La situación a día de hoy es la siguiente: tras un 8-2 en la Copa de Europa, el mejor jugador de la historia azulgrana decide comunicarle por burofax (¡por burofax!) al club en el que ha crecido que se quiere ir. Messi emplea la tecnología porque, según cuentan, las relaciones con Bartomeu están absolutamente rotas y el jugador no quiere cruzar ni una sola palabra con el presidente.
Bienvenidos al Fútbol Caos Barcelona
A Frenkie de Jong le prometieron el paraíso de jugar al lado de Messi y se acaba de enterar de que su avión aterrizó en el infierno. El infierno del caos, término que él mismo, entre sonrisas, empleó ayer y que define muy acertadamente la situación por la cual está atravesando el Fútbol Caos Barcelona. Caos: "desorden o confusión absolutos. Estado originario y confuso de la materia que se supone anterior a la ordenación del universo". Así que sí, De Jong tiene razón, bienvenidos al Fútbol Caos Barcelona. La situación a día de hoy es la siguiente: tras un 8-2 en la Copa de Europa, el mejor jugador de la historia azulgrana decide comunicarle por burofax (¡por burofax!) al club en el que ha crecido que se quiere ir. Messi emplea la tecnología porque, según cuentan, las relaciones con Bartomeu están absolutamente rotas y el jugador no quiere cruzar ni una sola palabra con el presidente. Previamente a la humillación del Bayern, Ronald Koeman, que está en el banquillo porque Xavi dijo que no, informa al tercer máximo goleador histórico del club, Luis Suárez, de que no cuenta con él. Suárez es, además, el mejor amigo de Messi, su compadre fuera del terreno de juego y su mejor socio dentro de él. Antes, Messi le dice a Koeman que no se ve en el Barça y el entrenador holandés, lejos de quitarle hierro al asunto, comenta en rueda de prensa que no es misión suya convencer a Leo de que siga en el equipo. Messi, ¿eh?, Leo Messi, no Reiziger.
Bartomeu, que hace un año decía que Leo se había ganado el derecho a decidir dónde quería jugar, le niega dicho derecho y se remite a la cláusula de rescisión de 700 millones de euros que, según algunos, vincula al futbolista. A todo esto, el despacho de abogados que asesora al Barcelona, y que tiene que saber perfectamente qué dice y qué no dice el contrato, ayuda al mismo tiempo a los Messi a redactar el burofax, de modo que al club catalán no le queda más remedio que romper su relación. Piden la cabeza de Bartomeu y, aunque de boquilla, el presidente la coloca teatralmente debajo de la guillotina diciendo que si el problema es él se va, pero Messi, displicente y ausente, más pendiente ya de su futuro que del pasado, ni siquiera responde, no coge el testigo. Y digo que Bartomeu no puede dimitir porque no puede dimitir, ahora no se puede ir con el marrón económico que hay organizado y del que es responsable moral y legalmente. Moral y legalmente, insisto. Así que el presidente que garantizó por medio de otra cláusula liberatoria el derecho de Messi a decidir su futuro apela a otra cláusula que le impide hacerlo. Y, entre tanto, un grupo de socios planea una moción de censura que, por plazos, resulta totalmente inútil porque cuando pueda llevarse a cabo Bartomeu ya no estará.
Messi se quiere ir... pero no tiene a dónde. El City, apremiado por el fair play financiero, no puede. El Inter no quiere. Al PSG no le apetece. Dicen que ahora aparece en escena la Juve. Pero ningún club se arriesga a que dentro de tres o cuatro meses un juez decida que no hay que pagar 700 pero sí debe abonar 350 que, para el caso, supone lo mismo: la ruina y la miseria en un momento de recesión grave. Rakitic, a quien Koeman ha puesto la cruz, se va por un paquete de chicles al Sevilla, y a Suárez, que a lo mejor se lo tienen que comer con patatas, le surgen novias que le quieren, sí, pero por el mismo paquete de chicles que el Sevilla ha pagado por Rakitic. Y Arturo Vidal viene a decir que lo del ADN es un choteo de mucho cuidado y que el Barcelona no puede competir con trece seniors y unos cuantos joviales chavalines. O sea, lo mismo que ha repetido Messi tantísimas veces.
Hoy, más de una semana después de que estallara la bomba atómica, ha llegado a Barcelona el papá de Messi, Jorge. Y lo primero que ha dicho ha sido "No sé nada, chicos". ¿No sabe nada? ¿En serio? ¿No sabe que su hijo mandó hace dos martes un burofax pidiendo irse del Fútbol Caos Barcelona? ¿No sabe, no quiere saber, no le interesa saber o siempre lo ha sabido todo? Si tal y como se asegura ahora hay un plazo de unos días que Messi se saltó y, al menos que pague la cláusula de rescisión, debería quedarse, al jugador le queda otra carta en la manga. Si Bartomeu aprieta tanto como para retener a Messi en contra de su voluntad otro año más pero éste, comunicándolo con tiempo, puede irse gratis, el futbolista puede amenazar con hacerlo, por ejemplo, al Real Madrid. ¿Le merece la pena al Barcelona apresar a Messi sabiendo que dentro de seis meses podrá marcharse sin abonar un euro? ¿Alguien cree que esa actitud hará desistir al futbolista de su decisión y éste acabará recogiendo velas? Lo dicho, bienvenidos al Fútbol Caos Barcelona. De Jong dio en el clavo.
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