sábado, 7 de noviembre de 2020

Messi hace camino al andar / por Juan Manuel Rodríguez

Leo Messi, durante el partido de este miércoles ante el Dinamo de Kiev

 Messi va andando pero de un modo cansino, como si todo el peso de los ciento veintidós años de historia culé recayeran sobre sus espaldas, como si le sobraran el partido, la Champions, el Dinamo, el Barcelona, la ciudad, el país y hasta el fútbol. Es el caminar de alguien que tiene problemas de respiración o de alguien que quiere esfumarse y desaparecer.

Messi hace camino al andar

Si, tal y como recordaba el diario Sport ni más ni menos que en su portada allá por el año 2016, "Caminar es de genios", Leo Messi lo es, Messi es indudablemente un genio... del andar. El periódico deportivo culé iba más allá y como al parecer a su director no le pareció suficientemente sonrojante el titular, quiso destacarlo con dos subtítulos ciertamente memorables: "Leo fue el jugador que menos corrió en el Emirates", como si en el fútbol tuviera algún mérito añadido correr menos que los demás, y añadía: "Lleva 33 kilómetros menos que Cristiano Ronaldo en la Champions". A situaciones como éstas absolutamente ridículas y que podrían estar extraídas de cualquier sketch de los Monty Python me refiero cuando digo que es probable, sólo probable, que a Messi, que seguro que estará también harto de una gestión deportiva lamentable, le esté asfixiando tanto peloteo, tanto jabón, tanta nube de algodón azucarada, tanto marrón glacé con calzador. Vamos, que el caminante está empachado de pelotas y quiere dejar de vivir en el Olimpo y pisar de nuevo por donde pisan el resto de seres humanos normales.

La portada de "Caminar es de genios" es de 2016, pero ahora, hoy, en 2020, cuando el Barcelona viene de una temporada en blanco mientras que el Real Madrid ha ganado Liga y Supercopa de España, las caminatas de Messi ya no hacen tanta gracia. Reconozco que cuando me llegó el vídeo de Messi en el minuto 92 del partido que su equipo jugó ayer contra el Dinamo de Kiev, lo primero que pensé fue que todo era un montaje. El Barcelona acabó ganando por 2-1 pero, lejos de ser cómoda, su victoria se complicó muchísimo, le pitaron un penalti a favor y anularon un gol al conjunto ruso. O sea que el Barcelona sufrió más de lo esperado y, en esa jugada del último instante del encuentro, el Dinamo no estaba defendiéndose precisamente sino que atacaba la portería de Ter Stegen, que fue el mejor y que salvó a su equipo de un resultado mucho peor.

En el vídeo puede verse a un defensa del equipo rival que cruza el centro del campo para exprimir su última oportunidad probablemente metiendo un balón a la olla; el Barcelona está defendiendo con una línea de cinco y otra de cuatro por delante del portero, lo que da una idea aproximada de la sensación de endeblez e inseguridad de los jugadores culés. Esto es, y como se suele decir en el argot, el equipo azulgrana está pidiendo la hora. 

Pues bien, el jugador del Dinamo cruza el centro del campo como decía y Messi no hace ni siquiera un ligero atisbo de ir a presionarle cuando resulta que pasa a cinco metros. Tampoco se puede decir que Messi vaya caminando, no, hay gente que camina deprisa; Messi va andando pero de un modo cansino, como si todo el peso de los ciento veintidós años de historia culé recayeran sobre sus espaldas, como si le sobraran el partido, la Champions, el Dinamo, el Barcelona, la ciudad, el país y hasta el fútbol. Es el caminar de alguien que tiene problemas de respiración o de alguien que quiere esfumarse y desaparecer.

Ya digo que al recibir por primera vez el vídeo creí que estaba ante otro meme, un fake más de esos que circulan por las redes sociales; lo pensé porque todos van a una velocidad normal mientras que Messi decelera, es como si estuviera pastoreando ovejas por ejemplo en Majaelrayo, en la provincia de Guadalajara. Messi me recordó a José Antonio Labordeta en aquel programa de Televisión Española que se llamaba Un país en la mochila; de hecho, si de repente hubiera sacado una cantimplora para echar un traguito tampoco me habría extrañado nada. Pero hoy ya no se puede extraer ninguna conclusión positiva de los andares de Messi. En su aire parsimonioso no hay encerrada ninguna lección de vida. Seguro que quienes le idolatran tratan de encontrar en ese caminar ciertamente pastoril una clave, un significado: 

¿Qué habrá querido decirnos el maestro? ¿Habrá decidido comunicarse con nosotros andando? ¿Es un aviso a sus compañeros, una especie de no hagáis lo que yo hago? ¿Una advertencia a la nueva directiva? ¿Qué mensaje encerrará la apatía transmitida en directo de Messi? ¿Dónde está el truco? ¿Dónde el guiño?...

Santiago Segurola, uno de los mayores y más fervientes admiradores del apóstol Lionel, dijo una vez que el futbolista argentino se desmarcaba sin moverse, otra delicatessen difícilmente igualable. Pero hoy Sport ya no habla de genialidad ni compara su actitud con la de Cristiano, que siempre quiere más y más. Ahora, después de un año en blanco y otro que no augura grandes éxitos sino todo lo contrario, el periobarcelonismo ya no saca pecho de lo poco que corre su ídolo sino que, avergonzado, lo esconde. Diera la sensación de que Messi o bien alguien de su entorno más cercano hubieran leído hace poco a Antonio Machado: "Al andar se hace camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar". Dentro de 55 días Messi será agente libre y entonces decidirá si quiere seguir ahogándose en Barcelona o si prefiere dejar estelas en la mar.

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