viernes, 20 de marzo de 2020

Tápate Blanquet / por Lope Morales



“Joselito”, del que conmemoramos este año el centenario de su muerte, tenía en su cuadrilla a un peón de briega llamado “Blanquet”, del que decían que era capaz de oler la muerte cuando se acercaba. Terrible habilidad la del banderillero al que le olía todo a cera justo antes de una grave cogida. También en la de Joselito el Gallo del 20 de mayo de 1920.

Tápate Blanquet

LOPE MORALES
Diario Jaén /19 Marzo 2020 
Andábamos ensoberbecidos los humanos pensando cómo cuidar de la naturaleza y llega la naturaleza y nos da un serio toque de atención. Ojo, señores, que aquí mando yo. Esta vez no se ha manifestado con la ostentación y la fuerza de los volcanes, las tormentas, los tsunamis o los terremotos, sino con una invisible e inesperada sutileza, a través de una simple tirilla microscópica de ARN. 

Un virus, que ni lo ves ni lo hueles ni lo notas aunque lo tengas encima y que, con un plan de expansión muy original y efectivo, se sirve de cada uno de nosotros para extenderse al resto de los humanos del planeta, sin distinción de razas, religiones o ideologías.

Son cientos las víctimas en España y se cuentan por miles en el resto del mundo. Y se masca una tragedia mayor. De nada sirve suavizar los mensajes, porque a todos, de una u otra manera, nos va a coger el toro. De nosotros depende que sea con el menor daño posible ayudando a los más expuestos y cuidándonos de los buitres que siempre aparecen en cualquier batalla. Vienen tiempos duros. “Joselito”, del que conmemoramos este año el centenario de su muerte, tenía en su cuadrilla a un peón de briega llamado “Blanquet”, del que decían que era capaz de oler la muerte cuando se acercaba. Terrible habilidad la del banderillero al que le olía todo a cera justo antes de una grave cogida. También en la de Joselito el Gallo del 20 de mayo de 1920. Fue en la lidia de muleta del quinto. Blanquet andaba cerca del maestro ayudando con su capote —entonces era normal que los peones estuvieran en el ruedo durante la faena— “¡Déjalo, Blanquet, que ya puedo con él! Tápate, que el toro está contigo.” Bailaor —que así se llamaba el toro— pequeño y burriciego, al ver a José cuando este tomó distancia, se fue derecho al bulto sin hacer caso a la muleta propinando la cornada en el vientre que se llevó por delante al rey de los toreros.

Esto acaba de empezar y no hace falta oler a cera para adivinar la que se viene y la que se puede venir encima si no actuamos con cabeza. Por eso, y para evitar daños mayores, hagamos caso a lo que nos dicen. Toda prevención es poca, especialmente cuando los primeros en la diana son nuestros mayores, los que nos han cuidado, los que han sufrido calamidades y peores guerras que ésta para que nosotros vivamos mejor. Sigamos todos quietos y “tapados” en la barrera de nuestras casas. Los españoles nos crecemos en el castigo, es verdad, pero dejemos en el ruedo solo a los que tienen el cometido, el conocimiento y el valor para lidiar este marrajo. Y que tengan ellos mucho cuidado, sin confiarse ni perderle nunca la cara al toro. Los demás aprovechemos para reflexionar sobre nuestra propia vida. Si no estamos toreando más deprisa de la cuenta o si merece la pena seguir con tanta ceguera a los que se empeñan en buscar diferencias y enfrentarnos por ellas. Los españoles hemos hecho grandes cosas cuando hemos estado unidos. El ejemplo lo estamos viendo y lo vamos a seguir viendo estos días. Y el mundo entero tiene que reflexionar también sobre nuestras relaciones internacionales, nuestros espacios y nuestras distancias económicas y culturales. A lo mejor no hay mal que por bien no venga. Meditemos y recemos. Pero en casa. Si Blanquet se hubiese quedado en el ruedo igual había evitado la cogida. Pero es que Blanquet era torero. Nosotros no.

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