sábado, 4 de abril de 2020

Justo Juez / por Ignacio Ruiz Quintano



–Justo y Divino Juez, oye mis súplicas, atiende a mis ruegos, escucha mis peticiones y dales favorable despacho –rezan los incautos, que creen que “cuando esto pase” un juez se hará cargo del dictador.



Ignacio Ruiz Quintano / Abc
Al español, históricamente, eso de la libertad siempre le ha parecido lo que a Pablemos el teatro: “Una mariconada”.

El 78 otorgó al español todas las libertades menos la de elegir a sus gobernantes. Pero las libertades otorgadas (no conquistadas), igual que te las dan, te las quitan. Basta con que el mando firme un papel de barba. Lo llaman “Estado de Derecho”, o Derecho que despacha el Estado que nos ha traído esta dictadura de Sánchez, apoteosis de una calabaza con la que en un Halloween vírico los comunistas juegan a truco o trato mientras la Nación vuelve a los tronchos de coles.

–Justo y Divino Juez, oye mis súplicas, atiende a mis ruegos, escucha mis peticiones y dales favorable despacho –rezan los incautos, que creen que “cuando esto pase” un juez se hará cargo del dictador.

¿Cuándo, en nuestra Historia, un juez echó “la pata alante”? Un sindicato policial acude a un juez para pedir protección sanitaria y el juez los manda a freír gárgaras porque vienen a “desgastar al Gobierno en tan crítica situación”.

Este juez tiene fama de “recurrir leyes anticonstitucionales”, que es jugar a juez americano (democracia política) en un país sin separación de poderes, cuestión que escapa a los jueces para la democracia ideológica.

–Hay dos cosas que degradan la justicia –nos dejó escrito un gran jurista–. La no separación formal de poderes causa su dependencia. Fiarlo todo a la conciencia del juez causa su indignidad. La idea de basar la dignidad de la justicia en la conciencia de los jueces, y no en la independencia de su corporación, es una fantasía religiosa propia de la lógica del martirio.

Aquí los progres decidieron que el obstáculo para el progreso de la justicia no era la dependencia del gobierno, sino la mentalidad burguesa de los jueces, y sustituyeron su conciencia moral por la conciencia de clase.

    –Sorprende que no sean los sindicatos de clase los que planteen tales medidasafea el juez al sindicato de policías.

    Y se creerá el juez Coke.

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