miércoles, 18 de diciembre de 2019

Temporada Grande: Es un hecho, nos podemos reconciliar con la Plaza México y la fiesta brava



Tras de este planteamiento inicial, el lugar de honor es para el responsable mayor de la reconciliación no solo de José Mauricio, sino de todos los aficionados con nuestra fiesta: el señor corridón de toros que mandó Barralva a la Plaza México. Cinco toros de seis bravos, encastados, duros, emocionantes, desafiantes, peligrosos, dignos de cualquier plaza del mundo.

Temporada Grande: Es un hecho, nos podemos reconciliar con la Plaza México y la fiesta brava

Jorge Eduardo - México
La fiesta de los toros es un ente tan generoso, tan bondadoso, tan agradecido con quien da todo por ella, que a muchos nos ha permitido un sitio en su entramado, nos ha ofrecido segundas oportunidades, y nos ha tendido un espacio para reconformarnos en nuestras malas rachas.

Es por eso que lastima verla malherida, maltratada, y alicaida. Por supuesto, que nadie vive esta relación con la tauromaquia de forma tan profunda, tan trascendente, tan personal, y tan cruda en sus momentos duros como los toreros. José Mauricio ha probado la miel y la hiel. Cómo olvidar el luminoso episodio del faenón del capitalino al toro Azucarero de Barralva, hace ya diez larguísimos años, o la faena de aliño y arrojó a Fuentespina de La Estancia, con una notoria reminiscencia marianista, y después esa misma tarde la de Piamonte. Tampoco se puede pasar por alto su gran noche triste, ante un entradón, alternando con Pablo Hermoso, y una bronca fenomenal. En un momento dado fue de los toreros de la empresa, y las oportunidades se sucedieron con resultados variables. Muchas vueltas da la vida, y su situación se tornó radicalmente opuesta.

Muchas vueltas da la vida, como en verso. Mauricio tuvo que replegarse y hacer campaña intensa, acompañado de Alex Pelaez y su equipo. Desde todos los pueblos de México llegaron las noticias estos últimos años, orejas aquí y allá. La información taurina no fluye con la veracidad deseable, en consecuencia, tantos triunfos permiten apenas el beneficio de la duda. De pronto algún adelantado traería apreciaciones más fiables: lo de José Mauricio es de verdad, ya lo verán. Era, pues, cuestión de esperar la oportunidad para uno de los pocos toreros de la tierra que nos quedan para saber qué pasaría. De la noche a la mañana, Mauricio está puesto en el radar de la tauromaquia a nivel mundial, como bien lo atestigua la reacción de los aficionados hispanos en la red social del pajarillo azul.

Tras de este planteamiento inicial, el lugar de honor es para el responsable mayor de la reconciliación no solo de José Mauricio, sino de todos los aficionados con nuestra fiesta: el señor corridón de toros que mandó Barralva a la Plaza México. Cinco toros de seis bravos, encastados, duros, emocionantes, desafiantes, peligrosos, dignos de cualquier plaza del mundo. Su origen Atanasio Fernández les dota de impresionantes láminas, pintas, y cornamentas. Tan solo el segundo del encierro desmereció por su debilidad, aunque no se puede poner ningún pero a la intención del toro de acudir a lo que le llamaba. Estos Barralvas son competidores automáticos para ser declarados la mejor corrida de la temporada, con una ventaja significativa.

En esto de los toros, un elemento purifica dentro y fuera. Uno es el poderoso instrumento de reconciliación: la bravura. ¿Quién no podría sentirse reencontrado con la fiesta viendo al fiero y encastado Malagueñito, y la entrega sin cortapisas de un hombre que frente a él luce insignificante con su muleta? ¿Quién podría alcanzar el grado de conmoción que vivió ayer la Plaza México sin la avasalladora bravura del castaño cornivuelto? ¿Quién nos tuvo al borde del asiento sino él, con su sentido, con sus intenciones de llevarse todo al paso de sus embestidas, con su planta arrogante, con su declaración de rey de la fiesta, con su muerte de pie y con el hocico cerrado, con su morir matando? Malagueñito es sin duda un toro para la antología de nuestra plaza. Un toro cuya cabeza deben pelearse ahora mismo el torero y el ganadero.

José Mauricio, por su parte, tuvo un regreso soñado, redondo. Ya con Clavellino puso a la plaza en pie, en una faena con sus altas y sus bajas, pero que alcanzó picos cumbres por ambos pitones. El toro era un poco soso, aunque con tranco y repetición, y Mauricio entendió las condiciones del toro y las puso a su favor, estructurando por fin una faena y dejando detrás los retazos que se nos han ofrecido en la temporada. Con el sexto, Mauricio no se amilanó y echó pa lante con valor y verdad, ofreciendo una bocanada de aire puro a este espectáculo en el que la épica es más un recuerdo que una realidad. Hay que decir también que la estructura del trasteo pareció caótica, sin que fuera del todo claro donde terminaba la labor de someter para comenzar la de mandar. Pero las sensaciones a flor de piel y el privilegio de conmoverse viendo a ese hombre impertérrito ante la fiera, al filo del asiento y de las lágrimas, no nos los quita nadie. Enhorabuena José Mauricio, te mereces un mejor lugar, y lo obtendrás muy pronto.

No quisiera pasar por alto a Fermín Rivera, uno de los espadas que más esperanzas levantó durante esta década. Al primero de su lote, el débil, le acabó pegando los pases al final de una faena larga, en la que con base en estar en el sitio e insistir convenció al toro de acudir al círculo del muletazo. Al quinto, un toro bravo y que metía la cabeza pero no terminaba, le hizo un trasteo firme pero frío, que el público aquilató como merecedor de una oreja. Enhorabuena también para Fermín.

No todo es miel sobre hojuelas. Debemos insistir en los conceptos que se han reiterado en este espacio semana tras semana. La empresa de La Plaza México, que montó una muy atractiva combinación de toreros mexicanos, se dejó imponer a un torero cuyo veintiúnico mérito es tener al apoderado más poderoso de España: Toño Matilla. En este sistema de relaciones clientelares y pago de favores, pusieron frente a un lote tan encastado cómo bien presentado a un torero chambeador que se dedica a repetir su número una tras otra vez para públicos pueblerinos. No hace falta ser pitonizo para intuir de antemano que un lote con problemas de Barralva pondría en serios aprietos a Fandila, que lució incómodo y temeroso. ¿Qué hubiera pasado si en vez de a este, hubieran puesto a Emilio de Justo, anunciado en el derecho de apartado?

La incultura en la Plaza México. Alarmante asunto en el que insistiremos hasta que tenga eco en algún sitio. Durante el arrastre del sexto toro, la gente ¡Abucheó¡ Sí señor, al toro más encastado de esta y muchas temporadas. Al toro que nos hizo sentir la verdad de la fiesta brava y la ofrenda del matador de toros que más ha impactado en un tiempo en este coso, al que nos reconcilió con la tauromaquia. Señores, esa reacción tiene un solo nombre, sin medias tintas: no saber ver toros. Ya tuvimos un buen primer paso dejando de lanzar los cojines sin una buena razón, debemos continuar evitando episodios bochornosos de aculturación taurina.

En fin, que tal y como debería ser cotidianamente, los triunfadores repiten el próximo domingo, junto con Juan Pablo Sánchez. Este cartel debe levantar expectación en todo el mundo taurino, puesto que en caso de reafirmarse el gran triunfo del pasado domingo, estará consolidada una nueva carta fuerte de la tauromaquia en México. Entonces sí, en la segunda parte de la temporada deberán salir a pelear su sitio todos los que andan coqueteando con la posibilidad de ser figuras del toreo. De materilizarse, por fin arderá la Plaza México y estaremos asistiendo a una buena época de las corridas de toros en nuestra ciudad. Si se conjuntan las voluntades de consolidar esta nueva oportunidad (una más), estaremos reconciliados con la fiesta brava. En España la nueva etapa está en marcha, y si nos quedamos atrás, peligrará la fiesta misma. Ojalá que el ganado de Montecristo funcione, y que la deidad encargada de estos asuntos le regale atino y claridad a todos los que tienen responsabilidad para que así ocurra.

A manera de postdata, enhorabuena al banderillero Felipe Kingston en su despedida. Al que diga que no duelen las despedidas, dile tu que por qué no se despide.

Foto: LaPlazaMexico

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