Nuestra clase política, distinguida, culta e instruida, siempre pendiente de procurar lo mejor a los ciudadanos, sacrificándose hasta el límite de sus fuerzas, acaba de dar otra muestra de su eficacia, buen hacer y diligencia prohibiendo en la práctica la actividad taurina en buena parte del país.
Brindis al sol
Paco Delgado
Avance Taurino. Valencia, 13.09.2020
Nunca es momento para dejar de alabar el criterio, prudencia, inteligencia y sentido de Estado de todos aquellos que tienen el sagrado deber de velar por España y los españoles. E incluyo aquí a la mayoría -siempre hay excepciones que confirman la regla- de nuestro elenco ejecutivo, que, al paso que llevamos, pronto será más numeroso que la población a la que se supone que administra.
Si echamos la vista atrás, a finales de invierno, la gestión de la crisis sanitaria, en su primera fase, fue, pese a quien pese, un verdadero caos, un auténtico desastre, sin saber por dónde iban, sin orden ni concierto, con errores de parvulario y sin que a nadie se le cayese la cara de vergüenza ni, mucho menos, hubiese dimisiones. Que debería haberlas habido en cascada.
Seis meses más tarde, con miles de muertos, una ruina económica de dimensiones colosales y un panorama más negro que la noche del Titánic, tras un verano en el que nuestros responsables políticos han desaparecido y disfrutado de un merecidísimo descanso que justifica no tomar medida alguna ante el rebrote de la plaga, el recrudecimiento de la epidemia y un horizonte para nada halagüeño, nadie se ocupó de arbitrar medidas para frenar esa nueva ola de contagios, la sangría de puestos de trabajo ni siquiera -que ya es el colmo de la despreocupación y el relajo- de proponer un inicio de curso académico lo más ordenado y seguro posible. Nada. Dos días antes de que se abriesen las aulas se echó el toro a los gobiernos autonómicos y que cada cual lidiase con este marrajo como buenamente pudiese. Ahora, eso sí, en el tema taurino, han estado muy encima y atentos minuto a minuto. Y lo han machacado. A conciencia. Desde las famosas disposiciones para conceder ayudas a los trabajadores perjudicados por la crisis, en las que se excluyó deliberadamente a la gente del toro, hasta las últimas medidas adoptadas, con las que, prácticamente, prohíben los festejos taurinos en buena parte de nuestra geografía. Un gran trabajo, vaya que sí, en el que se han lucido de derecha a izquierda y viceversa. Y eso que no ha habido ni un solo contagio en los ya muchos festejos celebrados…
Cuando, a finales de julio comenzaron a darse, de manera tímida y esporádica, algunas funciones, se pudo ver que la gente tenía hambre de toros. Y el público respondió en la medida que los aforos permitidos dejaban. Pero desde el bando anti, y con el apoyo de algún infiltrado desde dentro, se puso el grito en el cielo ante las cifras de asistencia y, ahora en el Partido Popular, se abrieron las carnes y, con el susto y la posibilidad horrible de perder algunos votos, se endurecieron las medidas y se rebajó la cuota de aforo, haciendo inviable un buen número de espectáculos programados y otros muchos por organizar.
No queda ahí la cosa. En Castilla y León también se asustan, se les aflojan los pantalones y decretan que a festejos taurinos sólo puedan asistir ¡cincuenta! espectadores por sesión. Aviones llenos, autobuses atestados, el metro a reventar… En Alcalá de Henares prohíben las corridas pero autorizan varios conciertos, como ocurre en Andalucía. Y la guinda, la Comunidad de Madrid, directamente, suspende también los festejos previstos en San Sebastián de los Reyes y Aranjuez y, por si fuera poco, prohíbe taxativamente la asistencia a funciones de toros, como si esto fuese el quid de la cuestión y la panacea.
Luego se les llena la boca diciendo que están deseando que haya Feria de Otoño. Por ejemplo. O que defienden a muerte la tauromaquia, que siempre la apoyarán.
Aquí lo único que se defiende, a capa y espada, es la poltrona y lo que conlleva.
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