Entre los elegidos que sublimaron la verónica, se cuela como un haz de luz gitana la expresión de Cagancho. Todo el cuerpo volcado en la pierna de salida. Cargar la suerte, le llaman. Torear con todo. Pecho, cintura, compás. El desgarro. Una talla de Montañés, tituló Corrochano una crónica.
Heredó el mote de su abuelo, el cantaor flamenco Manuel Cagancho. El profesor y crítico taurino catalán, Antonio Santainés hablaba de dos posibles orígenes del mote “cagancho”. El primero era que en su familia había varios cantaores flamencos a los que llamaban así por un pajarito que, además de ser un excelente cantantarín tenía otra particularidad más gráfica. La segunda versión mantiene que el padre de Joaquín, además de herrero, era vendedor ambulante de colgadores de ropa y pregonaba su mercancía diciendo: “¡A real ca’gancho!”.Y el ca’gancho (cada gancho) se convirtió en Cagancho.
Joaquín tuvo la fortuna de no tener una infancia difícil y no necesitó recurrir al mundo del toro para huir del hambre y la miseria, como tantos maletillas de su tiempo.
Gitano por los cuatro costados. De la cava, como su inseparable primo Francisco Vega de los Reyes, Curro Puya, el primer Gitanillo de Triana. Otro inmenso brujo de la verónica. Sus vidas fueron de la mano desde niños. Más que primos, fueron hermanos. Horas y horas con el capotillo haciendo bronces. Soñando verónicas. En 1931, el toro Fandanguero acabó en Madrid con la vida del irrepetible Gitanillo que vestía un ceniza y oro.
El hermano mayor de los Vega de los Reyes adoptó entonces el apodo para homenajear a Curro y protagonizó muchas tardes junto a Cagancho y a Joaquín Albaicín. El cartel del arte. La terna de los gitanos. La tarde de mayor éxito fue en Vista Alegre (Madrid). Muchas plazas de España y Francia quisieron repetir aquel cartel hasta llegar a La Coruña, donde los tres finos toreros pegaron un petardo antológico forzado por el promotor, que los anunció con una corrida de Miura para provocar el morbo como reclamo en taquilla. Pasó lo que tenía que pasar. Clarito tituló su crónica: "Tres gitanos engañan a 8.000 gallegos".
Toreó su primer novillo con quince años. Se empecinó en ejercer profesionalmente el toreo, y en 1923 consiguió un primer contrato en el coso gaditano de Isla de San Fernando. Un año después, el día 25 de julio de 1924, hizo la presentación oficial ante sus paisanos en la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, en el transcurso de una modesta novillada nocturna.
Poco a poco empezó a ser requerido en las principales plazas y ferias del país. Debutó el 4 de julio de 1926 en la Monumental de Barcelona, donde cosechó untriunfo clamoroso que le hizo repetir dos veces en esta misma plaza. En agosto compareció ante la severa afición madrileña que, asombrada por el vuelo de su capote, lo consagró de inmediato como gran figura del toreo.
Entre los elegidos que sublimaron la verónica, se cuela como un haz de luz gitana la expresión de Cagancho. Todo el cuerpo volcado en la pierna de salida. Cargar la suerte, le llaman. Torear con todo. Pecho, cintura, compás. El desgarro. Una talla de Montañés, tituló Corrochano una crónica.
En octubre de 1926, la revista taurina “La Lidia” publicitó un festival benéfico, organizado por Paco Gómez Yunta en Tarancón, en el que participó Joaquín Rodríguez “Cagancho”. El 17 de abril de 1927 el torero recibió la alternativa de manos de su padrino, el diestro madrileño Rafael Gómez “El Gallo”; con Manuel Jiménez “Chicuelo” como testigo. El día 22 de junio de esa misma temporada volvió a torear en Madrid, dispuesto a confirmar su alternativa. En esta ocasión, su padrino fue el matador madrileño Victoriano Roger “Valencia II”, con Marcial Lalanda del Pino como testigo. Joaquín Rodríguez ese año hizo cuarenta y nueve paseíllos y, al terminar la temporada, cruzó el Atlántico para presentarse ante la afición mexicana.
'COMO CAGANCHO EN ALMAGRO'
Para averiguar el origen de esta expresión hay que remontarse hasta agosto de 1927. Estaba anunciada una corrida de Cagancho en
Almagro (Ciudad Real) que generó mucha expectación. El tren que venía de Ciudad Real iba lleno, con gente subida a los estribos y sentada en los topes de los vagones. Incluso se habían pagado auténticas fortunas en la reventa para poder ver al “maestro”.
Según parece Joaquín Rodríguez ese día no estaba muy inspirado y no consiguió acertar a la hora de matar a los toros que le habían tocado en suerte. El público se puso nervioso y se lanzó a la plaza. La Guardia Civil se desplegó por el callejón perono pudo contener a la masa que, sin control, perseguía al torero que intentaba huir con la espada como defensa. Mientras tanto, el toro seguía vivo en la plaza y embestía a todo el que se interponía en su camino. Pasado un tiempo, la Guardia Civil pudo sacarlo de la plaza. Fuera, seguían los disturbios y las fuerzas del orden tuvieron que cargar a caballo. Fue la bronca más gorda ocurrida en un espectáculo público en España.
El Gobernador mandó detener al torero gitano que salió de la plaza recibiendo golpes por todos lados. Fue recluido en el ayuntamiento a la espera de poder salir del pueblo. Todavía vestido de plata, custodiado por la Guardia Civil, fumando y resignado, le dijo al jefe de la Guardia civil: “Así es la vida. Yo quería quedar bien, pero lo que no pue zé, no pue zé”. Tuvo que pagar una multa de quinientas pesetas. Vestido de torero y camuflado en un automóvil pudo salir camino de la estación para coger el tren y dirigirse a Almería, donde iba a torear al día siguiente.
Almagro quedó en la memoria de todos los españoles. La frase “quedar como Cagancho en Almagro”, sigue perteneciendo al refranero nacional y se utiliza como símbolo del más absoluto fracaso.
SU RELACIÓN CON TARANCÓN
En el blog ‘Gestauro’, Antonio Román Romero muestra fotografías y cuenta la historia que vincula a Cagancho con Tarancón y con la Virgen de Riánsares. Sucedió que en 1928, a pesar de las ironías de los que acusaban al matador de “no arrimarse a los toros”, fue cogido por uno que le causó varias heridas.
La que recibió en el pecho podría haber sido mortal, si una de las medallas que siempre llevaba consigo el trianero no hubiera desviado el cuerno:
“La medalla de Nuestra Señora de Riánsares, que me regaló la villa de Tarancón, y que llevo en el pecho siempre, ha servido de muralla para el asta del toro y ha impedido que el cuerno hiciera algo más que rasgarme la piel”,contaba.
Agradecido por este “milagro”, Cagancho le regaló un manto a la virgen taranconera.
En el libro de historia de los practicantes, ATS y matronas de Julián Martínez Fronce se cuenta que en la plaza de toros del “Tío Jabalera” actuaron destacadas figuras del mundo de los toros, entre las que destacó “el gran torero gitano Joaquín Rodríguez Cagancho, que llegó al máximo en el escalafón de la tauromaquia”. Explica que fue un gran filántropo con Tarancón, y que “de su bolsillo salió el dinero con el que se instalaron los primeros rayos X en el Hospital de Santa Emilia”. Además actuó varias veces en festivales para recaudar fondos para los pobres del pueblo y para el hospital.
RELACIÓN CON MÉXICO
El 7 de mayo de 1931, en el coso de la Villa y Corte de Madrid, Joaquín Rodríguez cayó herido de gravedad ante las astas de un morlaco. A causa de este serio percance perdió varios contratos y no pudo volver a hacer el paseíllo hasta el día 2 de agosto en las arenas de Cádiz.
Poco a poco fue aumentando sus intervenciones en México hasta que la proclamación de la República y el estallido de la Guerra Civil le hicieron pasar más tiempo al otro lado del Atlántico.
Vivió una de las épocas más duras del toreo: la Edad de Plata. Que al mismo tiempo fue la de Oro en México, donde fue más reconocido que en España. El toro de la posguerra fue uno de los más fuertes lidiados en toda la historia del toreo. Fernando Domínguez, Victoriano de la Serna o Domingo Ortega contradijeron en los ruedos la dura sentencia de Cagancho: "De Despeñaperros p'abajo se torea, de Despeñaperros p'arriba se trabaja".
En México fue un consentido. Tanto fue así que le consideraron como suyo, situado entre los más grandes como Armillita, Garza, Silverio. Su presentación fue en la plaza de El Toreo -todavía no se había construido la Monumental-. Su actuación causó tal impacto que toreó ocho tardes más en esa plaza aquel año y un total de 50 sumando las actuaciones de las cinco primeras temporadas en México. También tuvo sus debacles, pero el paciente público mexicano supo esperarle.
Desde 1953 se quedó residiendo en México. Volvió a España casi a escondidas en los años 60. Decía que no quería que lo vieran viejo todas las mujeres que le amaron. Fue un seductor.
En México pasó apuros económicos cuando ya no podía torear más. El presidente de la República, López Mateos, le nombró consejero de Gobierno para poder pagarle un sueldo a final de mes. En una reunión importante, el consejero de Economía, celoso por el trato de favor hacia el torero, le preguntó en público: «Maestro, ¿sabe usted inglés?», a lo que Cagancho respondió con total tranquilidad: "Ni Dios lo permita". Protagonizó dos películas en México: Pasión gitana (Díaz Morales, 1945) y Santos el magnífico (Budd Boetticher, 1955).
Fue un torero pasional y apasionante. Muy admirado por los toreros de su época que destacaban que pese al pánico que en ocasiones le hacía presa, era capaz de estoquear muy bien a los toros. Entraba a matar despacio, con el pecho, con una belleza ortodoxa inigualable. El miedo y la elegancia fueron indivisibles en su toreo. El arrebato lograba agigantar su clase sobre el abismo.
El profesor Santainés relata que lo vio torear en la Monumental de Barcelona el 7 de junio de 1942, cuando ya paseaba el ocaso de su vida en los ruedos. Recuerda que hizo una magistral faena pero que un aguafiestas comentó: “¡Qué buen toro le ha tocado a este torero!”, a lo que Pepe Berard, gran amigo de Cagancho respondió: “¡Que buen torero le ha tocado a ese toro!”.
En 1945 Cagancho protagonizó en México, junto a Carmen Amaya, la película “Pasión Gitana” o “Los amores de un torero”, un melodrama al uso del cine mexicano de la época cuyo argumento estaba centrado en las relaciones entre un torero y una gitana.
Joaquín Rodríguez abandonó el ejercicio activo de la profesión taurina en la campaña de 1953 y se instaló en la capital mexicana, aunque aún toreó algunas tardes en España.
En el blog “La Aldea de Tauro”, el mexicano Xavier González Fisher cuenta que Cagancho se compenetró muy bien con México y con su gente.
Joaquín Rodríguez pertenecía a la clase de toreros artistas capaces de ofrecer lo mejor y lo peor en una misma tarde. Fue coetáneo de Belmonte y considerado uno de los máximos exponentes del toreo a la verónica.
Un cáncer de pulmón acabó con su vida a los 81 años de edad, el 1 de enero de 1984.Junto a él se encontraba su hijo Joaquín Rodríguez, que también fue matador de toros.
HOMENAJES
En la calle Evangelista de la capital hispalense hay un azulejo en su honor con esta leyenda: “En el seno de una familia de cantaores, vino al mundo en este extremo de Evangelista, un genio del arte de torear Joaquín Rodríguez “Cagancho” quien llevó a los ruedos la magia de los duendes de la cava. Nació en 1903 y falleció el último día de 1983”
.En marzo de 2013, con motivo del cincuentenario de la coronación de la Virgen de Riánsares, se hizo una exposición de mantos de la virgen en el Auditorio Municipal.
Los taranconeros pudieron contemplar un total de 19 “mantos de camerino”. Se expusieron los tres mantos que se conservan, de los cinco que la Reina María Cristina regaló a la Virgen después de casarse con el taranconero Fernando Muñoz (Duque de Riánsares) yel manto que regaló el torero “Cagancho” tras salvarse de una grave cogida gracias a la medalla de la virgen.
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