Sánchez tenía que contentar a los residuos del terrorismo etarra, al separatismo y a los enemigos de todo lo español para sentarse en la poltrona de la Moncloa. Y lo hizo. Arramblando con muchas cosas, entre las que no se recató de maltratar un arte sin tendencia ni color político, simplemente porque él y su tropa decretaron que era cosa de fachas y de señoritos: la tauromaquia. Así como suena. Y si para conseguir el cargo sin ganar unas elecciones, hubiera tenido que reconocer que los huevos de las gallinas españolas son cuadrados, lo habría hecho sin cortarse un pelo. El caso no era gobernar sino mandar. El maldito mando al que don Pedro, como otros muchos arribistas y logreros, a lo largo y a lo ancho de nuestra reciente historia, han confundido con el arte de gobernar.
Sánchez tenía que contentar a los residuos del terrorismo etarra, al separatismo y a los enemigos de todo lo español para sentarse en la poltrona de la Moncloa. Y lo hizo. Arramblando con muchas cosas, entre las que no se recató de maltratar un arte sin tendencia ni color político, simplemente porque él y su tropa decretaron que era cosa de fachas y de señoritos: la tauromaquia
Dice Uribes que él no debe fomentar ni animar a que la gente vaya a los toros. ¡Hombre, ni que los aficionados le hubiéramos exigido que encabezara pasacalles hacia los tauródromos disfrazado de majorette, con frac y sombrero de copa, haciendo juegos malabares con el bastón! Poco le importa que la tauromaquia esté en el ticket de las responsabilidades de su Ministerio por lo que cobra sus santos cuartos cada mes, se mueve en coche oficial y le llaman “señor ministro” y hasta “excelencia” si se tercia. Y no debe ser mal sueldo, porque todavía no lo he visto haciendo cola a la hora de comer en Cáritas. Que es la única disyuntiva que les deja a los trabajadores del toreo, con su postura miserablemente antitaurina.
Que no Victorino, que no. Que no tengas la mínima duda de que el menda en cuestión, con el talante que está revelando en el cargo que le ha tocado en la tómbola de San Pedro y San Pablo, no sirve ni para portero de discoteca. Y si es por imagen… ¡Válgame el cielo! Ya me cuidaré yo bien de que mis nietos, antes de irse a la cama, no vean una fotografía suya porque las pesadillas no les dejarían dormir.
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