lunes, 9 de diciembre de 2019

"EL TONTO NO DESCANSA". Javier Bardem es tan tonto que se cree Sócrates / por Eduardo García Serrano




No sabemos si es tonto porque es comunista, o es comunista porque es tonto. El caso es que el nene Bardem es un digno retoño de su indigno linaje de zampabollos antifranquistas y, al igual que el tito Juan Antonio y mamá Pilar, se dedica a escupir sobre el sistema que le ha hecho multimillonario y con derecho a opinar de lo que no sabe, o sea todo, llamando imbéciles a los que él cree que lo son por el mero hecho de no ser como él.

Javier Bardem es tan tonto que se cree 

 Eduardo García Serrano
EL CORREO, Madrid, 9 Dcbre. 2019
Los imbéciles que le aplauden le han hecho creerse que, además de un titiritero con fortuna, está investido de una suerte de pentecostés “progre” que le capacita para opinar de todo sin más bagaje cultural que, quizás, solo quizás, un frágil bachillerato inacabado y, eso sí, muchas tertulias de cómicos sin más letras que las de sus papeles de cartelera, ni más lecturas que las de los guiones que han memorizado como el loro que guarda en su lengua las pocas palabras que el amo le enseña a cambio de pipas y alpiste.

Llegó a las candilejas sin oficio y con el beneficio de su apellido. Si tío y su mamá se forraron durante el franquismo haciendo gala de un comunismo de salón entre bambalinas. El Régimen, que a mamá Pilar y al tito Juan Antonio Bardem les hubiera gustado que fuese tan tiránico como ellos proclamaban falsamente, les dio trabajo y fortuna como a tantos otros. Como a todos ellos. Sus películas, propias o ajenas, reventaban las taquillas y les llenaban los bolsillos mientras, desde el lujo en el que vivían y la opulencia hortera en la que pernoctaban, conspiraban de boquilla soñándose mártires de la revolución proletaria en la nostalgia permanente de la democracia soviética, de la revolución cultural maoísta y del Che Guevara. Pero ninguno de ellos se exilió, ninguno de ellos hizo el petate para renunciar al privilegiado status que la “tiraníafranquista les otorgó.

¡Qué curioso! Los actores disidentes de más allá del Muro de la Vergüenza desaparecían en la inmensidad helada de Siberia, en la helada crueldad del comunismo chino y en la calurosa humedad de las mazmorras cubanas. Ellos no. Ni emigraron, ni se exiliaron, ni fueron desterrados. Vivían muy bien en la España franquista haciendo antifranquismo de salón.

No sabemos si es tonto porque es comunista, o es comunista porque es tonto. El caso es que el nene Bardem es un digno retoño de su indigno linaje de zampabollos antifranquistas y, al igual que el tito Juan Antonio y mamá Pilar, se dedica a escupir sobre el sistema que le ha hecho multimillonario y con derecho a opinar de lo que no sabe, o sea todo, llamando imbéciles a los que él cree que lo son por el mero hecho de no ser como él.

Como su mamá, también es un actor mediocre, sin talento y con fortuna, y al igual que su mamá se ha convertido en un icono para todos los imbéciles que le aplauden y que le han hecho creerse que es la reencarnación de Sócrates. Son los mismos que votan a los comunistas creyendo que no lo son. 

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