viernes, 10 de julio de 2020

Por amor al arte / por Lope Morales


Las estadísticas dejan claro el descenso de corridas frente al aumento de los festejos taurinos populares. Algo pasa. ¿Es la Fiesta la que está en crisis o es la industria taurina la que no acaba de coger el paso de los tiempos?. Nadie duda de que todos los que amamos esto del toro debemos ir juntos, y ahora más. Pero juntos, no revueltos.

Por amor al arte

LOPE MORALES
Diario Jaén / 09 Julio 2020
En esta crisis que tanto daño ha causado en general, y al sector taurino en particular, hemos podido ver cómo al mismo tiempo que se organizaban “paseos” reivindicativos de aficionados y reuniones de “taurinos” con las autoridades competentes, un vicepresidente del Gobierno declaraba sentirse “enormemente incomodado” porque se reivindiquen las corridas como algo cultural. Como si la cultura —que nos envuelve y nos contiene— fuese algo que se reivindica para ser autorizado. O sea que toros, lo que se dice toros, no hemos tenido, pero movida taurina bastante. Sin entrar al trapo vicepresidencial, lo que está claro es el incumplimiento del gobierno central —ojo, éste y el anterior— a la hora de proteger un patrimonio cultural claramente definido en la Ley, dando lugar incluso a la estupidez de borrar los toros de la llamada “marca España”. Y hemos podido ver un movimiento encabezado por el sector en defensa de la Tauromaquia y apoyado por un inmenso grupo de colectivos de aficionados. 

Pero llama la atención que en ninguna de esas negociaciones con gobernantes, además de ganaderos, empresarios y toreros, no estuviese presente ni un solo representante de esos colectivos.

Se entiende que toreros y ganaderos son aficionados, evidentemente, y puede ser que, incluso, al ver la entrega total, por no decir ciega, que en apoyo al sector viene demostrando el personal, lleguen a pensar que ya ellos nos representan. Igual se lo creen de verdad. Pero no deberían, porque más allá de la defensa compartida de la Tauromaquia —en toda la extensión del término— lo cierto es que los intereses del que paga no tienen porqué coincidir siempre, ni de hecho coinciden, con los intereses del que cobra, siendo así que, reconociendo la necesidad de apoyo, esta defensa compartida no debería servir para ocultar los problemas, las debilidades y hasta las miserias del negocio taurino, que sufre una crisis propia y que solo con la verdad por delante se podrá resolver. Hablar de Tauromaquia es hablar de cultura, de patrimonio, de todo tipo de fiestas de toros, en calles o en plazas, con toros sueltos o enmaromados, corridos o lidiados. Y cada evento, cada acontecimiento taurino es único y diferente según quien lo organice, quien participe, en qué sitio tenga lugar y cuales sean los ritos, las liturgias o las costumbres propias en cada uno de ellos. También aquí la variedad y la diferencia tienen mucha importancia. Y la participación de la gente. Las estadísticas dejan claro el descenso de corridas frente al aumento de los festejos taurinos populares. Algo pasa. ¿Es la Fiesta la que está en crisis o es la industria taurina la que no acaba de coger el paso de los tiempos?. Nadie duda de que todos los que amamos esto del toro debemos ir juntos, y ahora más. Pero juntos, no revueltos. Por eso no hubiera estado mal la presencia del aficionado/consumidor en esas reuniones, vaya que lo que se negocie sean rebajas en las garantías de un espectáculo que, precisamente por ser patrimonio debe cuidarse en su esencia. 

La labor que miles de aficionados, organizados en asociaciones de todo tipo vienen llevando a cabo, supliendo la falta de actividad cultural, didáctica y promocional de los demás, debería tener mayor consideración. Entre otras cosas porque estos sí que lo hacen además literal y exclusivamente por amor al arte.

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