domingo, 3 de mayo de 2020

Nueve metros cuadrados / por Antolín Castro

En el espacio de la imagen dicen que haya solo 2 aficionados, uno a cada lado

Muestran con ello su incompetencia o su maldad, o las dos cosas a la vez. Detrás de esa falta de equidad y respeto, hay un deseo de acabar, de asfixiar, a la fiesta de los toros de la que tanto reniegan.

Nueve metros cuadrados

Nueve metros cuadrados. Esa es la nueva unidad de medida que el gobierno español ha inventado para discriminarnos aún más.

Sabíamos de lo poco que nos querían, al mundo taurino me estoy refiriendo, pero no esperábamos, ni podíamos imaginar, que nos marginaran tanto.

Las dificultades por las que estamos pasando obligan a realizar restricciones muy severas en todos los ámbitos. Es lógico con lo que nos está pasando, pero eso no evita que se retraten contra la Tauromaquia.

No es que se pueda esperar mucho de este gobierno desnortado, donde de cada medida que toman la rectifican varias veces antes de que entren en práctica. No se puede confiar mucho en lo que pretenden organizar ni en las medidas que toman, pero la verdad es que somos esclavos de cada una de las medidas, o desmedidas, que se van tomando.

Nada puede ser fácil para volver a la normalidad, pero no es menos cierto que nos tratan de forma diferenciada y marginal, si lo comparamos con el resto de actividad de ocio o de igual calado.

En el espacio de la imagen dicen que haya solo 2 aficionados, uno a cada lado

Nueve metros cuadrados son para ellos la unidad de medida, de distancia de seguridad, en una plaza de toros, pero en esa misma medida, para un cine cerrado, dan la opción de que se sienten cinco o seis. Arbitrario a todas luces.

Muestran con ello su incompetencia o su maldad, o las dos cosas a la vez. Detrás de esa falta de equidad y respeto, hay un deseo de acabar, de asfixiar, a la fiesta de los toros de la que tanto reniegan. Saben, eso sí, que será muy difícil dar toros bajo esas estrictas condiciones para con los asistentes, y saben también que cuanto más debiliten las opciones de dar espectáculos taurinos, menores serán las posibilidades de levantar la persiana.

A las muchas dificultades que ello supone, cuentan con que el colectivo taurino no hace ruido alguno. Primero porque no es momento de reivindicar con la que está cayendo en otras áreas más esenciales para la sociedad, pero también por esa sensación de ‘apestados’ que se han ido encargando de promover y propagar entre esa misma sociedad.

La Tauromaquia es cultura, sí, pero para ellos solo lo es por la parte de atrás. El ‘mundo de la cultura’, ese del cine que se posiciona constantemente del lado de la izquierda, a esos sí les hacen sitio, les dan crédito y subvenciones, pero ninguno llega en realidad al nivel ni a la talla de un Curro Romero o un Santiago Martín ‘El Viti’. Esos referentes vivos de la cultura, de las artes taurinas, están a años luz de un Willy Toledo o un Paco León, por citar solo dos ejemplos. Nada se parecen tampoco con el respeto y admiración que despiertan, aunque solo fuera en sus respectivos mundos. Pues quien quiera admirar la cultura taurina, habrá de hacerlo en islotes de nueve metros cuadrados, así lo dispone, tan frescos ellos, el gobierno español.

Por eso los nueve metros cuadrados dejan de ser solo una medida de distancia de seguridad, para convertirse directamente en una especie de celda de castigo donde quieren confinar, aún más, a la Fiesta Brava.

Una vez dicho todo esto, por muy excéntrico que nos parezca que en la plaza haya muy pocos aficionados o se celebre a puerta cerrada, si hay toreros dispuestos, mi voto más esencial es que el toro bravo ha de morir en el ruedo. El mejor homenaje que podemos, y debemos hacerle. Aunque los demás no tengamos gloria, que la pueda tener, aunque sea por esta vez, el verdadero rey de la Fiesta, el Toro.

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