Que hubiera corridas de toros a la usanza de la época en Roma en pleno pontificado de Alejandro VI no debe extrañarnos, ya que el Papa y gran parte de su séquito eran españoles y el pontífice había nacido en Jativa.
Algo de Historia
Notas Taurinas
Álvaro Sandía Briceño
Mérida-Venezuela, 26 Oct. 2020
Cuando el octogenario Cardenal Della Rovere, Camarlengo de la Santa Iglesia le anunció a Rodrigo Borja o Borgia que había sido electo Papa por el Sacro Colegio y le preguntó: Qué nombre tomarás? éste le respondió: ¡Alejandro! Diez días más tarde, en la tercera semana del mes de agosto de 1492, tuvo lugar la ceremonia de coronación del Papa Alejandro VI con gran pompa en el altar principal de la antigua Basílica de San Pedro, cuyo polémico pontificado, más dado a los asuntos mundanos que a los del espíritu, se extendió hasta el año 1503. Entre las tantas celebraciones programadas para festejar al nuevo Jefe de la Iglesia Católica, se realizó una corrida de toros en plena ciudad de Roma y ocho años después, para conmemorar el inicio del Año Santo en el año 1500, también hubo una corrida de toros en Roma, en una plaza que se construyó al lado del río Tiber, y uno de los toros, traídos "los dos encierros" desde España como los de la corrida de la coronación, se escapó hacia el río y según cuentan los cronistas de la época, bastante que costó enlazarlo y volverlo al toril.
Que hubiera corridas de toros a la usanza de la época en Roma en pleno pontificado de Alejandro VI no debe extrañarnos, ya que el Papa y gran parte de su séquito eran españoles y el pontífice había nacido en Jativa.
El 5 de enero de 1817 en la cuidad de Mendoza, Argentina, luego de que el Capellán Castrense celebrase misa y bendijera la bandera, y que el General José de San Martín se acercara a la imagen de Nuestra Señora del Carmen, Patrona del Ejército de los Andes, colocándole en la mano su bastón de mando, la autoridad municipal decidió homenajear a la oficialidad ofreciéndole un gran sarao y a la tropa un almuerzo campestre y una corrida de toros de la cual disfrutaron los Jefes, los soldados y por supuesto el Capellán.
Cuando el Ejército Libertador que comandaba Simón Bolívar culminó la tarea heroica de vencer al imperio español en las últimas batallas que emanciparon el sur de nuestra América, "celebrando las victorias de Junín y Ayacucho se ofrecen seis corridas al Libertador Simón Bolívar" como lo asienta José María de Cossío en el capítulo Toros en el Perú en su monumental obra Los Toros.
Que hubiese corridas en Roma en 1492 y en 1500 en el pontificado de Alejandro VI, que el General José de San Martin hubiese presenciado una corrida de toros en Mendoza, Argentina, en 1817, y que el Libertador Simón Bolívar hubiese sido agasajado con seis corridas en 1824 en el Perú, nos indica una vez más la universalidad de la fiesta de los toros. Papas de la Iglesia Católica como Alejandro VI y Libertadores de América como San Martin y Bolívar, disfrutaron de la fiesta de los toros y aunque en aquel entonces no se acompañaran las faenas de los diestros a los acordes del pasodoble como en la actualidad, dejemos que los versos de Gerardo Diego nos acompañen en esta nota histórica, diciendo:
El pasodoble torero/tiene hechuras de romance/Avanza lleno de gloria/ rasgando telas del aire/Cómo suena el pasodoble/por las fronteras del cante.
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