jueves, 13 de febrero de 2020

Por una "Fiesta" respetada, querida y apreciada / por Juan Miguel Núñez Batlles



Hay, de un tiempo a esta parte,  una perversa campaña para considerar  la "Fiesta Taurina" un tema políticamente incorrecto, lejos de lo que debería ser respetado, querido y apreciado como algo esencial de nuestra cultura.

Reflexiones a punta de capote
Por una "Fiesta" respetada, querida y apreciada

Juan Miguel Núñez Batlles
Periodista taurino.
La actualidad taurina tiene muchos frentes abiertos, y muy variados. Noticias para comentar de una manera sucinta, aunque con las correspondientes reflexiones o advertencias, por la transcendencia de las mismas.

La cosa no va bien, por mucho que intentemos los interesados en mostrar una imagen ostentosa de la llamada Fiesta Nacional, o Fiesta Brava.

El toreo no va bien. Y no quisiera que esta frase fuese una sentencia, ni mucho menos que se le dé contenido doctrinal.

El toreo no va por donde y como tenía que ir.

Y es verdad que hay esfuerzos  (unos más justos y evidentes que otros) para que los valores esenciales -la escuela de principios morales y artísticos que encierran las normas del toreo- resplandezcan sobre errores accidentales y, en muchos casos, superficiales.

Son las equivocaciones del "sistema", como le llamamos al grupo monopolista que maneja, o quiere manejar los hilos del negocio, a base de controlar sus fundamentos básicos,  entiéndase toreros, toros y plazas importante. Errores que están dañando la imagen buena del toreo que tiene o tenía gran parte de la sociedad en la que también se incluye el mundo de la política.

Hay, de un tiempo a esta parte,  una perversa campaña para considerar  la "Fiesta Taurina" un tema políticamente incorrecto, lejos de lo que debería ser respetado, querido y apreciado como algo esencial de nuestra cultura.

Al espectáculo de la corrida se le quiere identificar con valores retrógrados;  el nacionalespañolismo,  que tan duramente combaten en este tiempo los políticos en el poder,  que  miran de espaldas y con suma frialdad lo que siempre fue ejemplar cultura y tradición, clasicismo e ilustración.

Urge, por tanto, una pedagogía de la verdadera tauromaquia, que analice su origen y práctica. Y más que nada trasladar con sólidos argumentos las inquietudes y reivindicaciones de profesionales, aficionados y público en general a una discusión política en la que intervengan también los medios de comunicación que se precien de honestos, comprometidos con la verdadera independencia ideológica.

Y, desde luego, no esperar a que sea el gobierno quien plantee o resuelva el tema. Pues, ni los que están,  ni los que estuvieron,  ni los que puedan venir, ninguno hará nada, porque tampoco es su cometido. Bastará con que los políticos de uno y otro bando nos respeten. Dejarnos hacer será suficiente. 

Somos nosotros quienes tenemos que defender la corrida y sus valores. Y para ello lo primero es poner a salvo la dignidad del espectáculo; o dicho más claro, espigar en lo bueno que puede haber en el colectivo, para poner de acuerdo a empresarios honestos, ganaderos decentes y toreros capaces.

No es tan difícil si nos ponemos manos a la obra. Y desde luego,  la juventud  -tan ávida de planteamientos y sensaciones en los que resplandezca la verdad- tendría (no cabe duda) una respuesta muy positiva.

¿ Por qué no se intenta ?
    

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