domingo, 1 de diciembre de 2019

Hijoputa con sotana / por Alfonso Ussia



Le preguntaron si se arrepentía de haber matado – no asesinado-, cumpliendo órdenes de la ETA. Y el tal Teo, como si narrara el primer día que subió de niño al Monte Igueldo a montar en la Montaña Rusa con su madre, con una tranquilidad pasmosa, respondió: – Yo tenía mis terrores y mis escrúpulos a la necesidad de matar. Se lo confesé a un sacerdote, y él me contestó que me absolvía todas las veces que yo tuviera que matar a un guardia civil-.


Hijoputa con sotana

Alfonso Ussia
La Razón.es / Madrid, 
Merodeaba por los canales de Movistar sin encontrar interés en sus emisiones. Sucede frecuentemente. Un día coinciden tres películas formidables y al siguiente, todas son de Bardem, Luis Tosar y Juan Diego Botto. La televisión ha sido la culpable de la desinformación y la incultura de los breves de mente, que en España se cuentan por decenas de millones. De pronto, en el canal 0, sentí curiosidad por el entrevistado. Una curiosidad sucia y malsana, consecuencia del aspecto del tipejo que protagonizaba el espacio.

Se trataba del asesino terrorista de la ETA Teo Uriarte. Por lógica, Teodoro, aunque también podría ser Teófilo, Teobaldo, Teodoso o Teodomiro. No, simplemente Teo. Acento vasco cerrado, barítono y un cerdo. Hablaba de su pasado etarra, de sus dudas y cavilaciones, de su amigo sacerdote. Sí, sacerdote, hombre de Dios, consagrado, pero en el caso que nos ocupa un auténtico hijoputa, como advertirán seguidamente los lectores. 
A estos terroristas de la ETA que han matado a tantos inocentes, se les trata en los medios de comunicación como si fueran bonachones arrepentidos de haber cometido una que otra travesura social. Y ellos responden disfrazando sus cloacas con gestos serenos y palabras podridas. Le preguntaron si se arrepentía de haber matado – no asesinado-, cumpliendo órdenes de la ETA. Y el tal Teo, como si narrara el primer día que subió de niño al Monte Igueldo a montar en la Montaña Rusa con su madre, con una tranquilidad pasmosa, respondió:

 – Yo tenía mis terrores y mis escrúpulos a la necesidad de matar. Se lo confesé a un sacerdote, y él me contestó que me absolvía todas las veces que yo tuviera que matar a un guardia civil-.

Lo que no dijo Teo es cómo se llamaba el sacerdote, más hijoputa que él, por cuanto Teo era terrorista y el sacerdote un canalla amparado en la Cruz. Ignoro si el cabrón del cura vive o ya se encuentra poniendo rabos en el infierno. Pero no es o era el único. 

En las Vascongadas proliferaron sacerdotes indeseables, párrocos obscenos, que guardaban y escondían en las sacristías, entre cálices, albas e imágenes de Cristo y María, pistolas y metralletas. Aquel párroco, creo recordar que de Hernani – la localidad de «Patria»-, que entrevistado por la BBC ofreció su cristiana interpretación de los asesinatos etarras con disparos en la nuca. – No soy muy partidario de este tipo de acciones, pero si los chicos lo hacen, algo de razón tendrán. Claro, que poco después del disparo en la nuca que terminó con la vida de Gregorio Ordóñez cuando tomaba el aperitivo en la Parte Vieja con María San Gil, el Obispo Setién tuvo a bien recibirla –sin incorporarse de su asiento cuando María entró en su despacho episcopal-, para oír, sin dirigirle la mirada, las quejas de la extraordinaria donostiarra. – Su Ilustrísima no defiende ni ampara a más de la mitad de sus feligreses-. Y ahí sí, Setién, el felón, que en Paz no Descanse, miró iracundo a María y le respondió: -Dígame donde está escrito que hay que querer a todos los hijos por igual-. Y María abandonó el despacho con mucho más desconsuelo del que llevaba cuando llegó. Algunos de los intocables obispos catalanes de hoy son alumnos aventajados de los obispos de San Sebastián Setién – ya colocando rabos-, y Uriarte Goricelaya, todavía sobre la tierra y en espera de ayudar a su colega en los próximos años.

El terrorista Teo, así, con el apodo cariñoso, no identificó al sacerdote amigo que le prometió la absolución cada vez que asesinara a un guardia civil. Me figuro, que de vivir en la actualidad, no será el clérigo hijoputa lector de La Razón. Aunque lo fuera mis palabras le resbalarían por su piel de serpiente enroscada al hacha de la muerte y la sangre de los inocentes. Pero es preferible que las palabras le resbalen a que no las oiga o las lea. Usted es un sacerdote indigno, perverso, canalla y un pedazo hijoputa como la isla de Santa Clara.
Y nada más.

2 comentarios:

  1. Creo que este artículo en lo referido a Teo Iriarte es un gravísimo error

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  2. Creo que este artículo en lo referido a Teo Uriarre es un gravísimo error

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