viernes, 17 de julio de 2020

El Cid ya tiene leyenda / por Pla Ventura


Pla Ventura
Toros de Lidia /16 julio, 2020
La mágica pluma de Carlos Crivell ha llevado al doctor en medicina y crítica taurina, a escribir la obra que ha servido para inmortalizar para siempre a El Cid. El estilo costumbrista del admirado Carlos Crivell ha hecho el milagro para que, el diestro de Salteras tenga, desde estos momentos, su propia leyenda, la que se forjó en los ruedos y la que ha contado como nadie el compañero Crivell.


Manuel Jesús El Cid, un torero al natural. Así reza el título del libro que, como se demuestra tras su fluida lectura, la naturalidad como torero y como hombre, son una constante en la carrera de este admirable diestro que, si se me apura, de los considerados figuras del toreo, es el hombre que más batalló en los últimos veinte años para que, de una vez por todas, afición y crítica le entregaran el entorchado de figura del toreo.

El Cid es un hombre que, como torero, ha tenido una relevancia importantísima pero, no debemos olvidar jamás que, gracias a Carlos Crivell ha logrado lo que pocos diestros han conseguido, quedar inmortalizados para siempre puesto que, no me cabe la menor duda de que este libro, como sucediera hace cien años con Manuel Chávez Nogales y su libro, Juan Belmonte, matador de toros. Sin duda alguna, el mejor libro que se ha escrito de toros a lo largo de la historia, algo que pretende emular el doctor Crivell con su libro sobre El Cid que, repito, no me cabe la menor duda que, al paso de los años la biografía de El Cid se irá expandiendo entre generaciones venideras y, dentro de muchos años, como nos sucede ahora con Juan Belmonte, la historia seguirá recordando a este torero ejemplar.

Uno, como pueda ser mi caso, que lleva escritos algunos miles de folios, para mi fortuna, todavía me estremezco cuando leo un libro como el citado en el que, protagonista y narrador, han puesto al servicio de la afición lo mejor que anida dentro de su ser. La tarea de Carlos Crivell me ha parecido espectacular, tremenda, aleccionadora y, ante todo, de una belleza inenarrable. Crivell ha tenido que echar mano de miles de datos en torno a la carrera del torero de Salteras, algo que ha hecho con una precisión admirable: Festejos cada año, orejas, triunfos, plazas, ciudades, percances, fracasos, apoderados y mil datos más que, agrupados entre fechas y acontecimientos, han dado de sí un libro apasionante en el que, además de narrar la historia de El Cid, Crivell, año por año, nos narra los acontecimientos de mayor relevancia ocurridos en España y por el mundo en cada año de la carrera del diestro saltereño.

Pese a que cualquier aficionado, todos conocemos la admirable carrera de El Cid, es sobrecogedor leer a Crivell con ese lujo de detalles, con esa armonía en sus letras, con esa verdad con la que apasionó El Cid a los aficionados y que, ahora, con este libro, narrador y diestro han quedado en lo más alto del pedestal.

En estos más de cinco lustros en los que discurrido la carrera del citado diestro, pocos han tenido que pagar un peaje tan alto para llegar a la cima de la torería; ha habido, en estos años, como siempre ha ocurrido, cientos de chavales que lo han intentado pero, de los que han llegado a lo más alto, El Cid ha sido el claro ejemplo de lo que supone al tremenda dureza por ser torero y, como digo, alcanzar la cúspide, lo que logró mediante gestas inenarrables que, como es notorio, viven dentro de nuestro ser.

Pese a todo, su grandeza, en ocasiones se veía empañada por críticas adversas que, en realidad, no tenían fundamento alguno; yo diría que, más que críticas, eran puras envidas de personajes mediocres que, para du desdicha, jamás vieron al diestro en los medios televisivos donde reina la basura y, si para colmo, le añadimos que El Cid no es un hombre “guapo”, ahí tenemos las claves por las que sus adversarios le criticaban sin piedad.

Pocos diestros podrán presumir de haber cimentado su carrera con los toros que habitualmente lidiaba El Cid, pasando desde los Albaserradas de Victorino Martín donde, como es notorio, logró triunfos épicos, realmente memorables, pasando por todo tipo de ganaderías encastadísimas que, para mayor curiosidad, debemos de resaltar que sus grandes éxitos llegaron por mor al toro de verdad mientras que, en las contadas ocasiones que se enfrentó al toro comercial, bajó de tono su nivel.

Es imprescindible hablar del matrimonio entre Madrid y El Cid, algo memorable, histórico y, si se me apura, yo diría que irrepetible puesto que, de novillero ya actuó en Las Ventas en repetidas ocasiones y, como matador, sin duda que alberguemos, ha sido el diestro que más ha toreado en Madrid en los últimos veinte años, saldando su balance con dos puertas grandes y, más de diez en las que, por culpa de la tizona, desperdició el triunfo, pero su obra allí quedó, razón por la que el tenido siete le admiraba y, a continuación, toda la plaza le rendía pleitesía.

Sevilla tampoco se quedó a la zaga, las cuatro puertas del Príncipe lo atestiguan por completo, amén de innumerables tardes en las que rayó a un nivel altísimo y como le ocurriera tantas veces, el “sable” le privaba del éxito rotundo. En definitiva, España, Francia, América, Portugal…..todos los países taurinos cayeron rendidos a sus pies. Por supuesto que hubo tardes en las que no logró el éxito, algo que les ha sucedido a todos los toreros de todas las épocas. ¿Qué querían algunos, que El Cid saliera en hombros cada tarde? Ni el mismísimo Morante puede esgrimir una hoja de servicios tan bella como el diestro de Salteras que, concluyo, gracias a Carlos Crivell ha quedado bellamente inmortalizado.

Termina el libro el admirado Crivell con la descripción de la personalidad humana de El Cid, todo un ejemplo de ser humano del que tantos deberíamos de tomar nota y, a su vez, como colofón de la narración, todas las estadísticas que adornan la carrera de un diestro admirable que, como dije, sustentó su carrera con el toro de verdad, con éxitos legítimos que, repasados en el contexto descrito, emocionan por completo. Una hoja de servicios tan limpia, tan honesta y tan cabal, solo se la recuerdo al gran Paco Ruíz Miguel.

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