lunes, 20 de enero de 2020

“Mamá, soy marica” / por Eduardo García Serrano



El Evangelio, que es el belén de la dignidad humana, de la igualdad de todos los hombres y de nuestra Civilización, lo dice muy claro: “¡Ay del que escandalizare a una sola de estas criaturas! Más le valdría atarse una rueda de molino al cuello y arrojarse al lago”.

“Mamá, soy marica”

Eduardo García Serrano
El Correo de Madrid, 20 Enero 2020
Con Mariano Rajoy en la Moncloa y Marnie la Ladrona en la presidencia de la Comunidad de Madrid, o sea que no hace demasiados ayeres, recibí la escandalizada llamada de una entrañable amiga familiar que, iracunda e impotente, me relataba para que yo lo denunciase (así lo hice) en la Radio y en la Tele lo que le acababa de suceder esa misma tarde con su hijo de ocho años:

“Al volver del cole y mientras le preparaba la merienda, mi hijo, sorprendentemente serio, me dice: Mamá, tengo que decirte algo muy importante. Me hizo gracia la impostada gravedad de su rostro infantil pero, para que el niño no creyera que su madre banalizaba la importancia de lo que quería comunicarme, adopté un rictus tan serio y grave como el suyo, y le pregunté de qué se trataba. El niño lo agradeció y sin más preámbulos me dijo, mamá soy marica. Se me encendieron todos los pilotos de alarma y haciendo acopio de toda la serenidad que pude, para que el crío siguiera confiándose a su madre, le pregunté ¿Ah sí? ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo lo has descubierto? Esta tarde -me dijo- ha venido al cole un profe de la LGTBI para darnos una charla en la que nos ha dicho que los mejores pintores, escultores, escritores y músicos de la Historia, los mejores deportistas, actores y poetas de la Humanidad son todos homosexuales y que, por el contrario, los hombres que más daño le han hecho a la civilización y al progreso han sido todos heterosexuales. Como yo quiero ser de los mejores he decidido que soy marica, como el profe nos ha dicho que nos llamemos sin avergonzarnos”.

Ese es el objetivo del sistema educativo de Rajoy y de Sánchez que, en esta y otras muchas cuestiones, tanto monta. No se trata de enseñar a respetar a todos los hombres. No. Socapa de esa noble intención se oculta la realidad de esta gigantesca y perversa operación de ingeniería social

hacer deseable la homosexualidad entre los niños con paradigmas profesionales excelsos y, si no despreciable, sí reprobable la heterosexualidad, identificándola con patrones de conducta que todos rechazamos. 

Si, además, el sistema educativo se complementa con el todopoderoso apoyo del cine, la televisión y las Redes Sociales, en cuyas series, películas y vídeos el racista, xenófobo, machista, intolerante y brutal es siempre heterosexual, el éxito está garantizado. Tal y como lo estuvo cuando en USA iniciaron la masiva campaña antitabaco: en su cine y en su TV sólo fumaban los negros, los hispanos y lo que ellos llaman loser (perdedores), o sea la basura blanca.

La resistencia ante tamaña operación de adoctrinamiento es un imperativo moral, aunque no sea legal. El Evangelio, que es el belén de la dignidad humana, de la igualdad de todos los hombres y de nuestra Civilización, lo dice muy claro: “¡Ay del que escandalizare a una sola de estas criaturas! Más le valdría atarse una rueda de molino al cuello y arrojarse al lago”. Hoy en España no hay suficientes piedras para tanto cuello.

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