domingo, 18 de octubre de 2020

FERIA DE JAÉN. Insípido mano a mano entre Justo y Luque / por Antonio Lorca

 Y quedó en el ambiente la sensación de que hay que ser más exigentes con los toreros, que deben ser innovadores e imaginativos con las telas, y más certeros con el estoque. Si se hace todas las tardes lo mismo, el resultado no suele variar, y casi siempre es el aburrimiento y el pronto olvido.

Insípido mano a mano
  • Luque y De Justo pasean tres y dos orejas en una corrida con tres toros sobresalientes
ANTONIO LORCA
El País / 18 Octubre 2020 
Era, sin duda, uno de los ‘mano a mano’ de la temporada entre dos toreros ya veteranos, en sazón, con sobradas condiciones para protagonizar una gran tarde de toros.

Y, quizá, ellos y los suyos estén satisfechos; al igual que los generosos espectadores jienenses; cinco orejas no se cortan todas las tardes, por lo que habrá que convenir que fue un festejo interesante y divertido.

Pues supo a poco, a muy poco. Mejor dicho, se podría esperar más de Luque y De Justo, que estuvieron bien, sin más, correctos, de aprobado suficiente, pero no sobresalientes; no arrebataron, apenas emocionaron y sus obras quizá ya pertenezcan al olvido.

Y torearon como mejor saben hacerlo con capote y muleta. Luque se lució por vistosas chicuelinas en su primero, airosas verónicas dibujó en el segundo, y de rodillas recibió al tercero con un farol, y siguió de hinojos a la verónicas hasta los medios. Se hartó de muletear al buen Núñez del Cuvillo que abrió plaza, se mostró seguro ante el soso de La Quinta, y se justificó ante el noble ‘juampedro’ que hizo quinto.

Emilio de Justo, por su parte, destacó sobremanera a la verónica ante el cuarto, y lo toreó a placer en el tercio final; no tuvo opciones ante el rajado segundo, y otra vez volvió a muletear con largura ante el encastado sexto.

¿Qué falló, entonces?

Cuando la embestida de un toro desborda una clase exquisita, el torero tiene que estar a su altura. Torear bien no consiste en dar muchos pases y alargar las faenas hasta el infinito. Y ambos toreros pecaron del mismo defecto. Además, mataron muy mal, lo que no es baladí.

Hubo toros de tres ganaderías, y tres de ellos ofrecieron espectáculo grande: los dos de Núñez de Cuvillo y uno de La Quinta, el quinto. Embistieron con movilidad, nobleza y hondura, y los tres exigieron algo más que señores incansables y repetitivos.

Se colocaron buenos pares de banderillas, eso sí; saludaron Antonio Chacón, Juan Cantora, Juan Contreras, Raúl Caricol y José Chacón.

Y quedó en el ambiente la sensación de que hay que ser más exigentes con los toreros, que deben ser innovadores e imaginativos con las telas, y más certeros con el estoque.

Si se hace todas las tardes lo mismo, el resultado no suele variar, y casi siempre es el aburrimiento y el pronto olvido.

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