martes, 28 de enero de 2020

Bienvenida, Irene Lozano, a lo que a nadie importa / por Juan Manuel Rodríguez




La señora Lozano tiene una amplísima vinculación con el mundo del deporte puesto que es licenciada en Lingüística por la Universidad Complutense y diplomada en Filosofía por el Birbeck College de la Universidad de Londres; también escribió para El Mundo y en 1993 ganó el premio del IV Certamen Literario del tristemente desaparecido Círculo de Lectores.

Bienvenida, Irene Lozano, a lo que a nadie importa

Ayer se supo que el ministro de Cultura y Deporte, que es un señor que se llama José Manuel Rodríguez Uribes, cesó por teléfono, al no ser posible al parecer una reunión presencial, a la presidenta del Consejo Superior de Deportes con rango de secretaria de Estado para el Deporte, la señora María José Rienda. Rienda ha sido una de las esquiadoras más fantásticas que ha dado España y una secretaria de Estado más bien prescindible; lo mejor que puede decirse del paso de María José por el Consejo Superior de Deportes es que ha sido relativamente breve y no, por ejemplo, como el de Miguel Cardenal, actual empleado de Mediapro, que duró cuatro interminables años y se convirtió en un eslalon supergigante. A Rienda, que es una mujer maravillosa y muy amable y divertida, hay que desearla lo mejor en el futuro pero, insisto, su paso por la jefatura del deporte español ha sido mejorable.

Para nuestros políticos, y aquí meto al PPSOE, el deporte ha sido desde tiempos inmemoriales una actividad de la que no queda otro remedio que ocuparse pero que, salvo cuando el deportista en cuestión logra algún éxito que entonces sí se encargan de aparecer los primeros en la foto, se mira habitualmente de soslayo y con cierto desprecio. Esa falta de empatía puede apreciarse por el perfil de los secretarios de Estado, unos con un estilo más deportivo, como ha sido el caso de Rienda, pero sin demasiada experiencia a la hora de la gestión, y otros gestores o no a los que, por unos u otros motivos, hay que colocar. Hasta que el anterior ministro de Cultura y Deporte, que es un señor que se llama José Guirao y que ha pasado por la Plaza del Rey número uno sin ofrecer demasiadas señales de vida, nombró a María José Rienda pasaron muchos días, demasiados. El resto de ministros iban, mal que bien, eligiendo a sus secretarios de Estado, pero hasta que Guirao, que siempre pensó que Lopetegui era el nombre de un monte vasco, escogió a la presidenta del Consejo Superior de Deportes pasó un tiempo más que prudencial lo que provocó la indignación de las principales federaciones. Antes que Rienda sonó Vicente del Bosque, señal inequívoca del valor exacto que le dan nuestros responsables políticos a la actividad deportiva, o sea cero patatero.

Las quinielas de secretariables, si es que puede decirse así, resultan también francamente expresivas del ninguneo. En la última, sin ir más lejos, han sonado Pepu Hernández o mi amigo Gonzalo Miró. Diera la sensación de que la dirección del deporte español, que este fin de semana nos ha dado unas cuantas alegrías, fuera una suerte de cajón desastre para el que vale cualquiera, sin importar demasiado su experiencia o su capacidad. También puede servir como oficina de colocación, que es para lo que acaba de servirle al nuevo ministro, quien, como decía, ayer cesó por teléfono a Rienda y hoy ha nombrado a Irene Lozano. La señora Lozano tiene una amplísima vinculación con el mundo del deporte puesto que es licenciada en Lingüística por la Universidad Complutense y diplomada en Filosofía por el Birbeck College de la Universidad de Londres; también escribió para El Mundo y en 1993 ganó el premio del IV Certamen Literario del tristemente desaparecido Círculo de Lectores. Así que sí, lingüista y filósofa, estaba claro que, tarde o temprano, Lozano acabaría como máxima responsable del deporte español como así ha sido finalmente. Diría que elegir a Lozano como secretaria de Estado para el Deporte sería algo así como poner al frente del ministerio de Sanidad al ex alcalde de La Roca del Vallés si no fuera porque eso es precisamente lo que ha sucedido con Salvador Illa.

Irene Lozano, que viene de la secretaría de España Global y que sonó a su vez como ministra de Asuntos Exteriores, alcanzó cierta notoriedad al convertirse en la amanuense de Pedro Sánchez, quien no sólo no escribió su tesis doctoral sino que publicó gracias a la pluma de la nueva secretaria de Estado para el Deporte el libro Manual de Resistencia.

 El día de la presentación del libro Sánchez dijo lo siguiente: "Este libro es fruto de largas horas de conversación con Irene Lozano", o sea que no lo escribió él sino ella, y añadió: "Dio forma literaria a las grabaciones, prestándome una ayuda decisiva. Sirvan estas líneas de agradecimiento". Aquellas líneas y, reconozcámoslo presidente, este puesto. Bienvenida, Irene, a lo que a nadie le importa.

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