miércoles, 15 de enero de 2020

¿Qué será de la Tauromaquia? / por Paco Cañamero



Con el futuro de color oscuro, ahora no queda otra que capear el temporal, pero antes que nada el toreo debe organizar su casa. Que ahí realmente está el problema más grave.

¿Qué será de la Tauromaquia?

Paco Cañamero
Glorieta Digital / 12 enero, 2020
Llegan tiempos turbios para la Fiesta. Por delante vendrá una época que no va a ser nada fácil desde que el Gobierno está en manos de gente que, públicamente, se ha manifestado contraria a la Tauromaquia. Ahí está el ejemplo de Pedro Sánchez, alzado a presidente dela Gobierno, que un día no tuvo mejor ocurrencia que entrar en directo en el espacio televisivo Sálvame para decir que era anti. Y a su lado sus socios de Podemos, un partido claramente anti y escrito en su ideario acabar con el arte del toreo. Ellos van a gobernar el país durante los próximos años y a nada escapa, tras la larga cadena de pronunciamientos que han realizado durante los últimos años, que al toreo van a tratar de tumbarlo y ocurra lo mismo que al boxeo hace años. Que pasó de ser un espectáculo multitudinario a quedar casi desaparecido.


Los profesionales y aficionados taurinos viven días de máximas preocupaciones, de no saber cómo afrontar un futuro cuando saben que la afilada sombra de la guadaña pende sobre sus cabezas. Los teléfonos al rojo vivo mientras unos y otros se llaman para ver qué pasará, para tratar de tener alguna información fidedigna que al menos tranquilice.

Hasta ahora nada se sabe al no haber ninguna declaración oficial, pero si hay varias cosas claras. La primera es que no se va a prohibir el espectáculo, al ser ilegal la prohibición; ni tampoco habrá referéndum para votar toros sí o toros no, entre otra cosas porque no se puede votar todos los días, por más que Podemos se lo haya prometido al insignificante PACMA. Eso es una utopía. Lo cierto y aquí está el problema, es que llegarán nuevos impuestos, mayores exigencias ganaderas, nuevas normativas para el transporte de toros por carretera, se inventarán alguna tributo para los profesionales, prohibir la entrada a las plazas a menores de 16 años, prohibición de portátiles excepto para festejos populares, las plazas fijas deberán superar ITV de seguridad en escaleras, prohibición de publicidad taurina con animales sonde se aprecie sangre de banderillas o puyazos, se facilitarán manifestaciones antitaurinas… Eso lo veremos y a ello habrá que enfrentarse en los próximos años, pero la prohibición y el referéndum son impensables.


Lo triste de todo esto es que la actual izquierda, que se ha hecho antitaurina ha olvidado su historia y la enorme vinculación que históricamente tuvo con el toreo; desde aquel PSOE nacido en el congreso de Suresnes, ya en el final del franquismo y que siempre fue un modelo en la defensa de la Cultura y las tradiciones, en las antípodas del actual. Lo mismo ocurre a los comunistas, ignorantes de su historia e incluso cuando se legalizó el partido, aquel Sábado Santo de 1977, se celebraron varias corridas a su beneficio para que dispusiera de fondos, además de la gran vinculación de muchos de sus líderes al toreo. Un ejemplo es el cineasta Bardem; también el de Rafael Alberti, que hasta una tarde fue banderillero de Sánchez Mejías en Barcelona, junto a la gran dedicación de su legado poético a la Tauromaquia vuelvo a los toros por ti, yo, Rafael/ Por ti, al ruedo/ -¡Ay con más años que miedo!-, /Luis Miguel. Y estos ingratos comunistas de ahora, con tanta afán por prohibir, han olvidado que el PCE durante los años del franquismo se mantuvo en varias etapas por el dinero que le inyectaba la familia Dominguin.


Me gustaría saber la opinión de grandes socialistas ligados a la Tauromaquia. De antes y de ahora. ¿Qué pensaría hoy Indalecio Prieto? Aquel bilbaíno que en el exilio mexicano siguió apasionado con los toros y no perdía corrida en la que alternasen diestros españoles, sobre todo Manolete, del que llegó a ser amigo. ¿Y Ramón Rubial? El entrañable presidente del PSOE que tenía en el Cossío en la cabeza y pocos años de su muerte disfrutó de un tentadero en El Berrocal invitado por Alfonso Navalón que protagonizó Antoñete, otro torero afín al PSOE. ¿O Felipe, Guerra, Bono, Arévalo, Cid Cebrián…? ¿O Corcuera, que soñaba ser crítico taurino? Y no digamos de toreros, como Antoñete, Gregorio Sánchez, Manolo González… junto a otros muchos de los más modernos, ejemplos de José Tomás o de Talavante y que han acabado hartos de un partido que los ha traicionado. Porque le quiere quitar su pan.


Pero si el panorama político es de color zaino hay algo que no debemos olvidar. Y es lo mal que ha estado gestionada la Tauromaquia por quienes deben cuidarla y mimarla más que nadie y sin embargo tanto daño le han hecho. Sin ir más lejos no hay más que ver la estafa de encerrona del Juli, el sábado en Manizales, con un toritos que han sido un insulto a la dignidad del toreo. Ese es un caso de muchos miles de ellos, porque aquí se han hecho las cosas muy mal, peor. Pongamos el ejemplo de que en el actual toreo hay cuatro o a lo sumo cinco figuras que ganan dinerales, mientras el resto de matadores de toros malviven, en su mayoría. Hoy quienes de verdad ganan dinero son, en una gran parte, los componentes de las cuadrillas. Especialmente los picadores, donde cualquier buen profesional se hace rico en pocos años. E incluso otros que se hacen picadores y tiene suerte o un amigo, hermano o familiar que los ficha para cuadrilla.


Esta bien, que las gentes de plata hayan sido las únicas que han defendido y dignificado su profesión, porque han luchado por sus derechos y lo merecen. De ellos deben aprender los distintos estamentos, que no se han sabido defender. Y un ejemplo muy claro es el momento tan triste y caótico que viven las novilladas, prácticamente desaparecidas y eso que son el germen y futuro de la Fiesta. O deberían serlo. Y estos son problemas más graves que los políticos, porque el propio mundo taurino es el gran culpable de su situación.

Ahí está el ejemplo del pasado año cuando las empresas alegaban que el precio de las entradas no se podía bajar, alegando el alto precio del IVA y una vez se logró rebajarlo y aplicarle el de cultura, precio de las entradas debería reducirse de manera sustancial. Pero, sin embargo, a las empresas esa medida les dio de lado y continuaron manteniendo el precio que tenían las entradas con el IVA anterior, embolsándose la diferencia.

Con el futuro de color oscuro, ahora no queda otra que capear el temporal, pero antes que nada el toreo debe organizar su casa. Que ahí realmente está el problema más grave.

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