¿Cuántas veces frente a la pantalla (TV o PC), la voz “autorizada” o el texto nos hacen ver que lo que no vemos, y lo creemos, y le damos “like” y lo reenviamos? Que cada cual se ponga la mano en el pecho y se conteste.
En esta época, cuando todos estamos ahí viendo a través del Internet; “en directo”, desde múltiples ángulos, encuadres, aproximaciones, velocidades y repeticiones, cada quien puede construir y difundir su propio relato. Parecería que ya la cosa es otra cosa.
Pero no, nuestra misma subjetividad, preferencias, deseos nos engañan. Además, la edición y la interesada narración simultánea, que nunca faltan, son capaces de volvernos el día noche. Somos influenciables. Mucho. Que lo digan el cine, la publicidad y las transmisiones de futbol.
¿Cuántas veces frente a la pantalla (TV o PC), la voz “autorizada” o el texto nos hacen ver que lo que no vemos, y lo creemos, y le damos “like” y lo reenviamos? Que cada cual se ponga la mano en el pecho y se conteste.
Entonces, volviendo al ruedo actual ¿cuál será la historia? ¿Quién puede asegurar que los que ahora están luchando a brazo partido por mantener el culto vivo luego no quedarán como villanos? ¿Que los que se inhiben no serán sus acusadores? ¿Que los que cargan la suerte no serán ignorados? ¿Qué los que reniegan no serán aclamados? Hoy es pronto para saberlo, mañana será tarde para esclarecerlo.
Entonces, aunque aún viendo lo que pasa cueste discernir con certeza méritos y deméritos de cada uno; aficionado, ganadero, torero, empresario, crítico, periodista, político, autoridad…, vale intentarlo personalmente, recordarlo y no dejar nuestra juicio y gratitud a otros o a las tardías e inciertas verdades del tiempo. Es cosa de honor e higiene de conciencia.
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