miércoles, 29 de enero de 2020

JOSÉ ALAMEDA, se anticipó, inmortal, al vacío de la muerte / por Víctor José López EL VITO


El martes 28 de enero de 1990 se marchó de este mundo

José Alameda fue de cuna madrileño, universal como taurino y entrañable como poeta. Nació en la madrileña calle de Goya, el 24 de noviembre de 1912, por lo que en noviembre de este año de 2020 se cumplirán 108 años del nacimiento del famoso periodista y siempre recordado amigo.

JOSÉ ALAMEDA, se anticipó, inmortal,
 al vacío de la muerte

Víctor José López EL VITO
A Los Toros / Caracas, 28 Enero 2020
Cuando Carlos Fernández Valdemoro llegó a México, luego de un largo viaje desde Europa que dejaba a sus espaldas la Guerra Civil española, tránsito iniciado en Paris y en Londres, cruzando el charco Atlántico hasta llegar a la costa Este de los Estados Unidos que cruzó de Norte a Sur hasta llegar a México, se convirtió en José Alameda. Quedó fascinado con la Ciudad de los Palacios. Encantado con el abigarramiento mexicano. Firmó con el nombre de Carlos Fernández Valdemoro, porque fue hijo del intelectual y político español Fernández Clérigo, que había sido secretario del presidente de la República de España, don Manuel Azaña. Era Carlos Fernández, el nieto del marqués de las Navas, y con todo su cortesano linaje, Fernández Valdemoro era demasiado republicano. 

Así que, para cruzar la arena del toreo y meterse en el corazón del pueblo taurino con alma de literato, se autonombra Alameda, por la Alameda de Hércules en Sevilla, en recuerdo de José, nada más ni nada menos que por Gallito. El personaje José Alameda nació, frente a la Alameda Central, de la Ciudad de los Palacios. El México que haría suyo y que exaltaría con su prosa, su poesía, la narrativa singular y personalidad admirable. Fueron 50 años de actividad. Medio siglo de cátedra permanente, de “apasionada entrega” a la fiesta de los toros. Vida catalogada a manera de índice, en su obra de literatura taurina: El arte del toreo Católico, Los arquitectos del toreo moderno, Los heterodoxos del toreo, La pantorrilla de Florinda y el origen bélico del toreo Retrato inconcluso, Crónicas de sangre, La evolución del toreo y Al hilo del toreo, junto infinidad de artículos y reportajes que su larga trayectoria literaria preñó de positivismo y de sentido estético y ética taurinas las páginas de diarios y de revistas del universo de la Fiesta de los Toros. 

José Alameda, al que hoy martes 28 de enero recordamos por su adiós a la vida, será recordado más como literato brillante, que como incomparable relator y comentarista en los medios radiofónicos.

Ha sido el más profundo de todos cuantos han existido. 

Confidencialmente con su partida, Espasa Calpe lanzó al mercado de los libros su última obra Al hilo del toreo. Su trabajo periodístico fue una gran alabanza, grande por su pluma. A manera de agradecimiento por la dedicatoria que le hicimos del libro Solera brava, publicó un artículo en “El Heraldo de México”, su postrera tribuna taurina. 
Como ocurre cuando suceden estas cosas, el despacho informativo de la Agencia de Noticias llegó frío a la redacción aquella tarde del 28 de enero de 1990. Simplemente anunció la muerte de José Alameda, “conocido periodista taurino”.
Afortunadamente no fue así, porque quien ha escrito tanto, y tambien, quien grabó su voz y no en la mente y en el recuerdo, como él grabó la voz de “Gallito”, sino que hirió los electrones y se metió en cientos de cintas mil veces reproducidas, en videos y en magnetófonos, no puede morir. 
Allí, con ese tono leve de su grata voz, perfecta dicción, sonora prosa y verbo fácil, estará siempre José Alameda. Un crítico que con una frase podía hacer figura a un torero, y que al leer entre líneas pudo ser capaz de descubrir cosas profundas pero que nunca, jamás, hirió ni utilizó sus escrituras taurinas para atacar ni para participar en la vida privada de otros. 

La tarde anterior al fallecimiento me comuniqué con Guillermo Leal, en aquellos momentos su alumno más directo. Memo Leal desplegó la muleta sin engaños ni añadidos y me dijo que le quedaba poco “al Maestro”.
Hoy José Alameda, su busto, se eterniza en tallas de duro pedernal o lustroso bronce. Hay uno en la Plaza de Toros Monumental México con el facsímil de su firma. Otros en plazas y cosos taurinos y uno, muy particular, en León, Guanajuato, donde el domingo un torero, José Mauricio, diestro con historia de lucha social y taurina, mezcla de revueltos sentimientos que exaltan sus valores artísticos, encarna lo que don José el de los toros, Pepe Alameda, sentía por los toros.
Es la de León una hermosa obra del escultor Humberto Peraza, con la dedicatoria del ganadero Alberto Bailleres, que dice: 

“A José Alameda, por su labor literaria en La Fiesta”

El bronce a sus espaldas tiene, grabado por el escultor, la Décima de las ascuas. Alameda, agradecido a Peraza, le escribió el siguiente poema, que hoy con su “graciosa” huida adquiere carácter trascendental. 

La emoción de la escultura cuando esculpido me vi, fue verme fuera de mí reducido en forma pura, deshabitada figura. Prisionera de tal suerte 
la imagen en bronce inerte tiene una emoción real, pues anticipa, inmortal,
el vacío de la muerte”. 

José Alameda. 

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