sábado, 4 de abril de 2020

Celaá, la braghettone de Atapuerca / por Eduardo García Serrano



En España la Educación es la lonja en la que se doma a la masa de maniobra política, anestesiando sus neuronas con ditirambos báquicos para que los españoles vivan y actúen con la gozosa indiferencia del hedonista, pasando el tiempo en los relojes de niebla de la ignorancia.


Celaá, la braghettone de Atapuerca

Eduardo García Serrano
El Correo de España / 3 Abril 2020
Daniele Volterra, más conocido como Braghettone, se convirtió en el hamerreír de todos los pintores de Roma por pintar bragas a los desnudos de la Capilla Sixtina. Exactamente eso es lo que han venido haciendo los ministros de Educación (perdón por el eufemismo, demasiado generoso) españoles desde el nefasto Maravall hasta la inconcebible Celaá, cuyo rostro parece sacado de un relicario decimonónico. Exactamente eso, ponerle bragas al analfabetismo cum laude progresista de los estudiantes españoles desde el parvulario a la universidad. A todos les ponen las bragas de la ignorancia, salvo a aquellos que pueden huir de la Enseñanza Pública y desasnarse en otras aulas allende los Pirineos, o en los pocos centros privados, al sur de esa cordillera, que tienen el valor de torear y modular, en beneficio de sus alumnos, las tóxicas leyes de Educación que conducen a la mayoría de las mocedades de España no a la Capilla Sixtina, sino a la cueva de Atapuerca, donde aprenderán a deletrear la palabra “amoto” y a descalzarse para contar hasta veinte. Poco más.

Desde El Correo de España y sobre el hombro de Javier Navascués, clama el profesor, escritor e historiador Luis Togores contra el abandono absoluto en el que ha caído la Educación en España por la pandemia del Coronavirus, a la que no se ha dotado ni de respiradores ni de hospitales tecnológicos para que los profesores interactúen con los alumnos para salvar el curso y sus saberes en el Estado de Alarma. Mi querido Luis Togores es heredero académico de Ortega y de Unamuno, de Marañón y del hermano de Manuel Machado, también de Manuel García Morente, por eso clama, pide y exige lo que no le van a conceder. Luis Togores se niega a aceptar, y hace muy bien, por eso lucha como un legionario, que hablarle de las necesidades de la Educación a la braghettone Celaá es como tratar de explicarle a un pigmeo el Teorema de Pitágoras.

En cualquier otro país en el que la democracia es algo más que una palabra, la Educación es la madre nutricia de la Nación, el taller de la prosperidad y la forja del futuro. Alemania, por ejemplo, cuya presidenta, Angela Merkel denegó la petición de los jueces de ganar tanto como los profesores germanos diciéndoles que “no podían pretender ganar lo mismo que sus maestros”.

En España la Educación es la lonja en la que se doma a la masa de maniobra política, anestesiando sus neuronas con ditirambos báquicos para que los españoles vivan y actúen con la gozosa indiferencia del hedonista, pasando el tiempo en los relojes de niebla de la ignorancia.

La pandemia ha hecho que se pierdan miles de millones de horas de clase ¿Soluciones? La imposibilidad legal del aprobado general incentiva la tentación gubernamental del Real Decreto extraordinario, o cambalache similar. Recuperar el curso perdido en julio, agosto y septiembre... ufff qué pereza y qué impopular. Consecuencias: mucho cuidado con los puentes, los del dentista y los de los caminos; a partir del año que viene hay serio riesgo de que se caigan.    

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