sábado, 4 de enero de 2020

FIESTA BRAVA EN VENEZUELA: APUNTALANDO EL PORVENIR / por Eduardo Soto Alvarez



El panorama es sombrío, sobre todo si se visualiza únicamente a través del número de espectáculos taurinos que, en condiciones normales, tienden a fortalecer la Fiesta Brava, aunque no existe una relación automática de causa-efecto y, algunas veces, pueden incluso producir lo contrario.

FIESTA BRAVA EN VENEZUELA: APUNTALANDO EL PORVENIR

Eduardo Soto Alvarez
Mérida, Enero/2020
Estas fechas son propicias para establecer una serie de buenas intenciones, con las que se pretende enfrentar los venideros doce meses, las cuales solemos reiterar como un ritual y que naufragan a los pocos días, al enfrascarnos en la rutina diaria.

Aparte de los deseos mayoritarios del pueblo por el cambio político (que hasta ahora no ha cristalizado, pero no podemos desmayar), los taurinos debemos preocuparnos por el porvenir de la tauromaquia en nuestro país.

El panorama es sombrío, sobre todo si se visualiza únicamente a través del número de espectáculos taurinos que, en condiciones normales, tienden a fortalecer la Fiesta Brava, aunque no existe una relación automática de causa-efecto y, algunas veces, pueden incluso producir lo contrario.

La Fiesta Brava es una manifestación cultural de múltiples dimensiones, pero paladearlas a cabalidad requiere cierta dedicación y conocimientos. Estos tiempos en que escasean las corridas de toros (así como la capacidad económica y los servicios necesarios para acceder a ellas), se podrían utilizar para crear una nueva generación de aficionados y afinar las características de la actual, de manera de apuntalar esta vertiente taurina, mientras entre todos podemos generar tiempos mejores.  

Deberíamos aprender a disfrutar de la tauromaquia, la cual queremos consagrar como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, no solamente a través de las corridas de toros, sino también cultivando nuestra afición. Ya existen algunos esfuerzos loables en tal sentido, algunos de larga data como el Manual A los Toros o las Conferencias periódicas de San Cristóbal (las cuales valdría la pena compilar), otros más recientes como el Primer Encuentro Taurino Infantil de Mérida, también hay esfuerzos esporádicos en otras ciudades del país; pero  nunca deja de ser  interesante para un aficionado conocer mejor, por ejemplo, la historia de la tauromaquia, los museos taurinos, los toreros, las ganaderías, el léxico taurino, las escuelas, la música, literatura y poesía taurinas, el asociativismo, los empresas, las personalidades ligadas a la tauromaquia, los esfuerzos internacionales para protegerla y también los  que  despliegan sus  adversarios. Es decir, todo un universo que explorar, para mejorar cualitativamente la afición, que debe reflejar pasión, emoción y conocimiento de la Fiesta Brava, para que aflore a plenitud el disfrute estético.  

Si analizamos el mundo taurino nacional desde esta perspectiva, el nuevo año no luce tan sombrío y puede ser tan productivo como decidamos, para afianzar nuestra cultura taurina y conjurar el peligro del conformismo y el “premialismo” (valga el nuevo término que se explica solo), cuya malsana combinación deforma nuestra Fiesta Brava y, en consecuencia, nuestra afición.

En verdad, la tauromaquia no ha escapado a la innata inclinación del hombre por la belleza y ya no se trata de una mera demostración de pericia y valor, pues ahora es de rigor hacerla en un contexto cada vez más artístico y es allí, precisamente, donde puede estribar la perennidad de la Fiesta Brava.

Ojalá que, a pesar de todo, seamos capaces, al menos, de hacer de 2020, el año del apuntalamiento de la afición taurina venezolana.  

Feliz año y que Dios reparta suerte.

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