sábado, 23 de mayo de 2020

Recordar, volver a vivir / por Pla Ventura



Aquellos años dejaron mucha leyenda escrita y, entre tantas gestas de aquellos tiempos, cualquiera se le eriza el vello al pensar en las ganaderías que se enfrentó César Rincón un año en Madrid en que, salió cuatro veces por la puerta grande. El diestro de Bogotá que vino para quedarse como su trayectoria nos demostró, salió en hombros de Madrid tras enfrentarse a los toros de Baltasar Ibán, Murteira Grave y demás ganaderías de esta estirpe

Recordar, volver a vivir

Pla Ventura
Toros de Lidia / 23 mayo, 2020
En este tiempo de encarcelamiento obligado en que, como es natural y lógico, los toros han brillado por su ausencia, los aficionados hemos empleado el tiempo el menesteres muy útiles, como, por ejemplo, rememorar viejas páginas de una tauromaquia que añoramos y la que, como me sucede a mí, apenas han pasado tantos años; es decir, muchos de los recuerdos que alimentan mi mente son los mismos que han vivido mis coetáneos que, sin distinción, todos disfrutaron de aquellos años gloriosos.

Nos retrotraemos a los años ochenta, apenas nada comparado con la inmensidad del universo y de la propia vida y, aprendimos muchas lecciones entre la torería de aquella época que, comparado con lo que ahora sucede, o eran tontos del capirote, los toreros, o héroes al más alto nivel. Me inclino por la heroicidad, no cabe apelativo más hermoso para dignificar a aquellos toreros que, con un corazón que no les cabía en el pecho, apenas nadie era cuestionado salvo los que, a base de mariconadas, así lo pedían a gritos; pero eran los menos porque entre la torería de los años ochenta, la dignidad y el orgullo por ser torero era algo incuestionable.

Aquellos años ochenta que tuvieron un esplendor mágico, hasta el punto de que, toreros como Sánchez Puerto que apenas rozó la gloria, en aquellos años, pasado el tiempo ha quedado como un torero de culto; es decir, hasta los llamados segundones del toreo, casi todos ellos, eran pura referencia del más bello y apasionado arte, entre ellos, el citado Sánchez Puerto que, pasado el tiempo, repito, ha quedado entre las más bella referencias de aquellos años, algo que cita con apasionado espero Alfonso Santiago en su libro MEMORIA DE LOS OCHENTA.

Si hablamos de ganaderías de aquella época, algunas de los que a Dios gracias todavía existen pero que, dado el momento actual en que atravesamos, dudo que dichas ganaderías cumplan un año más como referente del toro bravo.

Cito por ejemplo la de Celestino Cuadri y, entre otros, ¿saben quién mataba dichos otros? Por ejemplo, en una tarde isidril de los años ochenta, Manolo Vázquez y Antoñete se dieron el lujo de anunciarse en Madrid con los toros de Trigueros. En aquel momento, lo juro, los aficionados veíamos aquello como lo más natural del mundo, es decir, nadie le daba nada más que la justa importancia pero, amigo, han tenido que pasar los años para que, en la actualidad, los aficionados sepamos comprender, diferenciar y respetar a dichos diestros como los citados puesto que, pese a no estar en este mundo, su leyenda les mantiene vivos.

Aquellos años dejaron mucha leyenda escrita y, entre tantas gestas de aquellos tiempos, cualquiera se le eriza el vello al pensar en las ganaderías que se enfrentó César Rincón un año en Madrid en que, salió cuatro veces por la puerta grande. El diestro de Bogotá que vino para quedarse como su trayectoria nos demostró, salió en hombros de Madrid tras enfrentarse a los toros de Baltasar Ibán, Murteira Grave y demás ganaderías de esta estirpe que, vistas con los ojos de la actualidad, todo suena a desdicha porque los toreros importantes no quieren guerras “absurdas” como ellos denominan a enfrentarse a toros auténticos.

Lo dicho, comprobado por los jóvenes aficionados actuales seguro que les sabe a gloria; sí, porque dadas las connotaciones actuales entre la torería actual, no podrán comprender que lo que contamos fuera cierto. Y tienen sus razones para dudar de lo que decimos todos aquellos aficionados que no palparon en sus corazones aquellas gestas pero, lo dicho es una realidad que aplasta.

Ahora, amigos, ser figura es sinónimo de blandenguería, de comodidad, en ocasiones de estafa, de burla hacia el aficionado con los toros de Domecq en sus respectivas ramas; unos toros que no cogen jamás a los toreros y si alguna vez se equivocan, bajan la cabeza y piden perdón a sus lidiadores por ejemplo, por si alguna vez les han derribado.

Es horrible pensar que, en la actualidad, hablar de la grandeza del toro es aflorar al torero desdichado al que se la ha dado una oportunidad para que se estrelle y no moleste más. Cuidado que, nadie está pidiendo que las figuras maten los miuras a diario porque se dejarían sin pan a muchos toreros; pero sí, de vez en cuando, como se ha hecho toda la vida, un gesto no vendría mal, en el peor de los casos para acallar voces discordantes como puedan ser las de los aficionados de Madrid.

Tampoco es preciso que las figuras, a modo de avalancha, se apunten de cara al año que viene con todas las corridas duras que, las tenemos en la dehesa que encontramos al lado. Simplemente, los que mandan en el toreo, por dignidad propia, sencillamente para satisfacción personal deberían de apuntarse a cualquier hierro encastado que, como granes figuras que son, así lo deberían de demostrar.

Cierto es que, entre los toreros, que les hablemos de la casta eso es tanto como mentar la soga en casa del ahorcado pero, si algunos “desdichados” han tenido los cojones y la grandeza de salir triunfadores con los toros de Saltillo, pongo por caso, o los de Adolfo, Victorino, Miura, Cuadri, Murteira y demás ganaderías de dicha estirpe. Lo que se dice ganaderías, tenemos para elegir; es decir, para hartarnos de ver toros encastados en muchas dehesas, pero si lo que se pretende es seguir matando el burro fofo y desmochado, que baje Dios y lo vea.

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