miércoles, 30 de diciembre de 2020

Leyendo los “Poemas Pandémicos” / por Fortunato González Cruz


Hoy solo nos quedan dos muertes heroicas. Esta nueva muerte en el mundo de los hospitales, los nuevos campos del valor y el heroísmo de quienes permanecen hasta el sacrifico al lado de sus pacientes. Y sobrevive el duelo entre la inteligencia y el valor humanos frente a lo irracional, capaz de crear arte frente a la promesa de la muerte: el toreo, en donde la muerte sí que tiene sentido estético, arte y valor y precisamente por ello se rechaza.

Leyendo los “Poemas Pandémicos”

Fortunato González Cruz*
Reporter Católico Laico / Venezuela, 29 Diciembre 2020
Leyendo los “Poemas Pandémicos” de José Pulido y Alfonso Viloria, se me ocurre pensar que una de las consecuencias de la pandemia es poner en evidencia la muerte y colocarla como una aterradora amenaza cierta e implacable.

No es la muerte como la entienden los mexicanos, de la que escribió Juan Rulfo, la representa La Catrina de Posada y recientemente la película COCO de Adrián Molina y Matthew Aldrich. Mucho menos la teatral muerte shakesperiana, y a años luz de la heroica muerte de Ignacio Sánchez Mejía cantada por Lorca en la más grande elegía de la literatura universal.

Esta muerte globalizada nada tiene de estética, es despiadada y excesivamente cruel, mucho más que la que llega con los años, una enfermedad o en un accidente que nos arrebata de repente a quien se ama. Esta nueva muerte no deja lugar para velorios, ni flores, ni responsos, ni el sentido pésame de los familiares y los amigos, ni siquiera para el café; apenas para al llanto solo, sin el abrazo que consuela. Toda la cultura de la muerte quedó desplazada por el miedo.

En la sociedad del bienestar no hay espacio para la muerte, no quiere saber de muertos aunque los produzca de mil maneras. Huye de la muerte y no quiere saber nada de ella. La proliferación de espectáculos sangrientos por televisión recrea la violencia de muchas formas, pero evade el planeamiento de la muerte como la que nos llegó con el COVID-19.

La muerte que produce el COVID-19 no es un espectáculo sangriento y no tiene nada de heroica salvo para los sanitarios que mueren en el campo de batalla de un hospital o una residencia de ancianos. Llega en silencio y luego se desliza en una bolsa plática. 

Es una agresión a un mundo despreocupado que le ha entregado al Estado y al dinero sus problemas: golpea a la sociedad del bienestar, al anodino existencialismo bien como capitalista, obrero o hippie. Las muertes humanas por el COVID-19, que son expuestas como abultados números estadísticos, tienen significados de miedo y muy poco de piedad.

Hay otras muertes que tampoco forman parte del sistema explícito, como la que las que son indispensables para preparar un rico cochino frito como lo sabemos adobar los trujillanos, con ajos y orégano y luego comerlo con un ají de chirel, suero y unas flores de maguey aún en botón, bien picante; o un sabroso sancocho de la gallina que se crió con mimo en el corral doméstico. En España un cochinillo lechal…! La muerte cruel de los animales en el matadero industrial se oculta, como la terrible vida de los animales transcurrida en grandes jaulas, corrales y lagunas de producción masiva.

Tan lejos se quiso estar de la muerte que se fue por el camino del espectáculo violento, para mantener viva la condición salvaje, primitiva y brutal del ser humano, o disfrazar con eufemismos de eutanasia los asesinatos de quienes sobran para esta sociedad edulcorada, con un inmenso e ilimitado potencial de estupidez que gasta más en mascotas y abortar que en engendrar y criar hijos.

Se quiso estar lejos de la muerte y reducirla a una trivialidad hasta que explotó en nuestras ciudades, en nuestros espacios urbanos, nos colocó en el rostro mascarillas que ocultan la risa y el llano, nos impuso distancias y nos encerró en estrechos espacios donde apenas se respira.

¡Señor perdónalos
aunque parece
que sí saben lo que hacen!

La deshumanización dicha en estos versos:

Mensaje nuevo
entrante inédito
hace
que el sistema
exija autoritario
mi contraseña
para saber
de un amor
que poco le interesa

Hay una luz que comienza a brillar preocupados por lo que muchos entienden como una gran queja de Dios y de la tierra.

…y todos quedamos muertos cuando el pequeño pájaro fue lanzado
a una orilla de la carretera porque esto es un collar y somos cuentas y
estamos comprometidos en todas las ráfagas que estremecen el pecho de la vida

China, Rusia, Corea, Cuba, Venezuela…
Asintomático parecía
Bueno justo y humano
la total felicidad
ofrecía
un Hombre nuevo
Llanto y dolor
Desempleo y hambre
Muerte y exilio
Pérdida de la alegría y la esperanza
Dejo a mi paso
No me confundan
Soy
La pandemia roja rojita
El socialismo del siglo XXI

Hoy solo nos quedan dos muertes heroicas. Esta nueva muerte en el mundo de los hospitales, los nuevos campos del valor y el heroísmo de quienes permanecen hasta el sacrifico al lado de sus pacientes. Y sobrevive el duelo entre la inteligencia y el valor humanos frente a lo irracional, capaz de crear arte frente a la promesa de la muerte: el toreo, en donde la muerte sí que tiene sentido estético, arte y valor y precisamente por ello se rechaza.
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Fortunato González Cruz, es Profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de los Andes de Venezuela; Individuo de Número de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Venezuela. Miembro Correspondiente de la Academia de Mérida. Presidente emérito de la Asociación Venezolana de Derecho Constitucional.

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