Llama la atención un detalle. En su despacho Mourinho tiene una foto, sólo una. En ella aparece manteado por sus jugadores de ese momento, celebrando un título del equipo que dirigía entonces. Si te fijas en la foto puede verse a Pepe, a Albiol, a Özil, a Ramos... Los futbolistas van de blanco y no hace falta ser Miss Marple para llegar a la conclusión de que se trata del Real Madrid. A Mourinho le están manteando sus jugadores después de conquistar la Copa del Rey por 1-0 ante el Barcelona en su primera temporada dirigiendo al equipo madridista. Antes de dirigir al Real Madrid, José Mourinho entrenó al Oporto, luego al Chelsea, más tarde al Inter, y después de dirigir al Real Madrid volvió al Chelsea, luego se marchó al United, ahora está en el Tottenham... Por estar Mou estuvo, incluso, en el Barcelona como ayudante de Bobby Robson. En Oporto ganó una Copa de Europa, dos Ligas, una Supercopa europea; con el Chelsea tres Ligas, una Copa, una Supercopa; con el Inter, dos Ligas, otra Copa de Europa... Pero, curiosamente, José Mourinho tiene en su despacho de trabajo una foto (la misma, por cierto, que tenía en Old Trafford) de su paso por el Real Madrid. En Oporto ganó 6 títulos, en el Chelsea 8, en el Inter 5... pero Mou tiene una foto con los futbolistas del Real Madrid cuando aquí sólo ganó una Liga, esa Copa a la que me refiero y otra Supercopa de España. Curioso, ¿no?
Si tiramos de memoria recordaremos que cuando José Mourinho se fue del Real Madrid (porque si él hubiera decidido quedarse lo habría hecho) se dijo que tras su paso no volvería a crecer la hierba del estadio Santiago Bernabéu, que el equipo madridista no volvería a ganar nada en años y que sobre la ciudad de Madrid y sobre España caerían ranas, luego piojos, más tarde nos invadirían las moscas, nuestro ganado acabaría siendo apestado, nos saldrían a todos úlceras, lloverían fuego y granizo al mismo tiempo, langostas y saltamontes después, se haría una oscuridad total, nuestros ríos se teñirían de sangre y morirían nuestros primogénitos. Y es curioso porque, tras el paso de Mourinho por un Real Madrid que llevaba un montón de tiempo siendo eliminado en los octavos de final de la Champions, el equipo ha ganado cuatro Champions, cuatro Mundiales de clubes, tres Supercopas de Europa, dos Ligas, una Copa y dos Supercopas de España. También se dijo que Mourinho había traído la guerra al Madrid y que, sin él aquí, volvería la paz del cementerio, que es la que querían sus acusadores; pero Mou se fue y a Ancelotti le llovieron palos por sentar a Casillas en la Liga, a Benítez por decirle a Modric que no la diera con el exterior, Zidane fue acusado falsamente de haber descendido al Castilla y se le llamó parche, paraguas presidencial, de Lopetegui se dijo lo mismo y a Solari le cruficicaron.
También se dijo que, como hicieron otros, Mourinho rajaría del Real Madrid, pero siempre se ha mostrado agradecido y educado, y no sólo con el equipo sino también con la ciudad y hasta con el país. En España no se le trató bien, la inmensa mayoría del periodismo tuvo un comportamiento miserable tanto con él como con su familia y, como le acaba de pasar por cierto a Cayetana Álvarez de Toledo con el PP, fueron los propios madridistas quienes le dieron la espalda, traicionándolo, dejándolo más solo que la una ante el peligro. Eso sí, tenían razón quienes dijeron que hablaría: después de dirigir a seis equipos diferentes de tres Ligas distintas y haber conseguido veinticinco títulos, José Mário dos Santos Mourinho Félix no ha podido resistir por más tiempo la tentación y, efectivamente, ha acabado hablando, sí señor. Mou ha hablado colgando la foto de la celebración de un título conquistado con el Real Madrid, su Real Madrid, el Real Madrid con el que consiguió darle la vuelta a una tortilla que algunos estaban empeñados en cocinarnos a los demás con la cebolla culé que a ellos les gustaba como ingrediente obligatorio. Las plagas no las trajo él, no, qué va, las plagas ya estaban aquí cuando llegó y, tras su marcha, aquí continúan. Hoy es un día tan bueno como cualquier otro para decir alto y claro que yo, sí señor, soy mourinhista.
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