el Frente Popular en el Poder. Y lo que está por venir. Que vendrá, gracias al voto del tonto de la democracia.

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