jueves, 18 de junio de 2020

Imagina que el Real Madrid librara sus batallas, sería un espectáculo / por Juan Manuel Rodríguez


Hubo alguien que sí decidió pelear pero lo hizo en absoluta soledad, y ese alguien fue José Mourinho. Bueno, no lo hizo absolutamente solo, no, porque ahí estaban Aitor Karanka o Álvaro Arbeloa, pero el resto del club, que era casi todo el club, dejó a Mourinho en la estacada, miró hacia otro lado, no se presentó al partido.

Imagina que el Real Madrid librara sus batallas, sería un espectáculo

La primera pregunta: ¿Por qué el domingo corrieron ríos de tinta y se debatió tanto acerca del acierto del VAR en la concesión del gol de Kroos, el 1-0, ante el Eibar mientras que ayer se habló poco del error monumental en el inexistente penalti de Messi que le regaló el 2-0 al Barcelona en su partido ante el Leganés? Pues es por lo mismo que, trasladando el debate al asunto político y social español, Pablo Iglesias puede permitirse el lujo de arremeter contra la Guardia Civil mientras una veintena de agentes especializados en el control de masas protege su casoplón de Galapagar. Se debatió hasta la náusea acerca de un acierto del VAR en la concesión de un gol del Real Madrid y ayer se pasó de puntillas (y no hay más que leer las crónicas del partido) sobre el piscinazo de Messi porque el Barcelona, como Podemos, ha ganado la batalla del lenguaje y por goleada además.

La segunda pregunta: ¿Por qué ha ganado el Barcelona la batalla del lenguaje? No creo que sea porque, en un mundillo tan profesionalizado como el del fútbol, no se le dé a la transmisión, a la comunicación, el valor que realmente tienen. Saber comunicar, y lo estamos viendo, es muy importante, tanto como para que, en lo tocante al asunto deportivo, en general se tenga la sensación de que el Real Madrid sigue siendo el gran beneficiado por la actuación arbitral cuando lo es el Barcelona; tanto como para que, en lo tocante al tema político, Pablo Iglesias haya convencido a una parte de la población de que él no ha tenido nada que ver en la desastrosa gestión sanitaria de las residencias de ancianos cuando él es su máximo responsable. Son malos, pero no son tontos. Y comunicar bien, transmitir correctamente una idea para que ésta llegue por los mejores cauces posibles a la población, es esencial, resulta fundamental. Entonces, y repito mi pregunta, ¿por qué ha ganado el Barcelona la batalla de algo que resulta esencial como es la comunicación? Pues la ha ganado por pereza, por ausencia del rival, que en este caso es el Real Madrid, por absentismo laboral, por dejadez, por desidia, quién sabe si incluso por cierto aire de superioridad. El Barcelona va ganando al descanso por 5-0 el partido por la comunicación porque el Real Madrid simplemente ha decidido no presentarse y, con sacar el balón de centro, los culés ya tienen más que suficiente para marcar gol.

Hubo alguien que sí decidió pelear pero lo hizo en absoluta soledad, y ese alguien fue José Mourinho. Bueno, no lo hizo absolutamente solo, no, porque ahí estaban Aitor Karanka o Álvaro Arbeloa, pero el resto del club, que era casi todo el club, dejó a Mourinho en la estacada, miró hacia otro lado, no se presentó al partido. Incluso con Mourinho sentado en el banquillo, el Real Madrid optó por su versión más monjil mientras que el Barcelona seguía comiéndole la tostada. Y no será porque el Real Madrid no es un club influyente, no; el Real Madrid es probablemente el club más influyente del mundo. Y no será tampoco porque el Real Madrid no tenga posibilidades y canales para transmitir el mensaje correcto, no; ahí tiene el Real Madrid una televisión en abierto las veinticuatro horas del día para hablar de lo que le dé la gana. Lo de Miki Nadal está bien, es gracioso, pero en el fondo es un "quiero y no puedo". Los reportajes de La Décima, La Undécima, La Decimosegunda y La Decimotercera son fantásticos, pero cuando ya los has visto mil veces pierden frescura. ¿Qué pasa hoy? ¿Qué sucede ahora? Pues hoy pasa que al Real Madrid le están comiendo nuevamente la tostada y algunos madridistas pretenden que algunos periodistas le hagan al club algo que el club no hace por sí mismo. Eso es lo que pasa hoy.

Intuímos que los jugadores del Real Madrid están muy molestos con el calendario, que lo consideran una aberración. Deducimos que en el Real Madrid piensan que existe premeditación y alevosía cuando de colocarles a ellos siempre los partidos a las diez de la noche se trata. Creemos que al Real Madrid le sentó muy mal que la Liga de Fútbol Profesional sugiriese la posibilidad de que el campeonato acabara con público en el campo porque lo que a ellos se les dijo en su día es que eso no sería así en ningún caso. Pensamos que el Real Madrid considera que sus rivales van a tener bastante más tiempo de descanso que los del Barcelona. Pensamos, creemos, intuímos y deducimos porque nadie del Real Madrid, absolutamente nadie, ni su presidente, ni ningún miembro de su junta directiva, ni el portavoz habitual, ni el entrenador ni su ayudante ni ninguno de sus futbolistas, y aquí incluímos a los que portan brazalete, o sea a los capitanes, han dicho o van a decir en el futuro esta boca es mía.

Mientras tanto, Quique Setién se queja del poco tiempo que ha tenido para preparar los partidos, protesta por el juego de sus rivales y, acerca del VAR y la concesión legal del primer gol del Madrid del domingo, asegura que hay factores que ellos no pueden controlar. O lo que es lo mismo, el pájaro disparando contra las escopetas. Y no, esta vez no está él, esta vez no está José Mourinho para que la partan la cara. Hoy la cara la vuelve a poner el Real Madrid para que se la partan a él, lo que viene siendo una tradición, mientras, por ejemplo, en Real Madrid Televisión se programaba para este mediodía Grandes esperanzas, basada en la extraordinaria novela de Charles Dickens. Salvo, posiblemente, en La tienda de antigüedades, en las novelas de Dickens siempre acaba ganando el bueno, eso sí con mucho sufrimiento por medio. Pero, para ganar, el bueno lucha, se resiste, quiere cambiar su suerte. 

La esperanza es lo último que se pierde aunque yo ya la haya perdido del todo sobre que el Real Madrid Club de Fútbol defienda lo suyo. No lo hará, no, no lo defenderá pero, a cambio, seguiremos viendo a Butragueño cantando gospel. Como dice Aquiles en Troya, "imagina un rey que librara sus batallas, sería un espectáculo".

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