lunes, 20 de julio de 2020

El Real Madrid no ha ganado la Liga


 Es seguro que las estadísticas y hemerotecas, mentirosas de suyo, ya se han precipitado a registrar el dato de la liga número 34 para el club que patrimonializa con mano férrea el constructor Florentino Pérez. Pero el único hecho cierto e incontestable es que el Real Madrid no ha ganado esta Liga. No, no y mil veces no.

El Real Madrid no ha ganado la Liga

Rafa Moreno
La Galerna  - 20 julio, 2020
Puede que ustedes hayan visto a los jugadores del Madrid levantar un trofeo de latón en evidente e impúdico estado de euforia y celebración. Puede que hayan visto a Zidane emocionado tras la injusta victoria de su equipo contra el Villareal, conseguida gracias al enésimo penalti a favor perpetrado por el corrupto sistema de videoarbitraje, perfectamente engrasado para esta versión acelerada de Liga post-confinamiento. Es seguro que las estadísticas y hemerotecas, mentirosas de suyo, ya se han precipitado a registrar el dato de la liga número 34 para el club que patrimonializa con mano férrea el constructor Florentino Pérez. Pero el único hecho cierto e incontestable es que el Real Madrid no ha ganado esta Liga. No, no y mil veces no.


Esta Liga la ha perdido el Barcelona, único (més que un) club capaz de dejar ganar a su máximo rival con el noble fin de desvelar las vergüenzas de una victoria de celofán; sacrificado gesto que, sin duda alguna, proporciona mayor gloria y mérito al santo derrotado, que –oh, sorpresa- gana cuando gana y gana todavía más cuando pierde. Es lo que tiene la inmolación. Dirán ustedes que es mejor ganar que perder, pero pensar eso es precisamente de perdedores, más o menos como eso que dicen de los ricos, tan pobres que solo tienen dinero. Pero el Barcelona no se mueve por dinero, ni tampoco por la miserable lógica de quien solo busca acumular palmarés. El Barcelona, según cuenta la leyenda, se mueve por valors, por la exquisita e incansable promoción de su cantera y por la pulcritud máxima en el noble arte de la jardinería y del uso virtuoso del balón, ese ser mitológico.

De ahí, por ejemplo, que el club catalán tenga ocho ligas menos que el Madrid, y de ahí también que haya ganado ocho Copas de Europa menos, una diferencia no ganada por el Real Madrid, sino perdida con mucho mayor mérito y coraje y justicia (sobre todo justicia) por el Barcelona. Ganar cuenta para los acumuladores de datos, para los glotones y tramposos y avariciosos, pero perder es lo que realmente da valor a los sibaritas y entendidos, a los elegantes y sabios, y aún más cuando el que gana lo hace de una manera tan injusta para los niños del mundo –todo culés, por supuesto- y para Lobo Carrasco. Todo ello, claro está, si no es el Barcelona el que gana, en cuyo caso perder vuelve a ser peor que ganar. Tachán. Qué cosas, qué misterios insondables, qué poca vergüenza.


Por si esto fuera poco, son bien conocidas por Mulder, Scully, Toni Freixa, Bartomeu, la Bernarda y buena parte de los medios deportivos las ayudas que recibe el Real Madrid desde antes incluso de su aciaga fundación. A la flor de Zidane, ese alineador de sonrisa facilona y nulos conocimientos tácticos, se unen las bolas calientes en todos y cada uno de los sorteos de Champions que se han celebrado hasta la fecha, así como las prebendas arbitrales regaladas al Madrid desde que el mundo es mundo y era liberado Barrabás, que seguro era madridista, en lugar de Jesús de Nazaret, culé hasta la médula.

Si lo piensan bien –aunque siendo madridista resulta incómodo pensar al ser tanta la corrupción que habría que reconocer- todo es un gran entramado para que el Madrid gane, por lo que solo nos queda reconocer aún mayor valor al hecho de que el Barcelona decida libremente no ganar esta Liga para que, por omisión, salga a la luz el lodazal que hay bajo los pies de un Real Madrid que se alza en una colina de escombros, hojalata y césped seco donde no crece más que algún birdie de Gareth Bale, quintaesencia del fracaso más perfecto jamás visto en un club de fútbol; justo lo contrario que los sonados éxtasis de Arda Turan, Ousmane Dembélé o Philippe Coutinho, de cuyos éxitos se suele olvidar a menudo la prensa deportiva en flagrante agravio comparativo que el Barcelona soporta con dignísimo y ejemplar silencio.


Así que celebren ustedes si quieren. Decidan ignorar las enseñanzas, el rigor y el papel higiénico de Sport y Mundo Deportivo y continúen viviendo como si fuera posible que Cibeles siga en pie entre tanta pestilencia. Yo por mi parte no pararé de pregonar la verdad revelada del decisivo peso del demérito ajeno en las inmerecidas victorias blancas, continuaré cortando y regando el césped del vecino como se merecen sus salvíficas briznas, no dejaré de tratar con solemnidad las doctas palabras de ese lúcido estratega llamado Quique Setién y cultivaré la esperanza de que algún día retorne la justicia a esto del fútbol, D10s mediante y, puestos a soñar, Xavi Hernández como su representante en la Tierra, ahora mismo baldía con esta nueva (no) Liga (no) conquistada por el Real Madrid. Amén.

Fotografías Getty Images.

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